■ El grupo de Amparo Sánchez ofreció ayer su última presentación en San Cristóbal de las Casas
Más que concierto, Amparanoia dio emotiva fiesta de amigos en el Lunario
■ Bailaron reggae, rumba y música balcánica para celebrar con la andaluza
■ Tengo que dejar salir lo que adentro está empujando, expresó
■ El himno zapatista se escuchó a mitad de la velada
Había tal comunión entre el público y los músicos que cuando la gente se siguió con una estrofa que no era, la banda paró un segundo, Amparo Sánchez lanzó una carcajada y rencaminó la canción.
El concierto de despedida de Amparanoia, la banda basada en Barcelona que la artista andaluza encabeza (aunque como esta mujer se guía por el corazón, quizá sería más apropiado decir: el grupo que encorazona) desde hace casi 12 años, fue como una fiesta entre amigos, una fiesta prendidísima y emotiva.
En el Lunario, el pasado viernes, se dieron cita sus seguidores mexicanos –y algunos españoles–, que más que seguidores, se podría decir de nuevo que son amigos. La cantante y guitarrista de 39 años provoca que se le quiera, más que se le admire.
Así, la gente cantó todos los temas y bailó el reggae, la rumba, el ska, el ranchero, el son y la festiva música balcánica, mientras celebraba con Amparo que seguirá caminando, ahora por un camino “más acústico, más íntimo”, al lado de los integrantes de la banda Caléxico, de Tucson, con quienes participa desde hace algunos años.
Y los músicos también se divirtieron en grande, haciendo parecer muy fácil su oficio: Vesco Kountchev tocaba en la viola esa acelerada pieza balcánica y a la vez bailaba; José Alberto Varona emitía puro sentimiento cubano de su potente trompeta.
A un lado del escenario, el hijo de Amparo, Sergio, de 22 años, estaba atento a cada detalle del concierto. Cuando la cantante llegó a Madrid en 1995, iba acompañada por él, de niño, y su guitarra. Hoy Sergio es su tour manager, amable, dulce y guapo.
Corazón político
Los que asisten a sus conciertos suelen tener en común con Amparo Sánchez su corazón político del lado izquierdo.
Como dijo Ignacio Pineda, del Multiforo Alicia, durante la conferencia de prensa de Amparanoia hace unos días: “Hace canciones que animan la resistencia”.
En Somos viento Amparo cantó: “No voy a pedir permiso/ para ser libre/ si yo estaba ahí, cada palabra sentí/ el 12 de marzo, en Distrito Federal/ esperanza y abrazo, libertad y dignidad”. Se refiere a la llegada de la Marcha del Color de la Tierra a la ciudad de México en 2001. La canción fue incluida en el disco del mismo nombre, inspirado en nuestro país.
Amparo se considera zapatista. Y ha trabajado en ese camino, organizando, por ejemplo, junto con la fotógrafa Yuriria Pantoja y varios compañeros musicales, el Sound System La Realidad, que recorrió Madrid, Barcelona y Valladolid con una exposición de fotografías de las comunidades indígenas zapatistas y recaudó fondos para esas comunidades en 2001.
Por eso no sorprendió que a la mitad del concierto entonaran el himno zapatista y el público los acompañara cantando, con el puño en alto.
Tampoco sorprendió que al fondo del escenario colgara una manta roja con una estrella blanca dentro de la cual estaba la imagen de una niña encapuchada.
Otra de las banderas que Amparo ha enarbolado es la de la lucha por los derechos de la mujer. A ellas dedicó Ella baila bembé.
La vez pasada que estuvo en Chiapas fue en 2005. Durante ese viaje filmaron el documental Somos viento, Camino a La Realidad. Amparo y los músicos que la acompañaban se reunieron, entre otros, con autoridades de las juntas de buen gobierno.
En 2002, Amparanoia tocó en el zócalo capitalino, en el marco del Festival del Centro Histórico.
El grupo es de los fundamentales entre los artistas europeos que tocan eso llamado rock mestizo, que tal vez no sea más que tener el oído muy atento a las calles, en este caso de ciudades como Madrid y Barcelona, pero también a lo que suena en Cuba y los Balcanes, entre otros sitios.
Amparanoia nació en el barrio multicultural de Lavapiés, en la capital española, donde la andaluza conoció a Manu Chao, con quien encontró complicidad musical y política, junto con una estrecha amistad (“un padrino que me abrió las puertas”, lo describió en la conferencia de prensa). Fue él quien le platicó por primera vez de los zapatistas.
En 2005, Amparanoia ganó el premio World Music (categoría Europa) otorgado por la BBC Radio 3.
Amparo Sánchez suele ir por la vida con actitud de vamos-pa-delante y le rehúye a la tristeza. “Vete tristeza, tú no me interesas/, está sonando la rumba y me llama/ me llama a bailar”, cantó en La vida te da.
Final de un ciclo artístico y personal
Respecto de la despedida de Amparanoia, su cantante dijo a La Jornada en entrevista telefónica antes de llegar a México: “Sentí que se acababa un ciclo a nivel artístico y personal”. En la rueda de prensa completó: “Tengo que dejar salir lo que está adentro empujando”. En este proceso, su encuentro con Caléxico “fue detonante”. En la actualidad tiene un proyecto de grabación con ellos que retomará cuando termine la gira.
La banda de Tucson le ha abierto la puerta a música nueva para ella, y que en estos días escucha bastante: Jakob Dylan, Wilco y Cat Power, entre otros.
La producción pasada de Amparanoia, con la cual se despide, es Seguiré caminando, que incluye un cedé en vivo (Barcelona, 2006), un álbum con remixes y un devedé (documental sobre el grupo y canciones en vivo).
Amparo Sánchez está de gira con una banda ampliada, cuya formación es Jordi Mestres (baby bass y coros), José Alberto Varona (trompeta y coros), Daniel Tejedor (batería y percusión), Néstor Gutiérrez El Chivo (percusión), Lázaro Ordóñez (trombón), Óscar Ferret (piano), Vesco Kountchev (viola), Tirtha (guitarra y coros).
Amparanoia culminó ayer el Bye Bye Tour 08 en San Cristóbal de las Casas (después de estar en Guadalajara y el Distrito Federal). “Estamos con ganas de que el círculo se complete en su país”, dijo a La Jornada. “Es un honor terminar ahí y dejar las canciones resonando por última vez en el sureste mexicano.”