■ Se prevé que el número de muertos aumente; 130 decesos y 320 heridos, último recuento
Continúa la batalla en Bombay; acusa el primer ministro indio a Pakistán
■ Alrededor de 12 agresores han sido eliminados desde la noche del miércoles, informan autoridades
■ Unos 400 huéspedes fueron rescatados por los agentes del hotel Taj, y al menos 60 del Oberoi
Ampliar la imagen Cadáveres yacen cerca de la alberca del hotel Taj, atacado el miércoles por un grupo islamita Foto: Reuters
Bombay, 27 de noviembre. Comandos indios vestidos de negro libraron sangrientas batallas de una habitación a otra contra militantes fuertemente armados y atrincherados en dos hoteles de Bombay este jueves en su intento por liberar a rehenes y a huéspedes atrapados tras el ataque sin precedentes que el miércoles pasado sufrió la capital financiera de India, cuyo saldo más reciente es de al menos 130 muertos y unos 320 heridos.
Un británico identificado como Andreas Liveras, millonario de la construcción de yates originario de Nottinghamshire y quien figura en la lista de los hombres más ricos del Sunday Times, es uno de los seis extranjeros muertos. Se espera que el saldo fatal se incremente a medida que la división de emergencia de los servicios de seguridad, conocida como Gatos Negros, terminen de expulsar a los hombres armados y obtenga el control pleno de los lugares donde ocurrieron las matanzas.
Al tiempo que los indios se preguntaban quién perpetró esta bien coordinada campaña de terror contra 10 puntos de la ciudad, el primer ministro Manmohan Singh se apresuró a acusar a Pakistán, viejo enemigo de India, al afirmar que los atacantes seguramente tuvieron apoyo externo.
“Los ataques, bien planeados y orquestados, tienen probablemente nexos externos y su objetivo fue hacer que cundiera el terror al elegir blancos de alta visibilidad”, sostuvo en un mensaje a su convulsionada nación. “Es evidente que el grupo que llevó a cabo estos ataques tiene su base fuera del país y estaba decidido a crear caos en nuestra capital comercial”, añadió.
Los extremistas islámicos, armados con rifles automáticos AK 47 y con mochilas repletas de municiones, granadas y explosivos, se hallaban sitiados en la playa de los hoteles Taj y Oberoi, mientras las llamas seguían consumiendo zonas de dichos edificios.
Aún queda mucho por aclarar en torno a los ataques que comenzaron la noche del miércoles. Lo que se sabe es que cerca de 24 hombres armados vestidos de camisa negra, pantalones de mezclilla oscura y que parecían tener entre 20 y 25 años se desplegaron según planeación meticulosa. Se informó que llegaron a la playa a bordo de lanchas de inflables y desembarcaron cerca del emblemático Portal de India. Ahí, de alguna forma se hicieron de un vehículo desde el cual rociaron ráfagas de ametralladora contra los transeúntes, y se apresuraron a llegar a los hoteles de lujo y a la estación ferroviaria de Chhatrapati Shivaji.
También informaron fuentes oficiales que existe evidencia de que los hombres montaron una misión de reconocimiento para preparar los ataques.
Las autoridades afirmaron que unos 12 atacantes han muerto desde la noche del miércoles, y 400 huéspedes fueron sacados del hotel Taj, y otros 60 del Oberoi. Seguía sin quedar claro cuántos huéspedes seguían escondidos en sus habitaciones o tomados como rehenes por los atacantes.
El alivio era evidente en los rostros de quienes lograron escapar. Marilyn Ernsteen, de Chicago, salió del hotel Taj a la calle con un ejemplar de la novela de Nicholas Sparks, titulada, de manera muy apropiada El Afortunado. “Estaba muy asustada”, dijo con voz quebrada. Llevaba tres semanas de vacaciones con su marido, Joseph, quien afirmó: “Estábamos en nuestra habitación y alrededor de las 23:15 recibimos una llamada telefónica y nos dijeron ‘Por favor permanezcan en su habitación’. Escuchamos explosiones y muchos disparos. Simplemente dejamos la puerta cerrada. Esta mañana, como a las nueve dije: ‘Creo que ya tuvimos suficiente de esto’. Me asomé por la puerta, grité, y luego salimos por las escaleras de servicio”.
