Usted está aquí: sábado 1 de noviembre de 2008 Disquero Polvos enamorados

Disquero

Polvos enamorados

Pablo Espinosa ([email protected])

Un grupo de expertos presentó anoche en la ciudad de México un disco que aparece en fecha oportuna (los dos primeros días de noviembre, en que celebramos la vida a través de la conciencia de la muerte) y que esplende ya en los anaqueles de novedades discográficas: Officium Defunctorum Novohispanicum, álbum doble editado por la compañía independiente mexicana Quindecim, que contiene la partitura de Hernando Franco (1532-1585), rescatada recientemente en el archivo musical de la Catedral de México, interpretada por el Coro Melos Gloriae, en un proyecto ejemplar llevado a cabo por el maestro Juan Manuel Lara Cárdenas, quien en el librito que viene junto a los dos discos explica el origen y la naturaleza de esta obra.

Se trata de una variante del Officium Divinum, que en los primeros siglos del cristianismo comprendía las 24 horas de una jornada. En un Disquero anterior reseñamos algunas grabaciones del compositor inglés contemporáneo John Tavener, autor de música para vigilia con un sentido ecuménico que recoge por igual música budista que del Oriente Medio de África y de otras latitudes.

En el caso del álbum que hoy nos ocupa, se trata de la liturgia cristiana respecto de la muerte, predominante en la cultura local. Es un estupendo trabajo musical, artístico, documental y lleno de tantos aciertos que lo hacen muy recomendable. Se consigue en El Rincón del Disco, que es la tienda de discos que está en el Palacio de Bellas Artes, y también en la tienda de discos que está abierta en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM las noches en que hay conciertos.

Junto a este trabajo luce el nuevo disco de Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín y es un agasajo: la Sinfonía en Tres Movimientos de Igor Stravinsky (para los bromistas: el célebre compositor bizco don Igor Strabismo, je), la sublime Sinfonía de Salmos y la Sinfonía en Do. Complemento ideal para la conmemoración de la muerte, que forma unidad con la vida y va más allá del fin del cuerpo y los confines del tiempo.

Y si de celebrar se trata, otra novedad discográfica, de la cual la portada es tan bella que separamos en esta página, para amplificarlo, el óleo de Gustav Klimt con el retrato de Emilie Floege. El disco se titula Strauss Transcriptions and other waltzes y es un fascinante recorrido por los valses vieneses en las versiones para piano solo que realizó el legendario pianista polaco Leopold Godowsky a principios del siglo XX, justo cuando Arthur Schnitzler escribió sus inquietantes novelas, cuyo espíritu hipersexualizado capturó el cineasta Stanley Kubrick en su obra maestra póstuma, Ojos bien cerrados.

Otra celebridad, el pianista Marc-André Hamelin, pone en vida este sentido de elevación hedonista que cultivó Strauss hijo, para que recordemos que valses somos y en valses nos convertiremos. O parafraseemos a don Francisco de Quevedo y Villegas: polvo seremos, mas polvo enamorado. En realidad persiste la certeza: seremos luz.

 
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