La vorágine de los libros
■ “Quiero ver cómo efervesce Casi nunca”, Premio Herralde 2008
Frena Daniel Sada su creación novelística y da paso al cuento
Ampliar la imagen Daniel Sada durante la FIL Guadalajara Foto: Arturo Campos Cedillo
Guadalajara, Jal., 4 de diciembre. Concebida 25 años atrás, con al menos cuatro abordajes desde entonces hasta su conclusión, la novela Casi nunca, la cual llevó a Daniel Sada (Mexicali, 1953) a ser el tercer mexicano en obtener el Premio Herralde que otorga la editorial española Anagrama, dará pausa al periodo novelístico ininterrumpido de uno de los narradores más alabados e innovadores en lengua española, quien dice –a su llegada a Guadalajara donde participó en la FIL– que ahora se dedica a escribir cuentos para dejar respirar a la novela galardonada. Ya después retomará el camino.
“Quiero descansar de las novelas; estoy trabajando en escribir cuentos, de los que me alejé hace unos 12 años, pero voy despacio, quiero darle aire a este libro, tomármela con calma, ver cómo va efervesciendo esta novela y luego iré por otro libro. Si trabajo con disciplina, tal vez para 2010 tendré listo el libro de cuentos”, dice.
–Con 25 años desde que la concibió, parece que el premio Herralde es un justo reconocimiento a su esfuerzo.
–No me atrevía a abordarla porque la mitad de la novela está basada en hechos y personajes reales; muchos todavía viven. No me atrevía porque pensé, tal vez con candidez, que se podían reflejar en la novela.
“El entorno casi es el mismo, en Coahuila y Oaxaca. Está ubicada en los años 40; el dato real es una relación de nueve años, los novios se ven en nueve ocasiones una vez al año, es decir, nueve días, y para ser estrictos, nueve horas en total. En el quinto encuentro hay un beso en el dorso de la mano, y eso provoca un escándalo. Esa es la parte real; la parte ficticia es la relación de la prostituta con el personaje; es una novela que va de la perversión a la santidad, una especie de falsa purificación amorosa.”
La ficción no es evasión
–Se ha dicho que la novela es de tintes autobiográficos, muy cercana a la realidad, algo contrario a su tradición narrativa.
–No creo en las concepciones crasas de la realidad. Siento que el escritor realista es el más conservador de todos y el más envilecido, no perdona nada. Parto de la realidad, pero creo una personal, muy poblada de escenarios y personajes, pero finalmente es algo intrínseco en mi espíritu narrativo.
“Estas continuas acotaciones del escritor realista limitan la percepción; de repente uno puede narrar estados de ánimo, visiones que no tienen que ver con una realidad evidente; puede uno de repente percibir en la realidad cosas ocultas, esto es lo que el escritor realista no puede tolerar tanto. No quiere decir que uno tenga que forzosamente inventarse mundos; yo sí quiero de alguna forma ser testigo de mi tiempo, de lo que vivo.
“Me siento corto si solamente describo lo que veo; en ese sentido hago una distinción entre cronista y novelista: el cronista te quiere contar los hechos tal como fueron, y el novelista crea una ficción; una cosa es trabajar con la verdad y otra cosa es trabajar con lo verdadero.”
–Pero finalmente hay que anclar esa fantasía en la realidad.
–No se trata de una evasión; no creo que la literatura tenga que ser una evasión total. Ni las obras más imaginativas pueden desprenderse de la realidad. No puedes deslindarte de ella, aunque quieras; pero reflejarla tampoco es posible, porque vivimos en sociedades tan complejas que tratar de capturar la realidad tal cual resulta imposible, mucho más que inventar una fantasía.
–Entre su obra, ¿cómo clasificaría esta novela?
–Es un poco más ligera que las anteriores. Detrás de la historia hay una enorme carcajada. Batallé mucho en el abordaje de esta novela, porque para mí es muy importante definir el punto de vista.