A la Mitad del Foro
■ Cumbre, pirámides y el poder de las brujas
Ampliar la imagen El presidente estadunidense George W. Bush habla ante la prensa luego de la clausura de la cumbre financiera del G-20, ayer en Washington Foto: Reuters
Felipe Calderón llegó a Washington. Testimonio fotográfico del encuentro con George W. Bush en el umbral de la Casa Blanca. Atrás quedaron las catilinarias y los pucheros. Oyeron hablar de mezquindad y se arrodillaron con humildad. No hay golpes de Yunque, dijo Manuel Espino. Y sin esperar el juicio sumario de la puntillosa investigación a cargo de Luis Téllez, el impresentable valido de Vicente Fox tiró la piedra y escondió la mano: fue el narco. Germán Martínez, con hábito de penitente, adelantó la beatificación de Juan Camilo Mouriño. Pero se agrió el PAN, un pan que empieza a desmoronarse a golpes de pecho y del miedo al retorno de los brujos.
No es casualidad que Espino pusiera el coco de la restauración del poder del PRI; engolara la voz para asustar a los jóvenes turcos de Los Pinos con el peligro de solicitar los oscuros oficios de Manlio Fabio Beltrones. Versión coincidente, no ingenuamente, con lo escrito por el señor Ugalde arrojado del IFE; indiciado por presunto fraude de logaritmos, influencias patronales y abusos del poder presidencial en las largas y torpes manos de Vicente Fox. Cargos del FAP y lapidarias condenas de Andrés Manuel López Obrador, eje del movimiento constante y sostén de la fugaz fusión de PRD, PT y Convergencia. De noche todos los conjurados son pardos.
Dirigentes del sistema plural de partidos, coordinadores de las bancadas del Senado y la Cámara de Diputados, funcionarios, empresarios, artistas, diplomáticos, académicos y ministros de cultos religiosos acudieron al Campo Marte, donde Felipe Calderón organizó honras fúnebres de Estado para su secretario de Gobernación, quien ya muerto vencerá, como el Cid, dice el ditirambo presidencial. Manlio Fabio Beltrones asistió a la funeraria donde se velaron los restos mortales del secretario fallecido en el trágico desplome del avión en el que volvía de San Luis Potosí. Pero no acudió al Campo Marte. Dolientes y plañideras de acendrados hábitos cortesanos le reprocharán la dureza o la descortesía. Pero hay ausencias que son presencia republicana.
Calderón viajó a Washington. Es uno de los protagonistas de la cumbre convocada desde el pantano de la recesión declarada y reconocida en la Unión Europea; desatada en el sistema hipotecario y financiero de Estados Unidos, cuyo agónico presidente se resiste a reconocer culpas de la falta de regulación y defiende el pasado en busca del tiempo perdido: “la crisis no se debió a una falla del sistema de libre mercado”, dijo. “Tenemos que reconocer que el intervencionismo estatal no lo cura todo”. Paco Gil aplaude desde México. Y en la prensa mundial ocupan espacios vecinos la persistencia del fetichismo del mercado que se cura solo y las trágicas noticias de la estafa de “pirámides” en Colombia: perdieron todo por creer en brujas y en la magia, dicen los medios. “Es una fantasía que termina en la ruina”, dijo el presidente Uribe.
En México, Francisco Gil volvió a reivindicar su confianza ciega en la mano invisible que mece la cuna de los ciclos económicos. Los especuladores especulan, los ambiciosos acumulan, los deshonestos roban: es un problema sistémico. A falta de “gravitas”, la gravitación de Agustín Carstens en la órbita de Gil. No hay crisis de empleo en México, declara el secretario de Hacienda. Y apunta Carlos Fernández Vega, en estas páginas, que hace poco más de cinco lustros pontificaba Ronald Reagan desde la Casa Blanca: “El Estado no es la solución del problema”.
