Ópera aérea, pero fallida
Una soprano y una mezzosoprano vuelan por los aires y hacen piruetas mientras cantan arias y duetos de ópera. Tal es la premisa básica del espectáculo OperAérea, que se presentó recientemente en el teatro Julio Castillo.
Como propuesta fundamental de un espectáculo con aparentes intenciones didácticas no está mal, sobre todo porque uno de los lastres fundamentales de la ópera en cuanto teatro suele ser el estatismo e inmovilidad de sus personajes/ intérpretes. El problema principal, de muchos que tiene esta OperAérea, es que la relativa novedad del recurso de las cantantes voladoras se agota muy pronto, y el resto del espectáculo no da para mucho. Y si se compara la mediana eficacia escénica de este vuelo con las evoluciones aéreas presentadas en la reciente Tetralogía wagneriana de Bellas Artes, la OperAérea no queda muy bien parada.
Se afirma que OperAérea es un espectáculo introductorio a la ópera, para toda la familia, y el énfasis en los niños como destinatarios principales no podía ser más claro, ya que por todas partes se pregonaba que el proyecto era apto para espectadores de tres años de edad en adelante. Y es en este ámbito donde se hallan, en mi opinión, los principales problemas de OperAérea. ¿Cómo suponer que un niño (o para el caso, un adulto no iniciado) puede aprender cosa alguna sobre la ópera si el espectáculo no es más que una secuencia de números musicales inconexos? ¿Cómo creer que el público, de cualquier edad, puede entender la esencia de la ópera o el contenido narrativo de las arias y duetos, si nadie lo explica?
No ayuda para nada el hecho de que, con el afán de “aprovechar las nuevas tecnologías”, se proyecten sobre el telón de fondo fragmentos de los textos cantados (en idiomas diversos), con tipografía poco clara, escaso tiempo de lectura, superposiciones inútiles y confusas, así como anárquicos movimientos de las proyecciones.
En numerosos momentos, OperAérea parece partir del añejo concepto de “si no los divertimos, por lo menos los mareamos”. Para cualquiera que se haya involucrado, así sea superficialmente, en proyectos de enseñanza y apreciación musical, es evidente que faltó un guión de continuidad, un hilo conductor entre los fragmentos elegidos y, de manera fundamental, un narrador.
Como señalé antes, la novedad de las divas aéreas se agota pronto, y a ello hay que añadir el hecho de que sus muy sólidos y muy seguros arneses (aplaudo sin reticencias) las confinaron a un restringido y claramente incómodo ámbito de movimientos, y sus evoluciones aerobáticas no contaron con un manejo del todo preciso de cables y poleas por parte de los técnicos. A esto se añade un trabajo de iluminación muy pobre en general, y diseños coreográficos que poco aportan a la parte musical del espectáculo.
Es cierto que en la selección de fragmentos musicales presentados hay música muy hermosa, pero también se antoja extraño que para un interludio instrumental se haya elegido el Aria para la cuerda de sol, de Bach. Asumo absolutamente la libertad creativa de los autores de OperAérea, pero, ¿no hay en todo el catálogo operístico un buen interludio orquestal? Y si se requiere reafirmar que la intención fundamental del espectáculo es didáctica, ¿por qué grabar las pistas sonoras con una orquesta de nivel apenas mediano? ¿Los niños no merecen una orquesta de primera para su acercamiento inicial a la ópera?
No todo fue pérdida, sin embargo. OperAérea tiene algunos momentos plásticamente muy hermosos, como la interacción de abanicos y pétalos en Madama Butterfly, o el pulcro diseño visual a base de velos en Lakmé, pero son pocas golondrinas para hacer un verano.
Lo más rescatable, sin duda, la entereza teatral y la educada musicalidad de Lourdes Ambriz y Verónica Alexanderson, cantando hermosamente desde las alturas. Si la opinión de este adulto escéptico no resulta la más pertinente, cito algunos comentarios de los críticos más feroces, implacables y objetivos, los niños que asistieron a OperAérea: “¿Por qué colgaron a las señoras? Mamá, ¿por qué están vestidas como Barney? ¿Qué canciones están cantando? ¿Ya terminó? ¿Ya nos vamos, papá? ¿Por qué está todo oscuro? ¿Se van a caer?”