Poco a poco
Se acentúan cada vez más los efectos de la crisis financiera en Estados Unidos. La fragilidad de los grandes bancos no se supera y tampoco se restablecen los circuitos del crédito; la volatilidad del mercado de acciones es muy grande y los inversionistas buscan en su mayor parte algo de seguridad en la deuda del gobierno.
Mientras tanto, hay mayor evidencia del menor ritmo de la actividad productiva, la generación de empleos y el gasto de consumo de las familias. Las empresas no financieras muestran también su debilidad, como es el caso de la industria automotriz.
A medida que esto ocurre, se empieza a registrar la forma en que, poco a poco, pero de modo consistente se transmite la recesión a la economía mexicana.
Algunos datos pueden ya exponerse. El INEGI publicó el viernes pasado las cifras de la producción al tercer trimestre de este año. En términos anuales, es decir, el dato de cada trimestre comparado con el mismo del año anterior, el producto tuvo un crecimiento de 1.6 por ciento. Éste es el registro más bajo desde el primer trimestre de 2004, cuando se aplicó la nueva base de medición que se hace con los precios de 2003 (la metodología anterior era con base de 1993).
En lo que va de este año la tasa de crecimiento del PIB por trimestres ha sido de 2.6, 2.7 y 1.6 por ciento y esta última cifra contrasta con la de 3.4 por ciento del mismo trimestre de 2007. Las previsiones son que la tasa caiga al final del año y durante el próximo.
El sector manufacturero, cuyo producto representa 18 por ciento del total, creció el trimestre pasado a una tasa anual de menos 0.2 por ciento, también la menor desde 2004.
El rubro de la fabricación de equipo de transporte –la industria automotriz– representa una quinta parte del valor que se genera en las manufacturas y su expansión el trimestre pasado fue de 1.5 por ciento. En este segmento se aprecia un ritmo de crecimiento muy variable por periodo, pero la cifra recién citada contrasta mucho con las tasas de los cuatro trimestres anteriores (20.3, 25, 20.7 y 16.1 por ciento, respectivamente).
En el caso de la construcción, el valor total de la producción creció el trimestre pasado menos 1.1 por ciento, afirmando una tendencia a la baja con respecto a las tasas registradas el año pasado. En el rubro de la edificación, donde se encuentran las viviendas, el crecimiento fue del mismo nivel negativo y la tendencia igual.
Hay diversos canales por los que se transmite la recesión estadunidense en curso a la economía mexicana. Algunos de ellos son evidentes debido a la estructura productiva existente y la manera como ésta se asocia con la generación de empleo y de divisas.
Uno de esos canales es, precisamente, el producto de la industria automotriz que representa una parte muy significativa de la exportación de manufacturas. Esto reducirá el nivel de actividad en ese sector y el empleo. El impacto, además, tiene una expresión territorial muy definida debido a la localización de las plantas armadoras y de las empresas de autopartes.
Otra actividad en la que se resentirá la disminución de la demanda externa es el turismo, tanto en los destinos tradicionales, también muy localizados geográficamente, y en los que reciben viajes de negocios.
En el caso de las remesas no podrá mantenerse el alto nivel al que se llegó el año pasado y que fue del orden de 24 mil millones de dólares. Además, la demanda de trabajo en Estados Unidos será menor y con ello habrá un impacto en la ocupación y el empleo internos.
En el caso del petróleo, la recesión conlleva una menor demanda que mantendrá los precios bajos y posiblemente aun por debajo de los niveles actuales.
Otras vías de transmisión serán en los campos fiscal y monetario. En el primer caso una menor captación de impuestos que junto con los menores ingresos petroleros reducirán los recursos del gobierno. El mayor gasto planeado en infraestructura deberá estar bien armado en términos de su financiamiento y, en todo caso, el plan de que será equivalente a 5 por ciento del producto indica que la base sería menor.
En el caso monetario las presiones sobre el valor del peso son patentes y se deprecia con respecto al dólar. El tipo de cambio interbancario era 10.91 pesos por dólar a fines de diciembre de 2007 y el 21 de noviembre pasado era 13.83, lo que representa una pérdida de 26 por ciento. En cuanto al valor que fija el Banco de México para solventar pagos en dólares la pérdida anual en promedio hasta octubre fue 16 por ciento.
La relación entre el tipo de cambio y las tasas de interés puede tensarse en los meses siguientes y debilitar aún más las condiciones financieras de la economía. Será cada vez más complicado controlar la inestabilidad y en un entorno recesivo.
En el terreno financiero hay una “burbuja” que puede reventar en la magnitud del endeudamiento de las familias en las tarjetas de crédito, los préstamos hipotecarios y la compra de automóviles. La estructura bancaria puede resentir los efectos de la crisis financiera global como indica, por ejemplo, la situación de Citigroup, que es dueño de Banamex. Ese caso podía no ser el único.
La economía mexicana no está aislada de los efectos de la crisis, la reconfiguración que ha habido de su estructura productiva, financiera y fiscal, de sus relaciones de comercio con el exterior, de los flujos de financiamiento y de las condiciones del mercado laboral son los mecanismos de transmisión que llevarán a un ajuste cuyas dimensiones no son hoy previsibles.