13 de noviembre de 2008     Número 14

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


ILUSTRACIÓN: Edgardo Mendoza Romero

CAMPAÑA

¡Sin Maíz no hay País!

Con la Asamblea Nacional por la Soberanía Alimentaria, realizada en la ciudad de México el 30 y 31 de octubre, concluyó la segunda etapa de la Campaña Sin Maíz no hay País. Este esfuerzo se mantendrá vigente, pero sus resultados hasta hoy, transformados en propuestas, serán difundidos por los activistas participantes –intelectuales, científicos, académicos, artistas, organizaciones campesinas, urbanas, ecologistas, de derechos humanos, de consumidores y sindicales– y se harán llegar a los poderes Legislativo y Ejecutivo en sus diferentes niveles.

Adelita San Vicente, de la organización no gubernamental Semillas de Vida y activa participante en la campaña –que en sus dos fases ha cumplido 16 meses–, dijo que el principal logro “ha sido hacer ver a la población la importancia del campo; antes se le veía como algo muy lejano, como un símbolo bucólico o romántico; hemos logrado que la gente entienda poco a poco que del campo provienen los alimentos y que allí está la base de la salud. Logramos sumar a muchas organizaciones que estaban más en el ámbito urbano (...) El alcance de la campaña no lo podemos medir, pero hay señales muy positivas, por ejemplo, en la UNAM hay una pinta que dice ‘Sin maíz no hay quesadillas’”.

Autoridad pasmada. Coincidió con Enrique Pérez, de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), en que vía esta campaña, es que se han captando impresiones, preocupaciones y propuestas de los campesinos y de los consumidores. “Y el siguiente logro será decirle al gobierno qué tiene que hacer para enfrentar esta crisis (de alimentos) pues urge tomar acciones, y hasta ahora el gobierno está pasmado”, señaló San Vicente.

Según Enrique Pérez, con la campaña “la sociedad civil cobra relevancia, y ello se observó en la asamblea nacional”, donde, con una audiencia de 600 personas, en su mayoría campesinos procedentes de 15 estados, además de representantes de Guatemala y Honduras, se reflexionó sobre temas fundamentales” como la desnutrición infantil y la obesidad y enfermedades crónico-degenerativas fomentadas por comida chatarra, los transgénicos, la crisis global alimentaria, los tratados de libre comercio, el papel de la mujer en un modelo alternativo, los agrocombustibles, el cambio climático, la necesidad de reservas alimentarias, los mercados alternativos, la migración y el derecho a ser campesino.

Vínculos de la sociedad. Lorena Paz Paredes, investigadora del Instituto de Estudios para el Desarrollo Rural “Maya”, destacó lo ocurrido a lo largo de la campaña: “en 14 estados de la República se realizaron muchísimas reuniones preparatorias, asambleas regionales y municipales, foros, mesas redondas, con presencia de organizaciones campesinas, pero también de consumidores y en general de la sociedad”; el interés ocurre porque la carestía ha hecho muy evidente la conexión acceso a alimentos-campo.

Temas de difícil comprensión, como los transgénicos se han hecho tema común en los medios y en la preocupación social, y, con la campaña como marco, hay lugares donde su discusión va en ascenso, como es Chihuahua, donde los campesinos están afectados por la siembra ilegal de maíz modificado y, con apoyo de la sociedad toda, están proponiendo cambios a la Ley de Bioseguridad para frenar ese tipo de situaciones.


FOTOS: Enrique Pérez S. / Anec

Lorena Paz afirmó que la campaña logró una resonancia interesante: además de poner en la mira social el tema del campo, motivó “un montón de propuestas y soluciones locales, comunitarias, regionales, temáticas”. En Atoyac, Guerrero, por ejemplo, se hizo un foro municipal para crear una reserva de alimentos con apoyo de las autoridades. En el Valle de México, donde la sociedad es urbana, la asamblea que se hizo por la soberanía y seguridad alimentarias logró crear una red de comercio directo con participación de campesinos de Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac y de consumidores de la metrópoli.

“Son impactos pequeños, pues están muy localizados espacialmente, pero son grandes por el significado de acercar a productores y consumidores, de revalorizar el problema del campo, de poner en boca de todos la situación que vive México con la crisis alimentaria”, concluyó (LER).

El derecho a ser campesino

La Campaña Nacional Sin Maíz no hay País ratificó objetivos principales como son “reactivar al campo para salvar a México” y renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), así como defender el derecho a ser de los campesinos y enfrentar por todas las vías posibles el sueño neoliberal, de un campo sin campesinos ni indios que intenta la “extracción impune de los recursos naturales: agua, minerales, tierra y germoplasma”.

En su documento político, presentado a la Asamblea Nacional por la Soberanía Alimentaria, realizada el 30 y 31 de octubre, la campaña –sustentada por cientos de organizaciones sociales y miles de ciudadanos— expresa que el gobierno federal ha reaccionado a este activismo con “indiferencia y desprecio”, no obstante que la realidad, de crisis alimentaria y económica global, resulta angustiante.

La campaña, que se ha visto enmarcada por un encarecimiento de los alimentos de más de 70 por ciento en los 18 meses recientes, al tiempo que los salarios han crecido sólo en cinco por ciento, recibió en su asamblea nacional el saludo de personalidades como Oliver de Schutter, nuevo relator especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación; del padre Miguel Concha, del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, y del médico Abelardo Ávila, especialista del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

Ellos compartieron con los asambleístas preocupaciones de índole económico, de soberanía alimentaria, de nutrición, de comercio internacional, de defensa de los recursos, todas estrechamente dependientes de la producción agrícola.

Atención de la ONU. Oliver de Schutter envió un mensaje a la asamblea: “(...) el caso de México me parece tan emblemático por su proximidad con Estados Unidos, por su política de apertura comercial muy avanzada, por su descampesinización y emigración masiva, por sus desigualdades sociales persistentes, por su proyecto de desarrollo sin la integración de los campesinos e indígenas, y porque en México estallaron las primeras protestas en reacción contra el alza de los precios de la tortilla en enero de 2007”.

Expresó el deseo de que prosperen las negociaciones con el gobierno para modificar el TLCAN; para que se apruebe la Ley de Planeación para la Soberanía y Seguridad Agroalimentaria y Nutricional (hoy frenada en el Senado); para que se protejan los recursos genéticos; que se respeten los derechos de los pueblos indígenas y campesinos a territorio, cultura y recursos naturales y para que se combatan los monopolios agroalimentarios. Pues todo esto, dijo, derivaría en un nuevo sistema de cultivo, intercambio, comercialización y abastecimiento de alimentos sanos y nutritivos para todos.

Vulnerabilidad en el abasto. El padre Miguel Concha habló con preocupación de “la terrible dependencia alimentaria”, pues México depende de importaciones en casi 40 por ciento del abasto de maíz, arroz, soya y sorgo, y se vuelve incierto el abasto para la población. Dijo que la campaña ha logrado su propósito y lema de colocar a “México en la boca” de la gente e incluso tuvo efectos extra fronteras, pues Guatemala adoptó el concepto de “Sin maíz no hay país”, pero el principal destinatario, el que administra el erario y los rumbos del país “ni siquiera volteó a verlos” y más bien tomó decisiones que profundizaron el modelo neoliberal, al apoyar con recursos públicos a las grandes trasnacionales y promovió la compra de alimentos del exterior sin traba alguna (LER).