Editorial
Reacciones positivas ante Obama
Es significativo el hecho de que, en distintos tonos, gobernantes que han sido caracterizados por la administración Bush como “enemigos de Estados Unidos”, así sea por desafiar las tendencias hegemónicas de ese país, se han unido a los aliados tradicionales de Washington para saludar como datos positivos el triunfo de Barack Obama en la elección presidencial del martes pasado y el cercano arranque de su presidencia. Entre los casos más destacados figuran los presidentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.
En forma extraoficial, las autoridades cubanas han hecho saber su moderado optimismo en torno a una mejoría de la relación entre La Habana y Washington, la cual ha sido, desde hace más de 45 años y por decisión unilateral estadunidense, casi de adversarios de guerra. Ilustrativo del anacronismo cruel que representa el bloqueo económico que la Casa Blanca mantiene contra la isla es el consenso favorable a Obama que se generó entre el gobierno y la oposición interna de Cuba.
Un caso aparte es el del gobierno ruso –el cual manifestó también su beneplácito por la elección de Obama como próximo presidente de Estados Unidos–, pues si bien Washington había dado casi por enterrada la rivalidad que mantenía con Moscú en tiempos de la extinta Unión Soviética, el gobierno de George W. Bush hizo cuanto pudo para revivir la enemistad y tensar al máximo las relaciones con la otra gran potencia nuclear: intervino de manera imprudente y provocadora en los conflictos balcánicos y caucásicos, mantuvo viva una carrera armamentista carente de propósitos defensivos, sin más objetivo visible que el de dar aliento artificial a las empresas de armas y tecnología, y ordenó la instalación de un escudo antimisiles en las inmediaciones de las fronteras rusas, con el pretexto de prevenir ataques iraníes pero obviamente destinado a neutralizar el arsenal de la potencia euroasiática.
La más sorprendente y auspiciosa de las reacciones positivas provino de Teherán, desde donde el presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, envió al demócrata una felicitación por su triunfo electoral del martes. Cabe recordar que, desde el triunfo de la revolución islámica (1979), Washington ha satanizado en forma sistemática al régimen de Irán y no ha desaprovechado oportunidad para realizar provocaciones diplomáticas y militares contra ese país. Durante la presidencia de Ronald Reagan, la Casa Blanca y el Departamento de Estado incluso alentaron y apoyaron a Saddam Hussein para que emprendiera la guerra contra el país vecino. La obsesión de los gobernantes estadunidenses por hostilizar a la república islámica se mantiene vigente hasta la fecha. Prueba de ello son las reiteradas violaciones del espacio aéreo iraní por helicópteros militares de Estados Unidos procedentes del ocupado Irak, denunciadas antier por Teherán, y la prohibición a los bancos estadunidenses, girada ayer por el Tesoro de Estados Unidos, de servir de intermediarios en giros monetarios destinados a Irán.
Vistas en general, las reacciones de saludo a Obama por parte de gobiernos a los que Bush ha presentado como “terroristas” o “enemigos de Estados Unidos” pone en evidencia que la enemistad no es, en ningún caso, con ese país, sino con sus gobernantes belicistas, colonialistas y violadores de la legalidad internacional, de los que el propio presidente saliente es el ejemplo más acabado.