El agua desdichada (Fragmento)
Todo quiere ser agua,
quiere licuarse la montaña entera
...
Aún las cumbres más altas
miran el agua
y tiemblan
...
Agua descomunal
de pronto herida
por una breve mariposa roja:
una roja palabra
una sola palabra incandescente
en la garganta sin fin
de la montaña.
Vengan al agua sordos mendigos parturientas con sed
sobrevivientes asfixiándose bajo el derrumbe
marinos acosados por la sal
náufragos condenados a muerte tigres
Vengan al agua remeros de tristísimos lagos de ciudad
Al agua todos los territorios ocres
Al agua la palabra desierto:
que se hunda como una piedra que arde
Vean por un instante el humillo de su despedida:
oigan su crepitar de brasa que se ahoga.
Vengan al agua niños durmiendo en los zaguanes,
en los sótanos de la inmundicia en los basureros.
Al agua policías que dirigen el tránsito del mediodía
Al agua ciegos
Al agua hombres avaros Al agua fabricantes de hierro
enrojecido
Al agua hombres en armas y oradores de boca reseca
Al agua niños que se mueren de fiebre en larguísimas tardes
taciturnas
Al agua enfermos de los hospitales Al agua
desahuciados
Al agua todos los sueños de la fiebre
Al agua
Al agua
Al agua
Esto fue todo
Más allá ya no importa
Más allá
el río ya no es nuestro
Más allá es el dominio del agua desdichada
Más allá
nuestro río desciende
hasta el progreso.
Efraín Bartolomé (1982)
Visión del sueño negro
(Fragmento)
¿A qué dolerse ahora?
Cuerpos de sal Agua del tiempo
Sal que en el agua se disuelve
somos.
Efraín Bartolomé (1982)
lluvia
Tierra mojada (Fragmento)
Tierra mojada de las tardes líquidas
en que la lluvia cuchichea
y en que se reblandecen las señoritas,
bajo el redoble del agua en la azotea.
Ramón López Velarde (c 1917)
Ciudad bajo el relámpago (Fragmento)
...
Es mediodía Llueve Y la ciudad se ahoga.
...
Efraín Bartolomé (1983)
mar
Elegía
A veces me dan ganas de llorar,
pero las suple el mar.
José Gorostiza (1925) Pausas
¡El mar, el mar!
Dentro de mí lo siento.
Ya sólo de pensar
en él, tan mío,
tiene un sabor de sal mi pensamiento.
José Gorostiza (1925)
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Agua
Muerte sin fin (Fragmento)
Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí –ahíto– me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida apenas, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
–más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante –oh paradoja– constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota a gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta
¡que desnudez de agua tan intensa,
que agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso –también– más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinde así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia en cándidas prisiones!
...
Iza la flor su enseña,
agua, en el prado.
¡Oh, que mercadería
de olor alado!
¡Oh, que mercadería
de tenue olor!
¡cómo inflama los aires
con su rubor!
¡Qué anegado de gritos
está el jardín!
“¡Yo, el heliotropo, yo!”
“¿Yo? El jazmín.”
Ay, pero el agua,
ay, si no huele a nada.
Tiene la noche un árbol
con fruto de ámbar;
tiene una tez la tierra,
ay, de esmeraldas.
El tesón de la sangre
anda de rojo;
anda de añil el sueño;
la dicha, de oro.
Tiene el amor feroces
galgos morados;
pero también sus mieses,
también sus pájaros.
Ay, pero el agua,
ay, si no luce a nada.
Sabe la luz, a luz fría,
sí, la manzana.
¡Qué amanecida fruta
tan de mañana!
¡Qué anochecido sabes,
tú, sinsabor!
¡cómo pica la entraña
tu picaflor!
Sabe la muerte a tierra,
la angustia a hiel.
Este morir a gotas
me sabe a miel.
Ay, pero el agua,
ay, si no sabe a nada.
(baile)
Pobrecilla del agua,
ay, que no tiene nada,
ay, amor, que se ahoga,
ay, en un vaso de agua.
José Gorostiza (1939) |