Usted está aquí: viernes 31 de octubre de 2008 Opinión La bruja doña Paz

José Cueli

La bruja doña Paz

Vivimos días aciagos. El panorama mundial, a todos los niveles, pinta negro, muy negro. Reina el caos y lo más patético es: lo único que puede recibir el adjetivo de organizado es el crimen. El mundo parece un aquelarre. Los brujos: avaros insaciables y corruptos han puesto al mundo patas arriba.

Los pobres mortales nos sentimos viviendo en medio de un cuento de terror como esas pesadillas aterradoras que parecen no tener fin. Los brujos malignos inventaron pócimas esperpénticas tales como el neoliberalismo, la globalización, las bombas inteligentes y las guerras preventivas. El resultado de tales hechizos fatales está a la vista.

El recuento da escalofríos: guerras, invasiones, miles de muertos urbi et orbi, terrorismo al alza y la economía mundial destrozada.

Las malas artes de dichos brujos han dañado al mundo entero, pero después de los destrozos que han causado no saben revertir los efectos de sus brujerías. Ante tales circunstancias los ciudadanos de a pie nos sentimos confusos, abrumados y atemorizados. Pesa sobre nosotros una sensación de desamparo que nos conduce a una situación regresiva donde los traumas y las pérdidas infantiles se resignifican.

No queda más que esperar. Mientras tanto hay que buscar refugios tales como la literatura. Los buenos libros y el buen arte son excelentes bálsamos para mitigar las heridas del alma. ¿Quién no ha escuchado a un niño atemorizado pedir que le cuenten un cuento para poder dormir?

A propósito de cuentos (pero de los buenos) y viendo la zozobra en que vivimos recordé un viejo relato de Antoniorrobles: La bruja doña Paz.

Antonio, quien vivió los horrores de la guerra y el dolor del exilio, creo que intentó curar sus heridas con la escritura y particularmente mediante cuentos para los niños como el ya mencionado y el famoso Rompetacones, entre otros.

La encantadora bruja doña Paz fue un personaje que fascinó tanto a niños como a adultos. Tenía muchas de las características que la sociedad actual ha ido perdiendo paulatinamente: bondad, valor, esperanza, tesón, imaginación, compasión por los que sufren y capacidad de compromiso con el semejante.

Esta bruja buena se aflige al ver cómo se matan los hombres en una guerra, como todas, absurda y cruel. Auxiliada por un grupo de niños alados de diferentes razas (“blancos, negros y amarillos”) planea una estrategia para detener el conflicto bélico.

Doña Paz y sus pequeños aliados deciden sobrevolar la zona de conflicto arrojando costales con cientos de juguetes en ambos frentes. Debido al impacto, los juguetes se fragmentaban y mientras una parte caía en terreno de unos el otro fragmento caía en terreno de los enemigos.

Los combatientes de ambos bandos empezaron a internarse en la trinchera contraria en busca de las piezas perdidas de los juguetes que encontraban a su paso. Negociaban unos con otros permutando, por ejemplo, el brazo de una muñeca por la llanta de un cochecito.

El cese del fuego llegó como por arte magia. Se hizo la paz. Los soldados deseaban llevar un juguete para sus hijos a quienes extrañaban y anhelaban tener en sus brazos.

Los cuentos, cuentos son. Sin embargo, los buenos cuentos siempre dejan una huella además de una enseñanza. Si los brujos voraces y avariciosos que han montado este aquelarre mundial con sus chapucerías tuvieran siquiera un poco de ingenio y respeto por los demás el panorama mundial sería otro.

Entretanto, invoquemos a la bruja doña Paz a ver si logra arrojar por el mundo costales de sentido común, escrúpulos y decencia sobre los brujos voraces.

 
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