Usted está aquí: viernes 7 de noviembre de 2008 Política ¿El piloto?

Jaime Martínez Veloz

¿El piloto?

El martes por la tarde comenzaba a ver los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuando de repente apareció en las páginas de Internet la noticia del accidente de una aeronave en pleno centro de la ciudad de México. La noticia era escueta pero preocupante.

La alegría de ver cómo Obama avanzaba en la votación de Estados Unidos contrastaba con la noticia del accidente en el corazón del país. Minutos después la vaga información inicial sobre el accidente se convertía en una noticia que colapsaba a la nación. En el avión siniestrado viajaban el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y José Luis Santiago Vasconcelos, ex subprocurador de la SIEDO.

El contexto en que se produjo el siniestro es el de un país convulsionado en lo político, polarizado en lo social y confrontado entre militares y organizaciones criminales, en donde estructuras policiacas, judiciales y políticas han sido penetradas por el narcotráfico, cuya capacidad de fuego y organización criminal ha demostrado no tener límites para conseguir sus propósitos e incrementar su capacidad de control territorial, financiero y político.

La pérdida de vidas humanas es un hecho lamentable y doloroso, no importa que éstas sean de amigos, familiares o adversarios. La muerte de Juan Camilo Mouriño y quienes lo acompañaban es un hecho lamentable, doloroso y preocupante para el país. Lo conocí como diputado federal de la 58 Legislatura, poco lo traté, pero nunca tuve la impresión de que fuera una persona fanática, más bien era amable y serio en su trato. Nunca tuvimos coincidencias en lo ideológico, pero ello no era obstáculo para una relación parlamentaria respetuosa y cordial. La cercanía de Mouriño con Felipe Calderón, coordinador de la bancada panista de esa legislatura, era evidente y se mostraba desde ese tiempo la confianza que existía entre ambos.

Por ello creo que estamos ante un conjunto de factores que reclaman no sólo una investigación seria, responsable y escrupulosamente profesional. En un país donde se nos ha acostumbrado a decir medias verdades o mentiras completas, la sospecha cunde y se esparce como pandemia.

Las primeras informaciones producidas por el gobierno federal a través del secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, abonan al clima de incertidumbre, al solicitar primero que no se generen especulaciones, informa que se van a contratar peritos internacionales y luego concluye sin que medie investigación alguna que “hasta ahora apunta todo a un accidente”. De las primeras opiniones vertidas por Luis Téllez se puede deducir la existencia de un “atentado contra la inteligencia” del pueblo mexicano.

La especulación que alientan y promueven sectores del gobierno federal acerca del siniestro debe ser parada de inmediato y dar paso a lo que ellos mismos llaman una investigación seria y profesional, que responda y dé cuenta de todos los elementos que deben revisarse para esclarecer este hecho lamentable y le permita al país tomar las decisiones pertinentes para garantizar la seguridad nacional.

Muchas preguntas deberán responder quienes realicen la investigación. ¿Quiénes tenían a su cargo la seguridad y el mantenimiento del avión? ¿Quién resguardaba la nave en el DF y quién lo hizo en San Luis Potosí? ¿Cuál es el grado de seguridad en el mundo que tienen el tipo de naves en la que viajaba el secretario de Gobernación? ¿Quiénes sabían del itinerario del secretario de Gobernación y de Jose Luis Santiago Vasconcelos? ¿La ciudad de México está en peligro de sufrir las consecuencias de accidentes similares? Es decir, hay más preguntas que respuestas en un asunto que ha impactado a la nación; sin embargo, es lamentable el inicio de la propagación de conjeturas e hipótesis sin haber realizado ninguna investigación.

Es lamentable que ya empieza a armarse el “cuadro” con que preparan el terreno y que la opinión pública acepte la versión oficial de “error humano” para explicar el evento. Tal parece que le van a aventar la responsabilidad al eslabón más débil de la cadena, es decir, a los pilotos, quienes ya están muertos y no pueden defenderse.

Los pilotos son los chivos expiatorios perfectos. El gobierno no puede hablar de una falla mecánica del avión porque significaría responsabilizar a la empresa fabricante (con recursos, poderosa y con intereses económicos inmensos, y que además se va a defender). ¿Alguien confía en un modelo inseguro, con alto récord de siniestros? Por otra parte, en esos aviones viajan millonarios, quienes no expondrían su pellejo volando en un avión inseguro, condición demostrada si un peritaje indica que hubo una falla mecánica en un accidente.

El gobierno no puede culpar ni al fabricante ni a la empresa que proporcionaba el mantenimiento ni a los controladores, porque daría pie a que hubiese responsables legales, sujetos (eventuales) a demandas millonarias de los deudos.

En ese sentido, lo más fácil resulta echarles la culpa a los pilotos. Los pilotos fallecidos constituyen los “pagadores” ideales para el sistema. El propio diario Reforma ya cabeceó hoy jueves sus titulares indicando que “todo apunta al piloto”. En todo caso, ¿quién contrató al piloto?

Más vale que quienes dicen que querían y apreciaban a Mouriño honren su memoria, realizando una investigación seria y responsable, atributos hasta hoy no demostrados en este asunto por el vocero gubernamental Luis Téllez, cuyo desempeño gubernamental ha estado ligado a los intereses de poderosos grupos económicos, nacionales e internacionales, los mismos que no dudaría en defender si viesen en riesgo sus intereses.

En estos días de luto nacional, vaya con este artículo nuestro más sentido pésame a todos los familiares de las personas fallecidas en la tragedia del martes pasado.

 
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