Contra el antisemitismo*
Como judío es complicado escribir acerca del antisemitismo. Es obligado hacerlo como mexicano y judío, e indispensable hacerlo desde La Jornada, periódico en el que he escrito desde hace 18 años.
El motor fundamental de mi escritura es la ética. Siempre repito que la ética laica es la única herramienta que algo puede hacer por este mundo tan golpeado. El laicismo es una vía para confrontar el fanatismo, y la ética es un instrumento valioso para dialogar con las “formas tenues” de los fanatismos.
A partir de una mirada ética y de una percepción moral de la condición humana es posible sembrar. La ética debe ser laica, de lo contrario, polariza; debe ser secular para ser incluyente y para permitir que sea el diálogo lo que prive y no la sinrazón. Sólo mediante la aceptación del otro es posible la construcción humana de lo propio. Huelga decir que los kamikazes de Japón, los colonos judíos ultraortodoxos en Israel, los seguidores de Ceausescu o Karadzik, o los suicidas musulmanes que matan en India o en Israel comparten ideario. Negar la humanidad de los otros es la Biblia de cualquier fanatismo.
Muchas de las brutales injusticias que se viven hoy son parte de fanatismos perversos. Dentro de ellos incluyo, aunque sean otras las razones, el capitalismo salvaje que empobrece y mata. Mientras que la ética brega por la justicia y por el ser humano, el fanatismo desconoce el valor del diálogo y el derecho a la vida de otras personas. Mientras que la primera es incluyente, el fanatismo se basa en la exclusión.
Palabras afines, muy cercanas a la ética, son el respeto a la alteridad, el combate a la injusticia y a la miseria, la solidaridad con los sinvoz y la lucha contra los horrores de la insalubridad. No menos importante es denunciar las nefandas acciones del poder. Los políticos corruptos, independientemente de su origen, deben ser blanco de todo periodista que se ufane de ser libre. Desde estas páginas he criticado a quienes han desgobernado a nuestra nación; lo mismo he hecho con personajes de la calaña de los Putin, los Aznar, los Sharon y los Bush.
He insistido en que sin la creación de un Estado palestino independiente no habrá paz en Israel ni en los países vecinos. En ese renglón he repetido que la irrespirable realidad del pueblo palestino tiene tres razones fundamentales: sus propios gobiernos que han robado sin cesar, el Estado de Israel, que no ha facilitado la creación de un Estado palestino, y los gobiernos árabes que los han expoliado y asesinado. Todos los han humillado.
Encontrar las vías para aminorar las distancias hombre-hombre, mujer-mujer y mujer-hombre es lo que se requiere para que el fundamentalismo deje de crecer y sus voceros tengan menos argumentos para cargar sus plumas y sus armas contra quienes no comulgan con su ceguera. En su columna Bajo la Lupa (La Jornada, 21 de diciembre) Alfredo Jalife-Rahme se refiere a Kraus Weisman en tres ocasiones. Yo firmo Arnoldo Kraus. Entiendo que para los propósitos del señor Alfredo, mi segundo apellido, también judío, le deparó tinta para su encono. Mejor, para su pluma, Kraus Weisman que sólo Kraus. Lo mismo le debe haber sucedido cuando se refiere a otros judíos que tienen dos apellidos de origen judío o cuando cita al siniestro Bernard Madoff, denominándolo “banquero israelí”. Madoff es estadunidense y judío como Kraus es mexicano y judío. Ignoro, aunque no creo, que el estafador sea israelí.
No existe contradicción entre ser mexicano y ser judío. En La Jornada he escrito lo que pienso. Se equivoca Jalife-Rahme cuando dice que soy “… defensor a ultranza de ese Israel, al que no se le debe tocar”. Al contrario. En estas páginas he criticado algunas políticas israelíes. Me causan la misma molestia todos los ultras: los fanáticos de origen árabe o judío son similares. Los que denuestan a los otros sin ver los errores de su casa son semillero de los fanatismos. La autocrítica es una bendición. Los fanáticos carecen de ella.
Como mexicano, como judío y como colaborador de la La Jornada me veo obligado a responder. Basta detenerse en los textos de Bajo la Lupa para entender la sinonimia que hace el autor entre israelí y judío. Si bien es cierto que algunas de las acciones de Israel son criticables, el antisemitismo, al igual que otras formas de exclusión, sí lo es. El autor de Bajo la Lupa debe gozar cuando descubre que algunos de sus clientes tienen varios apellidos judíos o cuando comete la torpeza de decir que Madoff, por ser banquero y haber cometido fraudes, es un “banquero israelí” –por alguna razón se contuvo y no escribió “banquero judío”. La ética es incansable. Bregar contra el fanatismo es una de sus tareas.
*Contra el antisemitismo es el título de un desplegado publicado en este periódico el 19 de diciembre. En el texto se alude a la actitud de Jalife-Rahme, quien, con tenacidad culpa a la “banca israelí-anglosajona” y a todo lo que sea israelí, de buena parte de los problemas del mundo. Jalife-Rahme ignora que el desplegado fue firmado, entre otros, por librepensadores como Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Marta Lamas, Ruy Pérez Tamayo, Margo Glantz, Manuel Felguérez, Garciadiego, Javier, René Drucker Colín, Vicente Rojo, Juan Villoro y Rodolfo Stavenhagen