Usted está aquí: jueves 13 de noviembre de 2008 Cultura Rememoran a Sor Juana desde su deslumbrante e inagotable obra

■ Los textos presentados serán reunidos en un libro, anuncian

Rememoran a Sor Juana desde su deslumbrante e inagotable obra

Arturo García Hernández

Ampliar la imagen Jesusa Rodríguez y Carmen Beatriz López Portillo, ayer, durante el festejo por los 357 años de Sor Juana Inés de la Cruz Jesusa Rodríguez y Carmen Beatriz López Portillo, ayer, durante el festejo por los 357 años de Sor Juana Inés de la Cruz Foto: Luis Humberto González

Sor Juana Inés de la Cruz ya no cumple años, pero sí se los festejan. Ayer, le celebraron el número 357 (hay quienes dicen que es el 360). Partió y comió pastel, oyó Las Mañanitas con mariachi, bailó con quien se dejó y presenció una mesa redonda en la que cinco especialistas le hicieron el mejor homenaje al desmenuzar con rigor y lucidez aspectos diversos de su deslumbrante e inagotable obra. Todo, en la capilla de la Universidad del Claustro que lleva su nombre, a unos pasos de donde yacen su restos mortales.

Un altar de muertos gigante, proporcional a la dimensión histórica y literaria de la festejada, sirvió de telón de fondo a la mesa redonda De cumpleaños con Sor Juana, moderada por la escritora Sandra Lorenzano. Participaron Claudia Parodi, Linda Egan, Lourdes Aguilar Salas, Michael Schuessler y Sara Poot Herrera.

Para hacerse presente en el homenaje, “la Décima Musa” tomó prestado el cuerpo de Jesusa Rodríguez y a unos metros de su tumba deambuló con sus festejantes.

Egan expuso que Carlos Fuentes se mira en Sor Juana como en “uno de sus muchos espejos”, e hizo notar de qué manera el escritor intertextualiza a la poeta desde su primer libro (La región más transparente) y a lo largo de su obra, señaladamente en Terra Nostra y Cristóbal Nonato.

Explicó que “entre las inumerables afinidades” que unen a Sor Juana con el autor destacan la voluntad de ambos “de identificarse con México, por indagar aspectos marginados de la teología judeocristiana, éstos incluyen una entidad andrógina y una María divina y humana; agnósticamente se inclinan a desmaterializar el cuerpo; su percepción dualista trinitaria inyecta a sus mundos con ambivalencias carnavalescas, a un tiempo elitistas y populares”.

Asimismo, abundó Egan, los dos “defienden posturas quijotescas contra el racismo, el militarismo, el machismo, la hipocresía, la misoginia, la censura y la solemnidad exagerada”.

Lourdes Aguilar glosó el discurso musical presente en la redondilla número 87 de su opera prima, Inundación castálida, cuyo primer verso dice: “Cantar Feliciana intento”.

La redondilla, perteneciente “a la tradición del retrato femenino en la lírica hispánica, que mana de fuentes rastreables desde la antigua retórica poética medieval y retomada y transformada a partir de la influencia petrarquista”, toma al cuerpo sólo como un recurso “para enaltecer la música”.

Aguilar afirmó que para Sor Juana la música “es lo más luminoso, hermoso y sonoro que existe para celebrar las edades y bellezas femeninas”.

Para terminar, la académica aseguró que no sólo en esas redondillas se encuentran alusiones a la música, “es muy importante señalar que he encontrado que Sor Juana contempla la música de distintas maneras: como cuerpo de mujer que puede ser tocado; como instrumento de belleza armónico en el universo, y como una dulce deidad del viento”.

Y dejó sobre la mesa una inquietud: “¿existe un libro musical que no conocemos?”

Sandra Lorenzano informó que los textos presentados en la mesa redonda, algunos de los cuales, por su extensión, no pudieron ser leídos íntegros, serán reunidos en un libro.

 
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