■ Fueron erogados 20 millones de euros en la renovación del Consejo de Derechos Humanos
Polémica en España por alto costo de una obra de arte para Naciones Unidas
■ Se usaron fondos de ayuda al desarrollo y combate a la pobreza, acusa el derechista Partido Popular
■ “Sólo los tontos confunden valor con precio; el proyecto, nueva forma de hacer diplomacia”: Madrid
Ampliar la imagen El artista español Miquel Barceló trabaja en Ginebra en la obra que ha desatado una polémica política Foto: Ap
Madrid, 12 de noviembre. España está enfrascada en una polémica sobre la renovación de la Sala del Consejo de Derechos Humanos en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, que incluye una obra monumental del artista español Miquel Barceló. La obra, financiada por el gobierno español, costó 20 millones de euros (25 millones de dólares).
El opositor Partido Popular (PP, de derecha) sostiene que casi medio millón de euros (unos 650 mil de dólares) empleados en esos trabajos corresponden a los Fondos de Ayuda al Desarrollo destinados a luchar contra la pobreza en el tercer mundo.
El recinto, rebautizado Sala de Derechos Humanos y Alianza de las Civilizaciones de la sede de la ONU, se convirtió en una cueva espectacular de estalactitas multicolores que ha sido descrita por algunos como “la Capilla Sixtina del siglo XXI”, para la que se utilizaron 35 mil kilos de pintura.
El lugar será inaugurada el 18 de noviembre por el rey Juan Carlos, la reina Sofía, el secretario general del organismo, Ban Ki-moon, el presidente del gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, y el autor de la obra.
El portavoz del PP tildó la renovación de “broma millonaria”. Más aún, “muchos países podrían hacer con esos 500 mil euros pozos de agua, dispensarios o políticas de vacunación”, criticó el portavoz de Cooperación Exterior de la formación, Gonzalo Robles, quien también habló de falta de sensibilidad social en estos tiempos de crisis mundial.
El canciller español, Miguel Ángel Moratinos, aseguró que “sólo los tontos confunden valor con precio. Este proyecto es una nueva forma de hacer diplomacia y política exterior”, y afirmó que sólo el equivalente a 40 por ciento del costo de la obra fue costeado con los impuestos de los contribuyentes españoles, mientras que la iniciativa privada aportó el resto, entre ellas Repsol, Telefónica y Santander.
El embajador de España ante la ONU, Javier Garrigues, sostuvo que “en Ginebra hay multitud de proyectos y programas que tienen como objetivo la promoción del desarrollo a través de los derechos humanos. Por tanto, financiar la sede principal del nuevo Consejo de Derechos Humanos cae claramente bajo la categoría general de apoyo al desarrollo”.
“No por estar en tiempos de crisis hay que sacrificar ese ámbito de derechos humanos”, añadió.
Garrigues, detalló que la financiación del proyecto corrió a cargo de la fundación Onuart, creada para llevar a cabo esta instalación artística que es un donativo de España a Naciones Unidas, y que ésta fue financiada en 60 por ciento por capital privado mientras que el otro 40 por ciento se obtuvo del erario público.
La vicepresidenta primera del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, exigió que la fundación revele detalladamente la procedencia del financiamiento de la remodelación para impedir que el tema afecte políticamente a España.
Según The Independent, trascendió que al menos una de las empresas privadas de la fundación se retiró del proyecto y que los gastos aumentaron porque la renovación tardó más de lo esperado y España tuvo que pagar una sede alternativa para celebrar reuniones y conferencias mientras la sala de la ONU estuvo inhabilitada.
Si bien detalló que la aportación del Estado español se ha hecho recurriendo en parte al Ministerio de Asuntos Exteriores y en parte a las aportaciones de las comunidades autónomas, pero rechazó dar un desglose de las cifras pues “ese es un tema de la fundación que no consideramos que se deba revelar aquí”.
Fue Moratinos quien aseguró que la cúpula es “la gran obra artística y la Capilla Sixtina del siglo XXI”, pero Barceló, de 51 años, rechazó modestamente dicho cumplido al afirmar que tiene “demasiada devoción por Miguel Ángel para que no le abrume muchísimo dicha comparación”.
El artista plástico, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2003, describe su obra como una “cúpula que tiende al infinito, que aporta una multiplicidad de puntos de vista, una sopa de materia primigenia”.
En declaraciones al diario El País, Barceló aseguró que la polémica en torno a la renovación lo “incomoda”. Según medios de prensa, el artista recibió en pago por su trabajo 6 millones de euros (7.6 millones de dólares).
Barceló pidió que se den todas las explicaciones necesarias sobre el financiamiento de la obra, “para despejar dudas, si es que existen. Espero que así no se hable más de si hemos robado dinero de la boca de los pobres”.
Barceló afirmó que con su obra intentó aportar “una multiplicidad de puntos de vista”, como ocurre con El Libro de Arena, del escritor argentino, Jorge Luis Borges, enterrado precisamente en Ginebra y por cuya tumba el pintor pasaba todos los días.
El artista convirtió la cúpula, de mil 400 metros cuadrados, en una especie de “orografía” del mundo, una cueva repleta de estalactitas de hasta dos metros de largo y hasta 50 kilogramos de peso y un inmenso mar de olas que se mueven de sur a norte, de África a Europa, en 26 vivos colores.
“La experiencia fue larga, difícil, divertida y finalmente orgiástica”, dijo de la obra a la que dedicó dos años.
El mayor reto fue la técnica, ya que tenía que pintar un techo desafiando la gravedad. Después de muchos experimentos fallidos, pues las estalactitas “parecían cagadas de mosca”, Barceló y su equipo dieron con un material llamado Nepóxido que contiene un adhesivo muy fuerte que logró que la pintura cuajara.
Para llevarla a la cúpula, vestido como astronauta usó primero una escopeta como las del juego de paintball, con un rifle que lanza cápsulas de pintura”, y luego una enorme manguera conectada a un camión compresor como el que se usó para inyectar cemento en la construcción del túnel que atraviesa el macizo de Mont Blanc.