■ El libro La paz en Colombia aborda el sensible tema en las relaciones diplomáticas
Cuba entregó armas a guerrillas de América Latina, escribe Fidel Castro
La Habana, 14 de noviembre. Cuba entregó armas a guerrillas de América Latina según la posición hacia la isla que tuviera el gobierno donde actuaban esos grupos insurgentes, dice Fidel Castro en su libro La paz en Colombia, al abordar un asunto de alta sensibilidad en las relaciones de La Habana con la región.
“En cuanto al suministro de armas a los revolucionarios”, señala el ex presidente cubano, “nos ateníamos al carácter beligerante o no de los gobiernos de los países hermanos con relación a Cuba. Dependería del desarrollo concreto de la lucha en cada uno de ellos.”
Cuba reconoció el respaldo que dio por décadas a fuerzas guerrilleras, y son conocidas las vías (entrenamiento y asesoría militar, posiciones políticas, asistencia médica), pero el suministro de armas ha sido tratado con extrema discreción.
En el libro sólo hay algunos ejemplos. En su presentación esta semana, José Arbesú, el funcionario del Partido Comunista de más alto rango en las relaciones con el hemisferio, precisó que la isla no ha entregado armas ni financiamiento a las guerrillas colombianas.
Según el relato, en la etapa final de la insurrección sandinista en Nicaragua, en 1979, Cuba acordó con el gobierno del presidente Rodrigo Carazo, de Costa Rica, facilitarle medios antiaéreos para enfrentar a la aviación somocista, al mismo tiempo que en territorio costarricense se entregarían armas a los nicaragüenses.
Agrega que Cuba entrenó a una fuerza para que se sumara a las filas sandinistas, en las que había asesores cubanos. Castro reproduce un telegrama en el que le da instrucciones operativas precisas a uno de sus hombres en el frente sur de Nicaragua.
También cuenta que la guerrilla salvadoreña se adiestró en la isla en técnicas vietnamitas de aproximación al objetivo y uso de explosivos tras las líneas enemigas. Castro ilustra el resultado de las lecciones con la destrucción de la mayor parte de la aviación gubernamental (1982) y la aniquilación en su propio cuartel de la Cuarta Brigada, entonces la mejor fuerza de élite del ejército (1983).
Apunta que las armas de la insurgencia salvadoreña eran las capturadas a Estados Unidos por los vietnamitas, que después las trasladaron a Cuba.
La búsqueda de la unidad
En América Central “el esfuerzo de Cuba se consagró a la búsqueda de la unidad. Constan las actas y fotos de los momentos históricos en que ésta se logró”, señala Castro, en relación al activismo cubano para poner bajo mandos únicos a las distintas corrientes guerrilleras en El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
“Hubo guerrilleros que perdieron años planeando triunfos para las calendas griegas. Se trataba de una concepción que no cabía en nuestras mentes. Es igualmente cierto que los eternos pregoneros del capitalismo, manejados por los órganos de inteligencia yanqui, sembraron ideas extremistas en la mente de algunos revolucionarios.”
Salpicando esa etapa con sus recuerdos, Castro reconoce que la historia todavía está por escribirse. Aunque el libro incluye algunos documentos secretos, Cuba mantiene aún en reserva el grueso de su relación de cinco décadas con la izquierda latinoamericana, civil y armada.
“No teníamos (…) derecho a inmiscuirnos en los asuntos internos de cualquier otro país, como no fuese con el inevitable impacto de los acontecimientos”, apunta Castro. “Infortunadamente, fueron los gobiernos de los demás países –con excepción de México, todavía bajo la influencia de su revolución social de principios de siglo y el brillante papel patriótico y antiimperialista de Lázaro Cárdenas– los que, presionados por Estados Unidos, rompieron normas morales y principios legales y se sumaron a la agresión contra Cuba”, añade, en alusión a la ruptura política masiva del hemisferio con la isla en los años sesenta.