Barrio de los lobos
Qué voces dispuestas a cantar tenemos
en el hermético reino de círculos y rombos
donde asomarse al frío mata de calor
y uno paga más cara el agua que la vida.
Quiénes danzarán sin velo y descalzos
bajo las farolas de los abrazos incestuosos
(ya ven lo que es la fuerza del cariño
entre los que llevan el mismo infierno en la sangre).
Salen de las alcantarillas como roedores ávidos
los cinco sentidos de la carne
pero en medio del tráfico y el tumulto
se pierden a sí mismos del otro lado de la sombra.
Cómo puede haber así quien trove, maldiga o retrate
el malestar de la cultura instantánea
y la hiperconexión subcortical del hambre.
El odio, el miedo, la angustia,
prevalecen sin sustento, emaciados a los ojos
de los niños que juegan la rayuela,
el trae-acá la desa que encontraste.
En blanco, los ojos negros explotan
con los fuegos artificiales de la feria
en el indomable barrio de los lobos
aullándole a la luna y ladrando a lo que se mueva.
Faltan voces, habiendo tantas,
faltan manos que hagan la felicidad un pulpo
ahora que arrecia la sed
y el sudor se escarcha por las inversiones térmicas.
Apretar los sueños parece que es la cosa,
amacizarlos a golpe de ola, martillo en mano,
graves, arrebatados, lúcidos,
ponerlos a secar y usarlos luego.