Ciudad Perdida
■ Enfrenta el IEDF crisis de credibilidad
■ Zavala, entre la espada y la pared
Encajado en una trapacería digna sólo de los enjuagues políticos del panismo, o de la izquierda a modo, el Instituto Electoral del Distrito Federal dio la bienvenida a su nueva presidenta, la señora Claudia Zavala, quien hizo frente a la responsabilidad armada con una varita mágica invisible –para componer lo imposible– o con los ojos cerrados para ignorar los vicios que a golpe de intereses partidistas se anidaron en el organismo.
Otra opción, la peor, seguramente, es que la señora sea una gran mentirosa. No, no exageramos, solamente con artes mágicas, con un buen saco de ignorancia o mintiendo descaradamente se puede decir, como ha dicho en las entrevistas radiofónicas que le han realizado, que sólo con su presencia, y nada más, el IEDF vuelve a la normalidad.
Bueno, podría ser, y deberá aclarar cuanto antes que al señalar lo de la normalidad se refiere al reino de los chantajes partidistas y las presiones constantes que con nombre y apellido se desataron desde el inicio del trabajo de los funcionarios que ahora se hacen cargo del organismo, y que ha dado al traste con la credibilidad de la institución.
Si así es, pues la señora tiene razón, y si para tener la fiesta en paz la nueva presidenta pretende echar mano del manto de la impunidad y el disimulo; si la idea es preservar el IEDF en el engaño, bienvenida la señora. De otra manera Claudia Zavala tendrá que hacerse cargo del gravísimo problema de contaminación que vive el organismo que preside.
Y es que antes de hablar de normalidad, o de otro eufemismo como “colegiar” la decisiones, la consejera presidenta debería dejar en claro a todos el conflicto de intereses que han cercado al instituto. Es de todos conocido que cada uno de los consejeros ciudadanos obedece a un partido político, lo que vicia y opaca cada una de las decisiones que se toman en el organismo, y que obligará a la presidenta, necesariamente, a sesgar sus juicios.
Por eso, o para que eso no suceda, es necesario hacer el diagnóstico preciso de lo que ocurre en el IEDF sin temor a que el grupo de zapadores del consejo se le vaya encima, como lo hizo con Isidro Cisneros, su antecesor, porque a fin de cuentas para la carrera de Claudia Zavala será mucho mejor decir que sólo limpiando al instituto se podría hacer confiable la próxima elección, que convirtiéndose en la cómplice de los intereses de consejeros como Carla Humphrey, que en sumisión absoluta a la conveniencia de su marido, se somete a las líneas que le impone el panismo, que sin duda pretenderá ensuciar –como ya lo ha hecho– los próximos comicios.
Entonces, antes de que sea a ella a quien se le carguen los muertos de una elección manchada, la señora Zavala tendría que sacar todos los trapos sucios del organismo para que sepa la ciudadanía hasta que punto se haya contaminado el instituto.
Si después de eso tanto los organismos encargados de vigilar a los ciudadanos consejeros, como los electores en general aprueban el cochinero, pues ni que decir. Pero aún es tiempo de que la flamante presidenta no caiga en el juego que puede ser su tumba política, por más apoyos y disimulos que desde todas las instancias se le trate de dar.
De esa forma, es de esperarse que en breve la señora presidenta ponga en claro cuál será su desempeño en el IEDF. Comparsa o autoridad, no hay de otra sopa, y dadas las circunstancias quedará en la voluntad de esta funcionaria corregir los renglones torcidos de la institución. Así de fácil.
De pasadita
Está muy bien que cada domingo en Reforma se permita a quienes gustan de los paseos ciclistas hacer uso de sus bicicletas sin el peligro de hallarse con un microbús o animal que se le parezca, pero es insoportable que también los domingos buena parte de la ciudad sea un caos vehicular porque no hay quien señale rutas alternas al cierre de esa vialidad.
Y es que en este día de descanso, cuando los nervios de la gente podrían entrar en reposo, la tensión que significa el trafical no desencadenaría en choques, problemas familiares y disgustos innecesarios si los agentes de tránsito se dedicaran a hacer su trabajo. Aguas, que el caldo puede salir más caro que las albóndigas.