■ Recibió la fatal noticia en Atotonilco el Alto
La gira del jefe del Ejecutivo federal en Jalisco se convirtió en pesadilla
Atotonilco el Alto, Jal., 4 de noviembre. A las 7:25 horas, cuando el presidente Felipe Calderón concluía una gira por esta entidad, Aitza Aguilar, su secretaria particular adjunta, se aproximó a él y le informó del percance en el que murió el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño.
Al escuchar la noticia, el Presidente detuvo el paso y se llevó la mano derecha a la cara. Su rostro cambió en un instante, era de consternación y dolor.
Rodeado por elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) y algunos colaboradores, entre ellos Alejandra Sota, coordinadora de estrategia e imagen gubernamental, Calderón siguió caminando en la oscuridad por las calles del fraccionamiento Madre Luisita de la Peña, un conjunto de casas populares que había entregado minutos antes.
Aguilar, su asistente desde la precampaña presidencial, había esperado a darle la información personalmente. Mientras transcurría la ceremonia en el último punto de la gira por Jalisco, ella recibió una llamada en su teléfono celular y de inmediato se acercó al templete. Eran aproximadamente las siete de la noche y, a diferencia de otras ocasiones en que Aguilar comunica novedades al Presidente mediante una tarjeta, esta vez aguardó a que concluyera el acto.
Horas antes, en Tepatitlán, el jefe del Ejecutivo federal se mostró de buen humor con las bromas del alcalde Miguel Franco Barba, quien lo elogió por sus “pantalones”.
Ahí, Calderón advirtió que su gobierno iba a “capotear” los tiempos difíciles y sostuvo: “estamos agarrando al toro por los cuernos, llámese crimen organizado o llámese crisis internacional”.
Al final de la gira todo cambió. Funcionarios de Los Pinos que asistieron a la gira comenzaron a recibir mensajes y llamadas telefónicas sobre el percance, pero no pudieron confirmar la información a la prensa.
En silencio, el político michoacano continuó su caminata hasta el helicóptero que lo llevó a la base militar número cinco, en el municipio de Zapopan, y apenas bajó del aparato, acompañado por el gobernador Emilio González, subió corriendo las escalinatas del avión presidencial.
Hasta ese momento, ningún integrante de Los Pinos confirmaba oficialmente lo ocurrido, a pesar de que los medios de comunicación habían difundido profusamente noticias sobre la caída del jet y la muerte del secretario de Gobernación, así como de José Luis Santiago Vasconcelos.
El viaje duró 35 minutos, tiempo en el que hubo un ir y venir de funcionarios que no ocultaban su pesar porque en el grupo de los accidentados había amigos y colaboradores desde los tiempos de la campaña y del periodo de transición, como Norma Díaz y Miguel Monterrubio.
Pasadas las nueve de la noche, Calderón llegó a la ciudad de México y permaneció unos minutos en el avión en espera de que se organizaran los últimos detalles para su comparecencia ante los medios. Rodeado por el EMP, y ya vestido con un traje oscuro –en el último acto usó ropa informal– avanzó unos metros hacia una sala del hangar, donde se había dispuesto un atril.
Ahí procedió a leer el texto que redactó en el trayecto. Había transcurrido una hora con 51 minutos desde que el Presidente fue enterado de la muerte de su cercano colaborador desde que ambos eran diputados.
El secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, lloraba desconsolado mientras el mandatario pronunciaba su mensaje.
Terminada la lectura, Calderón se trasladó en helicóptero a la residencia oficial de Los Pinos, donde sostuvo una encerrona con los integrantes del gabinete de seguridad: los titulares de la Defensa Nacional, Guillermo Galván; de Marina, Mariano Francisco Saynez, y de Seguridad Pública, Genaro García Luna, así como el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora.
Con ellos estuvieron la jefa de la oficina de la Presidencia, Patricia Flores, Sota y el coordinador de Comunicación Social, Maximiliano Cortázar.
La reunión se prolongó más allá de la media noche.