■ De 10 mil ejemplares sembrados, sólo 50 alcanzaron el tamaño para ser vendidos

Se desploma este año la producción de pinos en la Magdalena Contreras

■ La Conafor planteó hace una década a ejidatarios cambiar cultivos; denuncian falta de apoyos

Rocío González Alvarado

Mientras mercados y centros comerciales de la ciudad de México son abarrotados con especies extranjeras, en lo alto de la montaña en la delegación Magdalena Contreras el desánimo permea entre los ejidatarios que desde hace una década optaron por dejar atrás sus sembradíos de avena para cultivar árboles para Navidad, pues este año la producción fue mínima.

De los 10 mil ejemplares distribuidos en cerca de tres hectáreas en el parque de San Nicolás Totolapan, sólo 50 de ellos alcanzaron el tamaño adecuado para su comercialización en esta temporada navideña, precisa don Lázaro Camacho, quien junto con su familiares integró la cooperativa Agropecuaria Potreritos, única en la zona dedicada a la producción de este tipo de árboles, en el kilómetro 11.5 de la carretera Picacho-Ajusco.

En 1998, recuerda, después de una cosecha de avena en la que sólo se registraron pérdidas, aceptó la propuesta de la Comisión Nacional Forestal y de la Comisión de Recursos Naturales (Corena) de levantar un vivero piloto. “Hace tres años comenzamos la primera cosecha. Ya estamos registrados ante Hacienda, pero no vemos el negocio, apenas salen los gastos, salimos tablas”.

Y lejos de prosperar, agrega, la producción se ha venido abajo. “El año pasado apenas cortamos 250 ejemplares, pero este año está peor. Los árboles no crecieron, no se desarrollaron, porque no hubo suficiente lluvia. Logramos que nos dieran apoyo para el riego de goteo en la parte de arriba, eso nos ayudó, pero aún así vamos a tener pérdidas”, refiere.

Durante un recorrido por las plantaciones, en las que se pudo observar el desigual crecimiento de los árboles, su hijo Humberto Camacho Trujillo, señala que prácticamente los han dejado solos, sin ningún apoyo. “En otros países como Canadá y Estados Unidos les dan todo tipo de subsidios, ahora sabemos que los árboles traen incluida una esencia artificial que suelta un aroma a recién cortado, cuando hasta los traen congelados”.

Es decir, mientras “allá se buscan nuevas alternativas para hacer más atractivo el producto, aquí no podemos consolidar el cultivo. Contra eso, ¿cómo podemos competir?”, refiere, al señalar que este año, como en los anteriores, personal de la Conafor hizo el compromiso de trabajar en una cadena comercial, pero de “nuevo ya les ganó el tiempo.

“La realidad es que sólo nos usan cuando requieren justificar gastos, pero como productores no vemos nada. Vamos a las juntas, pero cada que asistimos nos damos cuenta de que no hay un seguimiento real de lo que se ofrece. Nos dicen que más adelante vamos a ver los resultados, pero nos dijeron que iban a anunciar la venta de árboles, pero nada.”

En su caso, reconoce, “no vamos a tener problemas, porque sólo tenemos alrededor de 50 árboles, pero nuestros vecinos en Topilejo, en el albergue Alpino o Parrés, cómo van a sacar su producción, si ya está la venta”.

Apunta que desconocen cuál es el costo de producción de cada árbol. “Nosotros fijamos los precios, entre 350 y 400 pesos, en razón de lo que vemos en el mercado, pero no tenemos ganancias”, afirma al señalar que lo único que los mantiene en este proyecto es que los ingresos de los integrantes de la cooperativa no dependen de este cultivo.