¿La Fiesta en Paz?
■ Toros no, centros comerciales sí
Ampliar la imagen Una cosa es haber sacado a la gente de la plaza por una pobre oferta de espectáculo y otra, muy diferente, querer demoler el coso taurino más grande y cómodo del mundo Foto: Archivo
El culto táurico, fenómeno esencial en las civilizaciones antiguas y que con el tiempo devino espectáculo originalísimo en algunos países hasta el día de hoy, no podía escapar a los partidarios del progreso idiota y de una conciencia global uniformante y especuladora antes que solidaria y compasiva.
En su exposición de motivos con relación a la conservación y protección de la Plaza de Toros México, que el Senado de la República envió el pasado 18 de noviembre al titular del Ejecutivo federal y al jefe de Gobierno del DF, destaca:
“Ante la cada vez más frecuente y permanente amenaza de demolición, son preguntas obligadas: ¿en cuanto tiempo terminará convirtiéndose la Plaza México en otro centro comercial?; ¿Cuál es el motivo para que las autoridades de la ciudad, no tomen las debidas providencias para salvaguardar en la capital de los mexicanos las plazas de toros, si éstas han estado presentes desde la propia edificación de la ciudad? ¿No debería un inmueble que rompió hitos en la construcción e ingeniería y que constituye el coso taurino más grande del mundo y la única plaza de toros como tal de esta ciudad y la zona conurbada, ser considerado patrimonio nacional?”
“La construcción de la Plaza de Toros México debe ser considerada una hazaña monumental de nuestro tiempo, ya que la técnica que se aplicó en su edificación fue una gran innovación para la época. Su construcción implicó la realización de avanzados sistemas de canalización, necesarios para encauzar los ríos de concreto con los que se formó la estructura, así como la implementación de un moderno sistema para fabricar concreto y elevarlo hasta el tope de la plaza, que mezclaba materiales y se elevaba 25 metros a fin de alcanzar la parte superior de la misma.
“La enorme mole que constituye la plaza, se construyó por medio de un complicado armazón o cimbrado, parecido a una inmensa cesta de mimbre, en el que se utilizaron 6 millones de pies de madera. En esta compleja estructura se vació el concreto que dio forma a las graderías y el sistema de columnas que la sostienen. Es decir, toda la plaza se construyó sobre esa “cesta de mimbre” para, al terminar el periodo de secado, ser separada del maderamen que formó la gran cimbra. La enorme labor de descubrir 20 mil m2 de superficie requirió del trabajo de 6 mil hombres, para dejar por fin al descubierto la admirable construcción que ahí se realizaba; los detalles e innovaciones arquitectónicas que dan personalidad a esta gran obra artística de notorio relieve dentro de los lineamientos del arte moderno.
“Aunado a la audacia en su construcción, que la hace un monolito de una sola pieza, en la edificación se aplicaron por primera vez las tesis de la ergonomía y la isóptica. La ergonomía construyendo asientos individuales de cemento que por sus características permitieran a los asistentes estar sentados cómodamente, durante varias horas, sin molestar al cuerpo y la isóptica, cuya perfección puede apreciar cualquiera que asista a la México, pues el espectador, sentado en cualquier lugar de la plaza, puede observar con detalle y claridad todo lo que sucede en el callejón, característica única e inigualable para otras plazas de toros o estadios…”
¿Felipe Calderón y Marcelo Ebrard tomarán las medidas conducentes para evitar que el gran coso sea demolido o favorecerán de nuevo a los listillos de siempre?