Usted está aquí: jueves 30 de octubre de 2008 Cultura Para niños

Olga Harmony

Para niños

Hay que insistir en que el buen teatro que se hace para niños actualmente toca asuntos que tratan de sensibilizarlos hacia lo que ocurre en el mundo y desde luego en México. Sería el caso del abuso laboral a pesar de leyes y tratados internacionales de que son víctimas niñas y niños y que Jaime Chabaud trata con una amarga metáfora en Lágrimas de agua dulce escrita para un grupo colombiano de varios actores y que tiene su adaptación para público mexicano con una sola actriz, la michoacana Ana Zavala que obtuvo la beca estatal para las funciones que dio en su estado natal y que ahora se presenta en la capital. Sin duda los pequeños espectadores no serán indiferentes ante los payasitos de la esquina, pongo por cercano ejemplo (porque desconocen las infames condiciones en que viven los infantes que emigran con sus familias a los campos de cosecha) al tiempo que presencian la solidaridad de los amigos de Sofía a contrapelo de las instituciones gubernamentales y eclesiásticas. “Los niños no son de nadie” es la aleccionadora leyenda que deja el texto.

En esta adaptación la cantidad de personajes y lugares de acción se resuelve por la directora Perla Szumacher con títeres de guante (con diseño y asesoría de Haydeé Boetto) y con el tapiz que la escenógrafa Edyta Rzewuska ideó a la manera de los tapices que se elaboran en lugares como Colombia y Perú con figuras resaltadas y que se supone que hace la abuela incorporada por Ana Zavala y en la que se van colocando pequeñas figuras con los personajes. Ante la sequía, los animales son despojados de su cubierta y muestran su esqueleto y los árboles pierden sus frutos. Además, con la consabida sapiencia de la directora para manejar objetos, los enseres de trabajo de la abuela se convierten en un árbol y en otras figuras. La iluminación es de Matías Gorlero y la música original es de Félix Bailón Guarro y de Alejandro Barrera Caleto con su grupo La Botarga en esta excelente escenificación de teatro infantil.

El Grupo 55 presenta Hombrecito con texto y dirección de Larry Silberman con el tema de los emigrados que pueden o no ser integrados a su nuevo país, sin que se haga hincapié en los lugares exactos del cual parte y al cual llega –las banderas que se enarbolan son completamente inventadas– ese hombrecito que huye de una guerra insinuada por banderas encontradas al principio. En escenografía de Jorge Ferro que recuerda una casa de juguete, con dos laterales cerradas, con puerta y ventana –una tiene el letrero de “se alquila”– y la central del protagonista sin paredes, dejando ver un mobiliario a base de simbólicas maletas, además de un par de carros que simulan oficinas burocráticas, la acción se desarrolla en lo que podría ser la terraza y en el interior. Son muy chispeantes los equívocos del emigrado que habla un idioma gutural inventado y desconoce las costumbres del país al que llega, por todos los indicios algún barrio mexicano, tiene con el encargado de la basura, el del gas, los perreros y la niña vecina.

Un gracioso gallo cacarea después de cada oscuro que va marcando las estaciones en un calendario y ese gallo se presenta con paraguas en verano, con bufanda en invierno, en el tiempo transcurrido en que el hombrecito aprende el idioma, logra la forma legal que lo reconoce como residente, con la cual logrará trabajos mejor remunerados. Sobre todo, se va adaptando a las nuevas costumbres –que después enseñará a la nueva inmigrante– y hace buenos amigos, la niña vecina, el cartero y sobre todo el perro al que salva de la perrera mediante un truco. En tiempos en que se ve a los inmigrantes con el recelo que despierta “el otro”, la noble idea de que todos los seres humanos somos semejantes en lo esencial, a pesar de las diferencias de idioma y cultura, es una buena lección para los espectadores (los niños y quienes los acompañan). La gracia chaplinesca que muestra Tizoc Arroyo como el Hombrecito ayuda en gran manera al éxito del montaje, sin desdoro de Salvador Jiménez como el perro, el burócrata, el repartidor de gas, de Angélica Rogel como el cartero, el perrero y la nueva vecina y de Flor Sandoval como la niña y el recolector de basura. El vestuario es de Cordelia Dvorak.

 
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