■ La serpiente roja es la crónica de los cambios físicos y emocionales que ha sufrido por el mal
Transforma Marcos Límenes en un libro su padecimiento de una rara enfermedad
■ Para evitar caer en un “drama lacrimógeno”, el autor optó por el “humor cáustico”, asegura
Ampliar la imagen Una de las ilustraciones del libro La serpiente roja Foto: Tomada del libro
Una enfermedad, por paradójico que parezca, puede ser el mejor vehículo para aproximarse y entender muchos aspectos de la vida que de otra manera pasarían desapercibidos o parecerían insignificantes.
Esta circunstancia se ve acentuada cuando el origen del padecimiento es desconocido y/o se tiene poca información sobre él, y entonces la idea y el temor de morir se hacen más palpables, descarnadamente cercanos.
Testimonio de ello lo brinda el artista plástico Marcos Límenes en su libro La serpiente roja (Cuadernos de Quirón), una suerte de diario en el que documenta de forma literaria y pictórica los cambios que ha debido enfrentar en su vida personal y familiar a raíz de que hace cinco años le irrumpió una rara enfermedad de la piel, denominada pitiriasis rubra pilaris.
Extraña en tanto que nadie conoce sus orígenes y también por sus síntomas, que, grosso modo, consisten en resequedad excesiva, descamamiento, irritación e inflamación, además de comezón, ardor y erupciones.
Provocado por una exagerada producción de queratina en las células de la epidermis, aunque nadie sabe las causas, según precisa el creador, este trastorno representa “un cambio de piel tres o cuatro veces al día, cuando el proceso en una persona normal requiere casi un mes y pasa totalmente desapercibido”.
La elaboración de dicho libro –el cual será presentado hoy a las 19 horas en la galería Arte Mexicano (Rafael Rebollar 43, colonia San Miguel Chapultepec)– responde a un afán del artista por divulgar en qué consiste su padecimiento, pero sobre todo, sensibilizar sobre cómo cualquier enfermedad puede cambiar radicalmente la vida y la forma en que ésta es apreciada y asumida.
En entrevista, Marcos Límenes señala que es una tarea sumamente difícil, por el peligro de terminar provocando compasión o de hacer “un drama lacrimógeno”, y explica que ante ello optó por “el humor cáustico, quemante, como lo es la propia enfermedad”, en el momento de registrar e interpretar su situación, fuese por medio del pincel o la pluma.
“También me pitorreo un poco del mundo médico, de la supuesta autoridad y la arrogancia y ligereza con la que los especialistas abordan en ocasiones las enfermedades y al enfermo. En mi caso, por ejemplo, llegué arrastrándome al consultorio y el doctor me dijo que tenía mucha suerte porque lo mío no era cáncer”, relata.
“Uno de los aspectos que trato de echar abajo con el libro es esta idea de la enfermedad como una fatalidad ligada a una palabra, como el cáncer. A uno le dicen que padece cáncer y sabe que está todo acabado.”
También museógrafo y conductor de un programa de televisión en Tv UNAM, el artista rechaza que, ante su estado físico, haya buscado en el arte una catarsis o una especie de bálsamo con el cual tratar de aliviar su mal.
“No creo que el arte cure ni alivie. Lo asumo y lo ejerzo, más bien, como una experiencia vital, y por eso me niego a atribuirle cualquier posibilidad curativa o sanación en términos literales, ni para mí como creador ni para quien lo recibe como espectador”, subraya.
“No sé como lo vean otros, siempre me causa extrañeza cuando al arte se le tratan de atribuir otras cualidades, sean didácticas o de concientización social o de motivación política. Siempre escucho eso con mucha distancia, quizá porque yo lo vivo desde dentro; necesito ejercerlo para poder existir, sin importar si estoy enfermo o sano; ésa es mi condición.”
Recuperado ya de su enfermedad, después de tener que pasar por diversos doctores, una quimioterapia e incluso curanderos, Marcos Límenes finaliza: “La he librado, por lo menos hasta ahorita, y eso lo considero un golpe de suerte y un regalo.
“No es que lo que me quede de vida sea un bonus track. No había visto tan de cerca la vida hasta que me enfermé. Obviamente, ahora, cada día me despierto con otra actitud; pero como artista nada ha cambiado, siempre he vivido mi trabajo con mucha intensidad, pasión y seriedad, así es este libro, y así quiero seguir.”