Usted está aquí: jueves 27 de noviembre de 2008 Política Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ No tener madre

■ Dos formas de llevar el dolor

■ Complicidades explícitas

Ampliar la imagen REUNION LEGISLATIVA  La Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados se reunió con la comisión especial para dar seguimiento a las agresiones a periodistas y medios de comunicación. En la imagen: Héctor Larios, Javier González, Emilio Gamboa, Gerardo Priego y César Duarte REUNION LEGISLATIVA La Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados se reunió con la comisión especial para dar seguimiento a las agresiones a periodistas y medios de comunicación. En la imagen: Héctor Larios, Javier González, Emilio Gamboa, Gerardo Priego y César Duarte Foto: Francisco Olvera

Nelson Vargas ha sido honesto y congruente con su penar: no se ha prestado a manipulaciones políticas ni ha participado en montajes junto a los responsables de las desgracias denunciadas. A pesar de que su condición de ex funcionario del primer sexenio panista podría haberle empujado a alguna forma de entendimiento con la actual administración, ha sido riguroso practicante de un duelo estremecedor, sin concesiones politiqueras ni protagonismo discursivo o ceremonial. Un padre terriblemente lastimado por una realidad estructural frente a la que no caben acomodos ni caracoleos. Una víctima que luego de confirmar las impericias, desidias o complicidades de los funcionarios presuntamente justicieros no se detiene en señalar que ese actuar gubernamental no tiene madre.

Alejandro Martí, en cambio, permitió que el secuestro y asesinato de su hijo Fernando fuese convertido en hipócrita acto público de contrición y en sabidamente falaz elaboración de “compromisos” de sustancial mejoría de la seguridad pública y la justicia penal. Ese padre doliente ofreció a la clase política una valiosa oportunidad de ganar tiempo y continuar con el juego de la simulación, a más de que la explotación mediática del caso encajó a la perfección en las estrategias políticas que buscaban desplazar el tema de la creciente lucha en defensa del petróleo e instalar nuevos tópicos y realizar otras formas de movilización social, calladas, genéricas, iluminadas, silenciosamente esperanzadas en milagrosas conversiones de los malos funcionarios y políticos en personajes justicieros y bondadosos.

A cien días de lo que de inmediato fue calificado aquí como una “Faramalla acordada”, la situación es infinitamente peor. No sólo perdieron la vida en un incidente oscuro y socialmente intimidatorio dos altos funcionarios relacionados con la gobernabilidad y las reformas penales (Mouriño y Santiago Vasconcelos), sino que el procurador federal de justicia, Eduardo Medina Mora, y el secretario federal de seguridad pública, Genaro García Luna, han visto caer algunas de sus piezas burocráticas en el pantano de las sospechas y las inculpaciones. A la percepción generalizada de que la caída del jet de Gobernación fue intencional se suma la certeza procesal de que los órganos gubernamentales encargados de procurar justicia y garantizar seguridad han sido fuerte y largamente infiltrados por cárteles del narcotráfico que han puesto a su servicio la estructura oficial hasta niveles extremadamente altos.

Tratamiento especial merece el expediente del ingeniero García Luna, convertido desde el principio del actual sexenio en uno de los dos vicepresidentes informales del país: Genaro y Juan Camilo. El primero, en todo lo relacionado con lo policiaco, avasallando al procurador Medina Mora, fusionando corporaciones para tener un mando único y promoviendo modificaciones legales en busca de quedarse con un poder de facto que nunca antes ha tenido nadie por debajo de quien ocupe la casa presidencial. El segundo, en los asuntos políticos y económicos, confidente único y conductor designado de tópicos redituables.

A propósito: Anabel Hernández ha escrito Los cómplices del presidente, un libro que parte de la premisa de que “la crisis política y de inseguridad pública que atraviesa el país obliga a indagar sobre los tres principales causantes de este conflicto: Mouriño Terrazo, García Luna y Calderón Hinojosa. Los cómplices” (el texto fue terminado antes de la muerte de quien era secretario de gobernación). Además de preguntarse sobre las circunstancias en las que llegó Calderón a la Presidencia, la cooptación del IFE y las guapuras de Mouriño y sus negocios familiares, Anabel plantea, en relación con García Luna: “¿Por qué lo acusan de proteger a bandas de secuestradores y narcotraficantes? ¿Por qué los operativos contra la inseguridad no funcionan? ¿Por qué sus colaboradores más cercanos están involucrados en el homicidio de Enrique Salinas de Gortari? ¿Por qué se comienza a decir que en la SSP opera un megacártel?” Y, respecto a Calderón: “¿De quién es el velero en el que se pasea el presidente? ¿De quién es la casa donde Calderón se hospeda cuando va a Acapulco y donde dicen que Arturo Montiel y Maude Versini pasaban ratos inolvidables? ¿Cuál fue el financiamiento paralelo en su campaña, que nadie ha investigado? ¿Por que la mayoría de las veces, en lo que va de su sexenio, sus eventos públicos terminan después de la hora de la comida?”

Por lo pronto, mañana habrá un nuevo ceremonial de engaño y manipulación, cuando los poderes de la República traten de competir en la entrega de presuntas buenas cuentas. El crimen organizado sigue adelante mientras el gobierno desorganizado retrocede. Porciones importantes del país han sido sustraídas al control gubernamental, sobre todo la mártir Chihuahua, que padece la cruel violencia desatada pero también la desidia y la irresponsabilidad de las autoridades federales. Calderón recompone su equipo de trabajo metiéndose cuñas y abriéndose flancos, mientras su otro funcionario de confianza, García Luna, es golpeado políticamente desde diversos frentes, el militar, sobre todo, donde repelen la posibilidad de que se le dé más fuerza.

En ese contexto, Nelson Vargas sufre y exige, reprocha y denuncia, señalando la falta de madre de quienes no resuelven un caso notable de secuestro ni porque tienen las evidencias enfrente. Alejandro Martí, mientras tanto, organiza observatorios ciudadanos, muestra su verdadero talante en la exigencia de que le devuelvan impuestos al estilo Banamex y se muestra comprensivo y atenuado respecto a su propia frase célebre, aquella con la que pidió renuncias de quienes no pudieran con los cargos públicos. La adecuación de esa frase hoy sería: Bueno, si no pueden, pues dénles más tiempo. ¡Oscurezcamos México!

Y, mientras Chente y Martita anuncian que ya están en condiciones de casarse por el rito católico, tal vez en una zona de Asturias, ¡hasta mañana, con el yunquista mayor tomando posesión de la secretaría particular y el yunquista menor alistándose para coordinar la campaña 2009 y buscar una diputación federal!

 
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