Usted está aquí: martes 25 de noviembre de 2008 Opinión Vientos en San Ildefonso

Teresa del Conde/ II y última

Vientos en San Ildefonso

El óleo de Picasso, titulado Paques de tabac et verre, única tela del malagueño en la exposición de San Ildefonso, está ubicado junto a otra, nada publicitada, que guarda asimismo relación con el humo y los cigarros.

Es un boceto al óleo del pintor Hernando Viñes (1927-1983), quien estuvo afiliado a la Escuela de París la que, como se sabe, amalgamó a artistas de cualquier nacionalidad, siempre y cuando hubieran trabajado en esa ciudad, lo mismo que sucede con la Escuela Mexicana (sea o no “escuela”), cuyo prestigio siempre atrae público.

Eso provoca imaginar que  consiguiendo obras, aunque no sean importantísimas, de José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, María Izquierdo y Frida Kahlo, podría armarse una muy buena itinerante en el extranjero que diera a conocer a una pléyade de artistas de México, llegando a la contemporaneidad.

En la misma sala a cuya integración aludí en la nota pasada,  está una pintura de Luis Seoane, pintor bonaerense, hijo de exiliados gallegos y fallecido en La Coruña, en 1979. Se titula Parella. Lo interesante que le encuentro va así: en sentido horizontal se aprehende como pintura casi abstracta, muy similar a la manera en que algunos estadunidenses retomaron el cubismo (pienso, por ejemplo, en Stuart Davis). Si se “para” el cuadro se vuelve una  esquemática obra figurativa convencional, dado lo cual, el pintor lo firmó apaisado.

Esa pieza marca la transición a las salas siguientes, en las que se reúnen obras de artistas gallegos o portugueses junto con otras de pintores de diversas regiones hispanas, como el madrileño Eduardo Arroyo.

No obstante, el público se detiene poco en estas secciones y tiende a regresar a la primera,  sin percatarse, tal vez, de que se presenta buen número de trabajos de Arturo Souto (1902-1964), uno de los principales pintores exiliados del franquismo, que llegó a México en 1942 procedente de La Habana y de Nueva York, donde intentó permanecer. Fue maestro de pintura de Vicente Rojo y de Enrique Echeverría.

La Caixa de Galicia posee buen acervo suyo, pero las pinturas que lo representan en San Ildefonso, como Payasos (1944) o Princesa negra (1961), ambas realizadas en esta ciudad, son mediocres; conozco mejores, varias pertenecientes a colecciones particulares.

Hay una, La derrota del caballero, exhibida, que hace recordar a Jorge González Camarena, de manera que Souto se percató de las modalidades propias de la segunda generación de muralistas mexicanos.

Con todo y los juguetones objetos en madera de Eugenio Fernández Granell (1912-2001)  la atención se va perdiendo. Granell es artista dos veces exiliado: primero del franquismo (estuvo preso por su filiación al Partido Obrero de Unificación Marxista), situación que lo llevó a República Dominicana –donde fue y es ampliamente conocido y apreciado– de allí partió  huyendo de la dictadura de Trujillo. Fue escritor, musicólogo y artista plástico.

La atención se reaviva en la ex capilla, donde se exhiben los  trabajos más recientes. Miquel Barceló, quien nos es muy conocido mediante sus muestras individuales en los museos de Arte Contemporáeno, de Monterrey y en el Tamayo. La pieza que lo representa es espectacular (1.99 x 3.04), El fuego en la playa (1984), vecina en cuanto a tónica a obras de Anselm Kiefer y tal vez más interesante que piezas suyas posteriores.

Otra participación relevante  es la de Carmen Calvo (1950),  minimalista y conceptualista valenciana que tuvo exhibición en el Museo de Arte Moderno (MAM) hace algo más de una década. Participa con una técnica mixta en zinc y barro, de 1995, de bastante impacto, adosada al muro.

Con la impresionante escultura de Francisco Lario se cierra la muestra. Está trabajada  en madera y resina policromada, y parece tallada a hachazos. Por analogía, me recordó las piezas monumentales en madera de Germán Venegas, varias de las cuales pudimos observar de nuevo en la gran exposición del MAM. Ambos artistas quizá se equiparan en cuanto a predilecciones y en el aspecto de la monumentalidad ofrecen convergencia.

Los familiares de Venegas integran genealogía de tallistas en madera y el padre de Lario, quien es importante artista gallego, fue cantero.

No existe catálogo de la muestra, aunque sí un folleto explicativo, sin enlistados.

 
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