Tríptico
Ampliar la imagen Prohibir en las nuevas leyes la entrega de bloques petroleros a particulares, que no habría filiales como propuso el PRI, era una garantía del cumplimiento de la ley Foto: Archivo La Jornada
Esta entrega es una pequeña miscelánea de temas que suelen tratarse en medio de la confusión. A veces esa confusión es deliberada y merece una aclaración necesaria.
1. En estas páginas se ha dicho que los intelectuales que forman el grupo del Comité de Intelectuales en Defensa del Petróleo son unos “adoradores” de López Obrador. Eso es una tontería. Cualquiera que haya tenido trato con los intelectuales puede darse cuenta de que no son muy dados a “adorar” nada, como no sea a sus propias personas. Ese comité ni siquiera se formó a pedido de López Obrador. Uno de sus más importantes consejeros se lo sugirió y él lo aceptó gustoso. Su único punto de convergencia fue el problema del petróleo, no su adhesión a López Obrador. Fue un acierto, como ha podido verse.
Ese grupo de intelectuales, sumado a los muchos expertos y técnicos interesados en hacer escuchar sus opiniones, fueron los que ganaron los debates en el Senado y los que elaboraron las iniciativas de ley que sirvieron a los senadores del FAP para debatir y lograr acuerdos que todo mundo sabe que fueron muy positivos. Es la primera vez en nuestra historia en que los intelectuales pudieron ser un factor protagónico en el debate político nacional. Que eso se debe a López Obrador, creo que nadie se lo podrá regatear. Ni el PAN, dueño del poder del Estado lo logró (y menos el PRI, que ahora carece de inteligencia).
Por eso sorprende que algunos activistas que acusaron a algunos de ellos de ser unos “rajones” y unos “ojetes” hayan, prácticamente, llamado a su linchamiento. Ellos fueron un elemento decisivo en los logros de este movimiento y su líder lo ha reconocido puntualmente. Gramsci, el marxista italiano de los años veinte y treinta, que fue siempre visto como uno de los hombres más cultos y sugerentes (y no sólo para los marxistas), señalaba el hecho de que un partido político sin inteligencia no es partido y que se debía ver en los intelectuales lo que son: individuos que producen cultura (pese a que, sin excepción, sean unos “mamones”, como también reza la jerga corriente).
2. También se insiste en temas que a veces no se dominan y todo en clave antilopezobradorista. En un artículo publicado aquí mismo alguien dijo que la exigencia del FAP y de López Obrador de que, explícitamente, se introdujeran ciertas prohibiciones en los proyectos de ley era una tontería, pues si la Constitución prohíbe los contratos y la participación de la iniciativa privada en la propiedad de la nación, era inútil pedir que se prohibieran. El que escribió eso no tiene ni la más remota idea de lo que es el derecho y, en particular, la ley en el derecho.
Un apotegma del antiguo derecho romano indicaba que la ley está hecha para ser violada. Era una sentencia tajante y, hasta cierto punto, abusiva, pero muy cierta. Si la ley jurídica no pudiera violarse, hacía notar Kant, sería una ley natural. Que la Constitución prohíba que los privados intervengan en ciertos procesos del desarrollo de la industria petrolera, no garantiza que se la vaya a cumplir. Que en las nuevas leyes se prohibiera la entrega de bloques petroleros a privados, que no habría filiales como las propuso el PRI y otras cosas que se demandaron, era una garantía más segura del cumplimiento de la ley.
La Constitución y las leyes se están violando todos los días. Por eso existe una institución tan venerada como el juicio de amparo o las nuevas controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad. La Constitución no se puede defender por sí sola. Necesita que las leyes la ayuden en la tarea y, por supuesto, el defensor de la Carta Magna que es el Poder Judicial Federal. Cuando se es economista y se pretende dragonearla de jurista las cosas siempre caen en el ridículo.
3. Habría muchos otros temas que tratar, pero, por razones de espacio, me referiré sólo a otro. Hace unos días, López Obrador dijo que trabajaría arduamente para apoyar candidaturas comunes del FAP para las elecciones del próximo año. Todo mundo puede adivinar la importancia que esto podría tener. Fuera de lo que piensa el inefable coordinador de los diputados priístas (por desgracia siempre hay aquellos que rebuznan sin saberse la tonada y otros que ni siquiera son capaces de rebuznar), López Obrador tiene mucho más peso en la política nacional que la que él le concede.
Aquí el problema es múltiple. El desbarajuste que reina en el PRD y el agandalle de los chuchos en los órganos de dirección hacen imposible que haya elecciones que den a ese partido buenas candidaturas y menos candidaturas de unidad. Ya se vio lo que ocurrió en Guerrero. Pero López Obrador no excluyó de ninguna manera a los candidatos del PRD (creo, incluso, que fue a los primeros que él tomó en cuenta). Si los encinistas logran candidaturas de elección interna en ese partido, la fórmula va a funcionar. Los deslindes de la dirección que encabeza Acosta Naranjo indican que su grupo va a marchar por su cuenta.
Hay más problemas. Uno de ellos es la decisión de los dirigentes de Convergencia de ir solos a las elecciones del próximo año. No consideran que ellos tienen un pacto de unidad en el FAP. Lo que nos están diciendo es que van a romper con ese frente y eso, por sí solo, lo disuelve. Ellos deberían reconsiderarlo. López Obrador declaró que respetaría decisiones como esa. No se entiende, entonces, cómo podría haber candidaturas de unidad. Los del PT parecen no compartir ese punto, pero habrá que verlo. Si eso se da, el FAP ha dejado de existir y lo mejor sería que ya no se hablara más del mismo, con lo que la propuesta de López Obrador carecería de objeto.
Los partidos deberían pensar mejor las cosas. El FAP, bombardeado por los chuchos, ha demostrado ser vital para el movimiento cívico. Si prevalece el egoísmo partidista se ve muy difícil que ellos, por sí solos, puedan confrontar con éxito la avalancha priísta que es muy previsible o el poder panista que va en decadencia. Yo no veo mucho futuro para el PRD como está. Le irá muy mal y eso ya se sabe desde ahora. Su única esperanza es que sea capaz de lograr acuerdos internos de unidad rumbo a las candidaturas comunes. Eso es hoy imposible. De cualquier forma, todos los partidos deben saber que el movimiento cívico es la única fuerza que los puede apoyar eficazmente, siempre y cuando no se obstaculice la labor cohesionadora de su líder.