■ Carmen Boullosa compartió anécdotas
Atisbo al ingenioso hidalgo
Guanajuato, Gto. 6 de noviembre. Con participación anecdótica, alegre y pícara, la escritora Carmen Boullosa trasladó a los espectadores y expertos cervantistas a la década de los 60 del siglo pasado para hablar de su primer acercamiento con Miguel de Cervantes.
Boullosa tenía siete años y su familia se dedicó a pregonar la palabra de Dios durante un año en poblados indígenas, es decir, entre los más pobres.
A su regreso, la niña Carmen ingresó a un colegio donde los círculos amistosos se cerraban entre unas cuantas alumnas, que le impedían adherirse a esos grupos complejos y herméticos.
Entonces su situación cambió –narró Boullosa en el teatro Cervantes– cuando comenzó a intercambiar las “estampitas” con la imagen del Quijote de la Mancha.
Esos trueques infantiles, dijo, engrandecieron su figura ante el alumnado –antes esquivo y hermético– y la convirtieron en punto de atracción, debido al abierto intercambio que se realizaba con esos “brillantes papelitos de colores” con olor a chocolate.