Usted está aquí: domingo 30 de noviembre de 2008 Cultura Confrontación con experiencias inimaginables, en el MUAC

■ Largas filas para ingresar, en el primer fin de semana del recinto

Confrontación con experiencias inimaginables, en el MUAC

■ La difusión en medios electrónicos convoca a numerosos visitantes

■ “Nunca pensé que un museo fuera tan divertido”, dijo Juan, de 11 años

Ángel Vargas

Ampliar la imagen Ni los niños a quienes llevaron sus papás por la fuerza se resistieron a las exhibiciones interactivas que se presentan en el recinto universitario Ni los niños a quienes llevaron sus papás por la fuerza se resistieron a las exhibiciones interactivas que se presentan en el recinto universitario Foto: Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Filas hasta de 300 personas se hicieron afuera del MUAC, muestra de la gran expectativa que causó su apertura Filas hasta de 300 personas se hicieron afuera del MUAC, muestra de la gran expectativa que causó su apertura Foto: Yazmín Ortega Cortés

Al filo del mediodía de este sábado, minutos antes de abrir sus puertas, la fila afuera del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) parece interminable. Es una línea recta, cuya extensión rebasa los 100 metros y las 300 personas.

Se percibe una especie de emoción o furor colectivo, algo así como lo que se vive en los momentos previos a entrar a un espectáculo público, como un concierto de rock o un partido de futbol.

Pueden verse en esa larga fila personas de todas las edades, aunque resulta inocultable que predominan los chavos de prepa y estudiantes universitarios. Se observan, además, grupitos de niños de primaria y adolescentes de secundaria, algunos acompañados por sus padres e incluso uno que otro maestro. Seis carriolas distribuidas a lo largo de esa serpiente humana confirman que hasta bebés hay.

Comienza así el primer fin de semana del recinto universitario desde que se abrió al público, el jueves pasado. Es mucha la expectación por entrar y conocerlo, como demuestra esa prolongada fila que desde una hora antes de su apertura, a las 12 del día, comenzó a formarse a sus afueras, así como el hecho de que en apenas 60 minutos de operación el número de visitantes era ya de 700, y había decenas de personas en espera para entrar.

Sola, acompañada, en grupo, la gente llegó y sigue llegando, de manera incesante, atraída en gran parte por el despliegue mediático y publicitario que el MUAC ha tenido en los recientes días, acaso también porque la entrada será gratuita de aquí hasta enero.

Aspecto ése en el que la televisión ha jugado un papel determinante, como aceptan varias personas a quienes se les pregunta por qué se encuentran en el lugar, y responden, según su generación, que les había parecido “muy interesante” o “muy chido” lo que vieron en ese medio.

Otros cuentan que se enteraron por la radio o, en menor medida, los periódicos, y que les llamó la atención la descripción que hacen de éste, como de museo futurista, “algo que sólo puede verse en Estados Unidos o Japón”.

No podían faltar aquellos que acuden por mera obligación, es decir, porque los “trajeron a fuerza” sus papás o porque se los encargaron como tarea escolar.

Pero incluso ellos, una vez que recorrieron las amplias salas y se sorprendieron y emocionaron por lo que observaban, reconocieron que ese largo viaje, o incluso desmañada a la que se sometieron algunos, había valido mucho la pena.

“Nunca pensé que un museo de arte sería así, tan chingón y divertido”, señala Juan, de 11 años, estudiante de sexto grado en la escuela Vidal Alcocer, ubicada en el centro de Tlalpan, quien llegó al recinto “de mala gana”, acompañado por su mamá y su hermanito de cuatro años.

De forma puntual, conforme al horario estipulado, la entrada a las fauces de ese cetáceo de concreto y cristal queda franca. La fila comienza a moverse y a hacerse más pequeña, hasta que de repente se detiene de forma inexplicable.

No hay otra razón sino que, ante la numerosa cantidad de personas, éstas deben pasar en tandas, generalmente de 10 o 15 individuos, con el fin de no saturar las salas, principalmente aquellas donde empieza el recorrido, según explica una trabajadora de Difusión Cultural UNAM, quien fue asignada estos días al museo para dar la bienvenida a los visitantes e informarles con qué no pueden ingresar al recinto. Por ejemplo, bolsas grandes y mochilas, así como carriolas, están prohibidos.

Hito de la historia nacional

El sol decembrino cala y hay quienes comienzan a molestarse por tener que aguardar tanto tiempo, y exigen al guardia que custodia la entrada de la edificación que repare en que hay embarazadas, niños pequeños y gente de la tercera edad. Pero él no puede hacer nada, sólo obedece órdenes, explica.

Ya en el interior de este bello edificio, ideado por el arquitecto Teodoro González de León –el cual marca un hito en la historia nacional al ser el primer museo que se inaugura en 30 años– comienza otro espectáculo: cómo confrontan, aprecian y disfrutan los visitantes las obras y exposiciones con las cuales fue inaugurado este espacio.

Si algo predomina entre los visitantes es una relación lúdica y gozosa con el entorno de las salas. Los niños, azorados, corren, saltan y se divierten, por ejemplo, con una instalación en la que los reflectores parecen seguir a quien deambula dentro de la sala, o con una obra interactiva que consiste en una serie de ocho espejos de los cuales brotan mágicamente retratos cuando el espectador les dirige su aliento.

Amigos, parejas de novios o familias enteras no desaprovechan la atmósfera de libertad que ofrece el lugar y se toman cuantas fotos pueden, con cámaras o telefónos celulares, al lado de las esculturas, las instalaciones, los videos y las fotografías que se exhiben.

Como en todo museo, pueden observarse niños, jóvenes y adolescentes con cuaderno en mano en los que, oficiosos y con rostro de fastidio, copian las cédulas de sala. Pero ni ellos se escaparán de sentirse atraídos y atrapados por el azoro, como Diana, de ocho años, a quien impactó el juego de colores, los animales disecados y el laberinto de la monumental instalación Cantos Cívicos, en la cual Juan Nieves se vale de la ironía para criticar los regímenes totalitarios.

Visitar por vez primera el MUAC tiene especial significado para varios ex estudiantes de la máxima casa de estudios, como la contadora Diana Ruiz, de 33 años, quien platica emocionada que durante largo tiempo esperó la inauguración del recinto, el cual conoce, sin exagerar –afirma–, desde los primeros tabiques.

 
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