Isocronías
■ Un poema de Cervantes
Del poco más de medio centenar de poemas que habitan El Quijote, la mayoría son sonetos (17), lo cual muestra la afición de Cervantes por el “itálico modo”; les siguen los romances (10), evidencia de su nunca renegada inclinación por el verso castellano. Aquí atenderemos brevemente otra forma, el ovillejo, cuya invención se le atribuye, en la muy feliz muestra del capítulo XXVII de la primera parte:
“¿Quién menoscaba mis bienes?/ Desdenes./ ¿Y quién aumenta mis duelos?/ Los celos./ ¿Y quién prueba mi paciencia?/ Ausencia./ De ese modo, en mi dolencia/ ningún remedio se alcanza,/ pues me matan la esperanza/ desdenes, celos y ausencia.// ¿Quién me causa este dolor?/ Amor./ ¿Y quién mi gloria repuna?/ Fortuna./ ¿Y quién consiente en mi duelo?/ El cielo./ De ese modo, yo recelo/ morir de este mal extraño,/ pues se aumentan en mi daño/ amor, fortuna y el cielo.// ¿Quién mejorará mi suerte?/ La muerte./ Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?/ Mudanza./ Y sus males, ¿quién los cura?/ Locura./ De ese modo, no es cordura/ querer curar la pasión,/ cuando los remedios son/ muerte, mudanza y locura.”
Es uno de los mejores poemas que he leído, y la verdad cuando por primera vez me topé con la novela, de eso por supuesto hace muchos años, no le di importancia, ni a éste ni a ninguno de sus compañeros. Interesado en la trama pasé por los versos como “de noche”. Transcurriría bastante tiempo para que me detuvieran la belleza, la naturalidad, el lirismo depurado, la conciencia de forma de la composición, que en cierto modo hace un sabio resumen entre la canción, lo “italianizante” y lo castellano.
La estructura, sencilla, es rigurosa: 10 líneas por estrofa, tres; cada una dividida en dos partes, la de preguntas y respuestas o diálogo (seis versos) y la conclusión (cuatro). Los seis primeros versos hacen un total de 33 sílabas (ocho más tres –pregunta y respuesta– tres veces), y los otros cuatro 28 (en lo que a cantidades se refiere un tanto espejo la primera parte de la segunda, pero no sólo, pues los sustantivos de los versos pares, nueve sílabas en suma, se repetirán en el décimo verso).
Dado el cariño que mostraba Cervantes por Garcilaso, intuyo, no lo sé, que la forma ovillejo está inspirada en el diálogo, que aquí de alguna manera se muestra como interior, pero cuyo mayor digamos secreto está en que la conclusión suena, o eso dice mi oído, a otra voz, segunda o tercera, que con grave resonancia sintética lleva el lirismo a la reflexión, el sentimiento exaltado al pensamiento –no frío, caviloso, pero pensamiento al fin.
No me detendré en el juego de pares y nones que el poema establece, ni menos, lo que me gustaría, en sus rítmica y armonía vocálica. Concluiré indicando que, aparte de que comoquiera algo de experiencia de eco hay en el poema, hallo sorprendente la capacidad de Cervantes para adoptar diversas voces poéticas. Baste por ahora ejemplificar con el soneto que escasísimas líneas después (siete) canta el mismo personaje, Cardenio.