Usted está aquí: lunes 8 de diciembre de 2008 Deportes Eclipsa Toluca individualidades de Santos para avanzar a la final

■ Diablos y Cruz Azul pelearán por el título que definirá al tercer mejor equipo en la historia

Eclipsa Toluca individualidades de Santos para avanzar a la final

■ Tanto de Édgar Castillo, que dio esperanzas al campeón defensor, congeló en 772 la marca de Cristante sin recibir gol

■ Los escarlatas remontaron y pusieron el cerrojo en su portería

Marlene Santos Alejo (Enviada)

Ampliar la imagen Mientras Daniel Ludueña fue neutralizado, el goleador Héctor Mancilla volvió a ayudar a su equipo Mientras Daniel Ludueña fue neutralizado, el goleador Héctor Mancilla volvió a ayudar a su equipo Foto: Reuters

Toluca, 7 de diciembre. Los Diablos Rojos resultaron mucho equipo para el puñado de individualidades santistas. En forma contundente los escarlatas se impusieron 2-1 en las semifinales, definirán al campeón del Apertura 2008 ante el Cruz Azul y de paso al mejor tercer conjunto en la historia del futbol mexicano.

El estadio Nemesio Diez vibró con intensidad ante la categórica demostración de su equipo, que sólo dio 10 minutos de vida a la ilusión del bicampeonato con que llegaron los de Torreón. Después de calar al visitante, arrebataron el dominio, pese a verse abajo en el marcador al minuto 24 con la anotación de Édgar Castillo.

El Toluca había generado las mejores llegadas y numerosos tiros de esquina, lo que puso al estratega visitante, Daniel Guzmán, con los nervios de punta y al borde de su área técnica. Sin embargo, los norteños dieron vida al tablero electrónico cuando tras un pase filtrado de Daniel Ludueña el nacido en Estados Unidos, Édgar Castillo, sacó un disparo incontenible para el guardameta local.

La respuesta de los mexiquenses fue inmediata, porque tras el gol de Santos –que fijó en 772 la marca de minutos sin recibir gol de Hernán Cristante–, el zaguero Édgar Dueñas se encargó de emparejar cartones con un cabezazo picado que se le escurrió a Oswaldo Sánchez.

El ataque de Santos traía la pólvora mojada y los envíos de Walter Lorito Jiménez, Ludueña, Matías Vuoso y Cuauhtémoc Blanco resultaron muy desviados, por lo que las barras locales se regocijaron con el grito burlón de “son pendejos, son pende...”

Los pupilos de José Manuel de la Torre fueron una orquesta bien coordinada: si alguien desentonaba, ahí estaba el compañero solidario para matarse por la recuperación del balón. En esta labor sobresalió Martín Romagnoli, quien con gran talento desarmó hasta hacer desesperar y opacar a las estrellas del agonizante campeón.

El Cuau, blanco del público

Cuauhtémoc se convirtió en el blanco favorito del público, que lo recibió con mentadas, rechiflas, abucheos y lo llamó a coro “Cuasimodo, Cuasimodo”. Vuoso comenzó a hacer berrinches cada vez que perdía el esférico, pero también dejó ir una ocasión de gol al minuto 41, cuando con la yema de los dedos Cristante desvió puntual e hizo estallar de emoción al graderío.

En la agonía del primer periodo, Héctor Mancilla, el líder de goleo del torneo regular, sentenció la serie con anotación que entró a la derecha de Oswaldo a servicio de Carlos Esquivel. La afición se desbordó en festejos, pero el más desquiciado era El Travieso Guzmán, quien no quiso esperar al medio tiempo y de inmediato ingresó a Gregorio Torres en sustitución de Walter Jiménez.

En el complemento, Toluca hizo gala de su defensa de hierro y con una doble línea de cuatro hombres cerró su puerta. Romagnoli siguió en plan inspirado, pero en general ningún escarlata desentonó en el afán de poner la pausa, pasear el balón y jugar con la creciente desesperación del rival.

El cansancio afectó a los de La Comarca y el más claro ejemplo de ello ocurrió al minuto 59, cuando Paulo da Silva hizo la faena a un Cuau que apenas trotaba. Los choriceros estuvieron más cerca del tercer tanto que Santos del empate; Oswaldo Sánchez impidió la goleada al desviar hacia arriba un venenoso envío de Carlos Esquivel, luego Amaury Ponce remitió un disparo que impactó en el larguero y picó fuera.

La gente comenzó a oler la final y lo manifestó en cánticos festivos: “otra cooopa, queremos otra cooopa”, a corear los “oles” y a inundar el coso con el grito de “¡Diablos, Diablos!”, más el infaltable: “sí se pudo, sí se pudo”. El infierno en pleno sepultó la cuauhtemocmanía y el trono quedó vacante.

 
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