Y bajo George W. Bush se hunde la economía. Multiplicó la deuda externa; presidió la quiebra del sistema de hipotecas, el desalojo y pérdida de la propiedad de las viviendas de 25 por ciento de sus compatriotas; la quiebra de Lehman Brothers y la descapitalización de la banca; la contracción del crédito y del consumo; la pérdida de empleos y la subida del precio de los alimentos. Una crisis financiera similar a la Gran Depresión del 29: genera miedos gemelos, afecta los sectores productivos, la confianza del estadunidense común y la fuga hacia adelante de los dueños del capital. Pero George W. se aferra al fetichismo, a la magia, al poder de las brujas que demandan rechazar el intervencionismo estatal. Se diría que Felipe Calderón llegó a la cumbre vacunado por las políticas contracíclicas que decretó. Pero antes de la cena diría que “no hay soluciones mágicas”.
Y anticipó discrepancias con los mandatarios de Argentina y Brasil, Cristina Fernández y Luiz Inacio Lula da Silva: México, dice, rechaza el neoproteccionismo para enfrentar la recesión. Pero las economías marginales necesitan capacidad de consumo, inversión pública, planeación industrial. Y para México es vital la recuperación de la demanda estadunidense de bienes de consumo y materias primas. Si al norte del Bravo bajan las ventas, acá cierran fábricas, maquiladoras, plantas armadoras de autos, de televisoras. Nuestra despistada clase gobernante y los empresarios con vocación de rentistas se declararon partidarios de John McCain; denunciaron malas intenciones de Barack Obama, quien habló de revisar el TLC. Obama defendía el empleo de sus votantes, reclamaba la ausencia de cláusulas de respeto a los derechos laborales y defensa del medio ambiente.
Predicaba la defensa de sus intereses. Tal como Canadá eximió del acuerdo el agua y la cultura. Tal como demandan revisar el TLC nuestros campesinos y productores agrícolas. (Por cierto, Cruz López, líder de la CNC, encabezó la protesta y recuperaron 9 mil millones reducidos al presupuesto de 2009 en aras de la unanimidad.) Pero la generación de tecnócratas y persignados coincide en el mito de que nos tratan mejor los gobiernos del Partido Republicano. Nadie invitó al candidato Obama a venir a México. Felipe Calderón se entrevistó con Jim Leach y Madeleine Albright, sus representantes en la cumbre. Ojalá hubiera hablado con Bill Richardson, gobernador de Nuevo México, conocedor de la frontera y buen político del mestizaje mexicanoestadunidense. Hillary Clinton encabeza la corta lista de posibles secretarios de Estado. Justa cortesía y reconocimiento político, pero no lo será.
La crisis financiera estalló en Wall Street y la Unión Europea está formalmente en recesión. El firme crecimiento económico de India y China cambió el flujo del dinero. China tiene reservas por valor de 2 millones de millones de dólares: deuda externa de Estados Unidos. Y anunció plan financiero por valor de 586 mil millones de dólares. La mejor aportación a solucionar la crisis global, dice el presidente Hu Jin Tao, es mantener “saneada” su propia economía. Gordon Brown, Nicolás Sarkozy, Angela Merkel y Dimitri Medvediev coinciden en formular nueva regulación del sistema financiero mundial. Y en la urgencia de actualizar y reformar a fondo las estructuras de Bretton Woods.
Por primera vez visitó Rodríguez Zapatero la Casa Blanca. A Felipe Calderón lo recibió un exuberante George W. Bush: “Hey, amigo, what’s up?” La economía no. La mexicana crece a una tasa anual de 2.49 por ciento. Y para 2009, cero, nada: “crecimiento negativo”, dicen desde la cumbre de la pirámide de las brujas y la magia del mercado libre de toda regulación.
Felipe Calderón nombra secretario de Gobernación a Fernando Gómez Mont. Jesús Ortega se queda con los restos y las rentas del PRD fracturado. Y el PRI gana todo y dondequiera. Hidalgo anticipa el retorno de los brujos.