Usted está aquí: sábado 1 de noviembre de 2008 Política EU y México: ¿otra oportunidad?

Ilán Semo

EU y México: ¿otra oportunidad?

Si ningún accidente desvirtúa (o se interpone en) los comicios, la próxima semana Estados Unidos contará con un nuevo presidente electo. Las encuestas indican que Barack Obama debería obtener el triunfo. Pero son encuestas encerradas. En rigor, John McCain también podría resultar vencedor. En principio, desde las elecciones primarias en el Partido Demócrata, el margen de error de los sondeos sobre preferencias electorales ha aumentado considerablemente. En varias ocasiones, predijeron triunfos de Hillary Clinton ahí donde venció Obama. Por el contrario, en tres estados daban por vencedor a Obama y ganó Hillary. Las razones de esta creciente inexactitud no les son obvias ni a los propios encuestadores. Tal vez, se trata de la primera vez que un candidato afroamericano aspira seriamente a llegar a la Casa Blanca, y muchos de los votantes no deciden por quién votar hasta que se encuentran frente a la urna.

Gane quien gane, el próximo mandatario encontrará que no sólo el primer renglón, sino los dos o tres que le siguen en la agenda presidencial estarán dominados por una sola urgencia: la recesión económica. Ninguno de los dos candidatos ha delineado (más aún, ni siquiera esbozado) la política económica que se propone seguir. Hasta ahora todo ha quedado en los eslogans tradicionales. Obama: más impuestos a los que ganan más. McCain: en época de recesión, es preciso disminuir impuestos. Pero es evidente que, ya en el cargo, las diferencias entre ambos serían sustanciales. Al menos para la economía estadunidense, no es lo mismo que gane uno u otro.

De Obama se puede esperar una inspiración que haga posible una nueva orientación social que privilegie una respuesta a la crisis basada en la ampliación del consumo interno y de los ingresos de los que menos tienen; de McCain no se debe esperar lo mismo. Sin embargo, cualquiera de los dos se verá obligado –como ya le sucedió al propio Bush– a reformular el lugar y la función de lo público en la conducción económica.

Este súbito cambio, provocado por el desplome de Wall Street, sorprende al Estado mexicano exactamente en la banqueta contraria en donde habrá de dirimirse esta historia. Lo que (ya no) sorprende en el gobierno de Felipe Calderón no es el apego a la doctrina neoliberal, sino la manera tan rudimentaria en que se ha ejercido. No sé si sea la formación religiosa, pero ya en el poder los panistas hicieron de una teoría económica una auténtica teología. Así, mientras que Washington habrá de orientarse por una mayor intervención pública y una ampliación de su mercado interno, la política mexicana está anclada (y atada) a la dirección opuesta.

La historia de las coincidencias y las diferencias entre los “modelos” que han seguido la Casa Blanca y Los Pinos es extraordinariamente compleja. Quien supone que la política estadunidense “controla” per se lo que sucede en el país no sabe de lo que habla o cree demasiado en la retórica de las justificaciones presidenciales.

En los años 30, el New Deal de Roosevelt coincidió con la política social del cardenismo. En los 50 y los 60, el giro hacia la guerra fría (léase: represión a la oposición interna), una mayor intervención del Estado en la economía y las políticas proteccionistas se escenificaron por igual en ambos países. En los 70 sobrevino un sustancial desencuentro: Luis Echeverría nunca se entendió con los republicanos, primero Nixon después Ford. José López Portillo llegó, a pesar de la retórica del nacionalismo revolucionario, a identificarse con Carter, pero nunca supo descifrar el giro de Reagan. Por cierto, ¿cómo se leería la nacionalización bancaria del 82 desde el 2008? JLP no hizo más ni menos de lo que hicieron los laboristas con los bancos ingleses hace un mes. Al primero lo llamaron “populista”; en los ingleses celebraron el “rescate” financiero. Sorpresas da la historia. Tal vez en las crónicas del futuro, López Portillo aparezca salvando a una economía que no tenía otro remedio.

Carlos Salinas de Gortari se identificó plenamente con el gobierno republicano de Bush I. Entre ambos concibieron el TLC. Pero México perdió una de sus mayores oportunidades históricas por el desencuentro entre el gobierno de Clinton y el de la tecnocracia local. Mientras que en Estados Unidos prosperaba uno de los experimentos más originales para hacer frente a los retos de la globalización, la “clintonomics”, la economía nacional era postrada por la doxa salinista.

A lo largo de ocho años, desde el 2000, la contraparte del PAN en la Casa Blanca ha sido afín a su programa y sus prácticas. Las coincidencias entre el panismo y la visión republicana no sólo son políticas sino, por decirlo pomposamente, filosóficas. Ni aun bajo estas circunstancias lograron echar a andar la economía mexicana.

¿Qué pasará ahora con un giro tan radical como el que se avecina?

 
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