Festejos por los 20 años del IAGO
■ Lo más grandioso es que uno vuelve a sentirse niño, compartió el experto Scott Skinner
Crear papalotes “es un arte serio; hay imaginación y bagaje cultural”
■ Constituyen también un material educativo para enseñar la historia de los países, manifestó el fundador de la Dreachen Foundation
■ Ayer volaron sobre la zona arqueológica de Monte Albán
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Francisco Toledo intenta que un papalote alce el vuelo, ayer, en el Centro de las Artes de San Agustín Etla, Oaxaca, fundado por el mecenas y promotor cultural hace una década
Foto: Roberto García Ortiz
Oaxaca, Oax., 31 de octubre. Lo más grandioso de los papalotes es que te hacen sentir joven o niño de nuevo. Pero además te enseñan una forma de entender la vida: “Tú puedes controlar el diseño, la elaboración, decidir los materiales, y muchas veces dónde y cuándo los vas a volar, pero siempre hay algo que no puedes controlar; puede ser el viento, los árboles, tu propia habilidad, y tienes que estar preparado para el desastre; casi siempre un papalote bien hecho volará fácilmente, y cuando lo logras te sientes bien, pero a veces no vuela, o puede pasar que se destruya o que se vaya con el viento y lo pierdas”.
Perder un papalote hecho por ti mismo, “es como perder un hijo, es terrible, pero entonces te das cuenta de que son como casi todo en la vida: temporales, efímeros. Viven un día, una semana, pero casi siempre terminan destruidos o se van”.
Estrecha colaboración
La reflexión es de Scott Skinner, creador de la Drachen Foundation (www.drachen.org), quien durante más de 30 años ha construido y volado papalotes, y ha recorrido cada país donde se cultive esta tradición. En estos días se encuentra en la capital oaxaqueña, donde la Drachen Foundation apoya y corganiza el festival Con Viento y Papalotes que forma parte de las actividades conmemorativas del 20 aniversario del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundado por el pintor Francisco Toledo, y el décimo del Taller Arte Papel Oaxaca.
Skinner está convencido de que los papalotes tienen que ser pensados para volar, pero al mismo tiempo reúnen las condiciones para ser considerados “un arte serio”.
Al crear un papalote “pones tu imaginación, tus ideas, tu bagaje cultural, todo lo que eres.”
Por eso, considera, “pienso que los papalotes también son un material educativo para enseñar la cultura, la ciencia, el arte y la historia de los distintos países. He visto volar papalotes por años y años y siempre me quedo absorto por lo que me traen, por lo que me dejan”.
Lo paradójico es que en su niñez Scott Skinner sólo voló papalotes un par de veces. Fue de adulto que se empezó a interesar en ellos: “Estudié en la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, volé aviones, y cuando dejé de volar me interesé en los papalotes que emplean cierta tecnología, necesitan del viento y son una prolongación de los días en que anduve volando.“
Skinner conocía la obra pictórica y escultórica de Toledo, pero no sabía que también elaboraba papalotes y tampoco de la existencia del Taller Arte Papel de Oaxaca. Durante una visita a la ciudad, una de sus asistentes pasó frente al IAGO, donde se exhibían papalotes de Toledo, y se puso en contacto con la directora Patricia Mendoza.
De ambas partes hubo interés y así se comenzó una estrecha colaboración de la que es resultado del festival Con Viento y Papalotes, que incluye talleres, conferencias, una exposición de estos artificios, así como la elevación este viernes de los mismos en la zona arqueológica de Monte Albán.