En el hotel Trident-Oberoi, en el arbolado barrio de Nariman Point, hubo tiroteos intermitentes y reportes de una explosión. La policía acordonó un edificio mientras helicópteros sobrevolaban la zona. Un ciudadano polaco, que estuvo entre los pocos huéspedes que lograron escapar tras el ataque, dijo a reporteros que había visto muchos cadáveres dentro del edificio, pero rehusó dar detalles y afirmó que prometió a la policía no ventilar detalles de la operación de rescate.
En el Taj, de 105 años, uno de los hoteles más famosos de India, la policía tomó posiciones defensivas dentro del perímetro mientras los comandos cazaban a los atacantes en el edificio. La televisión local mostró imágenes de los equipos de los Gatos Negros revisando cada una de las 800 habitaciones y encendiendo la luz en cada una hasta estar seguros de que nadie había allí.
Cerca de ahí, el café Leopold, un popular centro de reunión de turistas que fue uno de los primeros lugares en ser atacado, permanecía cerrado; su mobiliario regado en un caos por el suelo era visible a través de la cortina metálica del establecimiento.
Los comandos rodearon también el centro comunitario judío, a cargo de un grupo ultraortodoxo llamado Chabad Lubavitch, donde el rabino Gavriel Noach y su esposa fueron tomados como rehenes. Más tarde se informó que ocho personas, incluso el bebé de un año de la pareja, de nombre Moshe, habían sido liberados.
Uno de los atacantes se atrincheró en este centro, llamó por teléfono a un canal de la televisión india y se dijo dispuesto a hablar con el gobierno. También fustigó el trato que se da a los musulmanes en Cachemira. “Pídanle al gobierno que hable con nosotros y liberaremos a los rehenes”, dijo el hombre con el acento típico de los habitantes de Cachemira, quien se identificó como “Imram”. “¿Están conscientes de cuántas personas han sido asesinadas en Cachemira? ¿Están al tanto de cuántos musulmanes ha asesinado su ejército? ¿Saben a cuántos musulmanes han matado en Cachemira sólo esta semana?”, preguntó.
Una mujer que vive en los callejones de la zona del céntrico mercado Colaba dijo que llegó a su casa a las 21:30 horas y escuchó disparos. La mujer, quien pidió el anonimato, afirmó que vio a militantes disparando desde las ventanas del centro comunitario judío y que entre ellos había una mujer. “Estaba iluminado el interior de la habitación. Se cubría con un pañuelo, pero me di cuenta de que era una mujer. Usaba unas pulseras. Disparaba sin cesar, no se detenía por nadie”.
Los heridos fueron llevados a hospitales de la ciudad. Este jueves, familiares de quienes quedaron atrapados en varios incidentes esperaban noticias, ansiosos. Muchos desempeñaron el tormentoso deber de identificar los cuerpos de sus seres queridos.
En el hospital Sir Jamshedjee Jeebhoy, Mohan Lal Narang, de 76 años, y su hija estaban sentados en una banca, evidentemente confundidos. Buscaban a una tía, pero no la tenían registrada como paciente, y entonces pidieron ver los cadáveres. “Ahí estaba ella”, dijo Narang, “No puedo creer que hayamos perdido a toda nuestra familia”. Su hermano y su sobrino también perecieron después de asistir a una fiesta en el hotel Taj.
El sobrino llamó a su esposa, quien escapó del lugar a las 3:30 de la madrugada, para decirle que estaba bien, escondido en un sótano donde almacenan vinos, pero más tarde fue hallado muerto.
Un grupo hasta ahora desconocido, los Mujaidines del Decán, se atribuyó los ataques, pero no existe aún confirmación de ello. El canciller paquistaní Shah Mehmood Qureshi, de visita en India para conversaciones de paz, dijo estar “pasmado y horrorizado”, aunque evidentemente estaba al tanto de los comentarios y acusaciones del primer ministro Singh al vincular a Pakistán con los ataques, por lo que pidió al gobierno “no llegar a conclusiones prematuras ni reaccionar intempestivamente”.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca