La vorágine de los libros
■ Participa en la conferencia El sexo en la lengua, en la FIL de Guadalajara
Luisa Valenzuela comparte su “renacimiento” por la escritura
■ La desazón más memorable me ocurrió en la ciudad de México, relata a La Jornada
■ La narradora argentina trae a la feria su nuevo volumen de cuentos, Tres por cinco
Ampliar la imagen Luisa Valenzuela, autora de La travesía, ayer, durante la entrevista con La Jornada Foto: Arturo Campos Cedillo
Guadalajara, Jal., 3 de diciembre. Varias veces se ha dicho “no más, ya no escribiré”, pero siempre vuelve esa curiosidad de ver qué sucede con el proceso interno de escritura, dice la autora argentina Luisa Valenzuela, quien participa este jueves en la conferencia El sexo en la lengua, en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Ese “ya no más” para la escritora ocurrió recientemente, después de que Valenzuela recibió un homenaje en Viena. “Me dio la sensación de que era una culminación y dije: ‘bueno de acá, yo me siento y no escribo más’. Sin embargo, ahora estoy en un renacimiento, porque ese homenaje resultó muy estimulante; hubo ponencias, presentaciones muy lúcidas, con ángulos que no me esperaba, que no tenía siquiera registrados. Ahora me impulsa otra cosa y tengo que ver qué es”, señala en entrevista con La Jornada.
Los escritores, agrega, “siempre decimos que ya no vamos a escribir, porque es difícil, porque nadie nos obliga, porque después sufrimos mucho cuando las cosas no salen; la edición se vuelve problemática, sobre todo en nuestros países, en mi país. Pero después reaparece la curiosidad de ver qué es lo que pasa dentro de la escritura, qué se va a contar qué está sucediendo en ese pequeño carozo de lenguaje que uno ha encontrado y cómo se planta esa semilla”.
Como un torrente
–¿Cuántas veces ha renunciado a la escritura?
–Muchísimas. Para mí la más memorable, porque la dije muy en serio, fue en la ciudad de México; estaba de vacaciones, me habían prestado una casa maravillosa, con jardín, todo divino, pero estaba sufriendo tratando de escribir una novela que no me salía. Tenía todo tan bien planteado que me aburría escribirla.
“Escribía y me iba a dormir pensando ‘qué buena suerte, ahora sí escribí algo bueno’, pero al leerlo al día siguiente me parecía horrendo. Entonces, un buen día dije: no escribo más, se acabó, total para qué si soy profesora en Estados Unidos, me va bien, gano dinero en otro lado, muchos libros publicados, ¿qué necesidad tengo?, y al día siguiente nació Cola de lagartija, como un torrente.
“A veces hay que renunciar a lo que se quiere, pero de corazón; no hice trampa, renuncié y dije basta, para qué sufrir. Bueno, aunque sufrí horrores con Cola de lagartija, pero me divertí también muchísimo.”
Justo después de ese homenaje en Viena “estaba en ese proceso de decir no escribo más. Pero hay un montón de cosas. No sé si tengo ganas de escribir ficción, igual y la dejo un poquito y escribo no tanto ensayos, pero sí textos de reflexión”.
Un género muy respetable
Luisa Valenzuela trae a la FIL su libro más reciente de cuentos, titulado Tres por cinco, publicado por la editorial española Páginas de Espuma.
“Me gusta escribir cuentos. Me parece un género sumamente respetable. Casi diría que la prosa por antonomasia es más el cuento que la novela, porque la novela permite digresiones, salirse del tema, pero el cuento es muy exigente, requiere de una precisión y un ajuste muy particular aunque dejes el final abierto, aunque juegues con esas reglas rígidas del cuento. Por eso muchos novelistas no son cuentistas.
“Manejo el cuento y la novela, pero me siento más feliz en el cuento; uno siente que ha logrado algo más redondo.
“La felicidad de la novela es permanecer en esa historia y seguir a los personajes y permitir que eso crezca como rizomas.”
Tres por cinco (es decir, tres relatos por cinco temas) “alberga asuntos muy distintos, pero que tienen algún aspecto en común. Comencé a escribir esos cuentos que eran de mujeres que desaparecían, de maneras más bien esotéricas, o jugando con el espacio-tiempo, y estaban estos tres cuentos ahí aislados. Me di cuenta de que se juntaban en trilogía, aunque para algunos tuve que completarla, pero ¿cómo completas algo que le falta una patita? Es como una mesa de tres patas para hacer espiritismo”.
La escritura de este libro se llevó unos 10 años porque, explica la autora, “no escribo muchos cuentos; estuve escribiendo novelas, viajando, dando conferencias y yendo de acá para allá y haciendo periodismo. Por eso el cuento para mí es una joyita que no se me da a menudo, pero cuando se me da, se me da”.