Salón Palacio
■ Adiós Paco Ignacio Taibo I
Transcurría 1985. Yo era un reportero gordito, de traje y corbata, con 23 años cumpliditos el día en que conocí a Paco Ignacio Taibo I, quien fue mi jefe durante 10 años en la sección cultural del periódico El Universal.
Imposible olvidar aquellos primeros años de convivencia fraternal con los Taibo: las maravillosas comidas, de las que siempre yo era el último en salir, y la sobremesa con Benito. Paco solía llevar a todo su joven equipo de reporteros a tomar un aperitivo, acompañado de exquisitas tapas en el Mesón del Cid.
Ya en su casa –no habrá nunca una pareja de anfitriones como María Carmen y Paco el jefe del clan Taibo– escuchabamos las anécdotas más ingeniosas y picantes; construiamos las notas del día siguiente, resolvíamos conflitos periodísticos, pero el mejor momento era cuando escuchábamos cantar a Paco Ignacio Taibo I y contar las historias más sencillas y, a la vez, luminosas.
Paco tuvo la gentileza de viajar hasta una vieja hacienda de El Salto, Hidalgo, para ser testigo de mi matrimonio con una jovencita que me robé cuando hacía sus prácticas profesionales en el mismo diario donde trabajábamos. Con esos ojos vivarachos y de sabia mirada, Paco nos veía asustado. Creo que nos dio buena suerte, pues ya cumplimos 16 años de casados y tenemos un hijo encantador.
De todos los reporteros de esa sección, Paco a quien más regañaba era a mí; seguramente con razón. En esas páginas convivimos con amigos entrañables como Andrés Ruiz, Gerardo de la Torre, Eduardo Mendoza, Jorge Luis Sáenz, Elda Maceda, María Elena Matadamas y, desde luego, mi compañero de sesiones etílicas Benito Taibo. Todos fuimos parte de ese primer grupo que cada día compartío la aventura del periodismo cultural.
La lista de colaboradores de esa sección en aquellos años es muy larga. Especialmente recuerdo a dos jovencitas a las que Paco siempre apoyó: Pilar Jiménez Trejo y Lola Corrales.
El tiempo no perdona y casi sin darme cuenta han pasado 13 años de mi salida de El Universal y muy pocas veces vi de nuevo al gran jefe Taibo.
Inevitablemente una parte de mi vida se ha quedado para siempre con la familia Taibo.