■ Hay que cerrar fronteras a esos productos, opina Ignacio Chapela
Debe protegerse ya el maíz de los transgénicos: investigador
Ante la demostración de que sobre el maíz transgénico no hay control y una vez que se introduce en el campo se cruza con especies de consumo humano, el gobierno tendría que dejar de solapar los intereses comerciales de las trasnacionales de la biotecnología, que lo único que buscan es que se incorpore ese producto al campo mexicano, y proteger ese alimento básico, ante los efectos ambientales y de salud que pueden generar, señaló Ignacio Chapela.
El investigador de la Universidad de Berkeley, autor del estudio que en 2001 reveló por vez primera la presencia de maíz transgénico en cultivos tradicionales de Oaxaca, manifestó en entrevista telefónica que se deben tomar en cuenta los efectos políticos y legales de la introducción de transgénicos, ya que su presencia en cultivos introduce la posibilidad de acciones legales contra los campesinos, los cuales tienen la costumbre de guardar semillas, y si tienen patente industrial podrían enfrentar demandas.
Consideró que el grano, alimento básico de millones de personas, será inviable si se contamina con genes del maíz biorreactor, diseñado para generar plásticos, pesticidas y productos farmacéuticos. “Se volvería un grano incomible, con daños directamente nocivos a la salud. Es peligroso y esto es reconocido por expertos que incluso promueven los transgénicos. Es otro nivel de riesgo y no se debe cultivar.”
Lo mejor sería cerrar la frontera, pero el gobierno no está dispuesto a hacerlo. “Seguimos atorados con eso, a pesar de que es claro que ocurre”, señaló en referencia al estudio que se publicará en unos días en la revista Molecular Ecology, el cual confirma la presencia de transgenes en sembradíos tradicionales de la Sierra Norte de Oaxaca.
Estimó que el artículo utiliza varios métodos, algunos de los cuales él empleó en su estudio, y recordó el análisis de 2005 que publicaron Exequiel Ezcurra, Sol Ortiz y Jorge Soberón, el cual debió incluir los datos que ahora se presentan, pero, añadió, por alguna razón presentó una conclusión opuesta –rechaza la presencia de transgénicos en los cultivos de la misma zona.
“Al parecer hay fuerzas políticas fuertes que hacen difícil realizar cualquier estudio que no sea la promoción de esos productos. Hay gran censura, la cual hace que nadie haga esos estudios, y si se hacen con una conclusión diferente a la que buscan las empresas no se publican.” Detalló que el artículo de 2005 se difundió en sólo dos meses y el de Elena Álvarez Buylla y otros autores tardó alrededor de dos años para que se divulgara.
Dijo que aún queda por investigar qué datos de los que se publican ahora ya eran conocidos en 2005. “Si los autores lo sabían, es un caso de deshonestidad científica, ya que debieron incluirlos en ese análisis”. El experto trabaja actualmente en el desarrollo de nuevos métodos de monitoreo y mapeo de transgénicos a escala nacional, para tener capacidad de monitorear millones de muestras y decir lo que ocurre en el país, puntualizó.