Usted está aquí: jueves 30 de octubre de 2008 Economía Escenarios frente a la crisis

Orlando Delgado Selley
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Escenarios frente a la crisis

Las primeras aportaciones de capital del Tesoro de Estados Unidos a bancos se han decidido: se enviarán 125 mil millones de dólares de los 250 mil acordados. Los otros 450 mil millones se utilizarán para comprar activos “tóxicos” de los diferentes bancos a través de subastas.

Estas informaciones parecerían dar cuenta de que los problemas del sistema financiero estadunidense han empezado a resolverse. No es así. Por el contrario, todo indica que el crédito sigue contraído y que no se recuperará pronto. Como es natural, el sector productivo se verá duramente afectado. Por eso la pregunta que se hacen en Estados Unidos no es si están ya en una recesión, sino cuánto durará y qué tan profunda será.

La comparación entre lo que está ocurriendo en Wall Street –el mundo financiero– con lo que pasa en Main Street –el mundo real– es elocuente. La primera sigue mostrando una situación incierta, pese a que los apoyos gubernamentales están llegando. La segunda, en cambio, ya tiene síntomas inequívocos de que no sólo está en condiciones recesivas, sino incluso depresivas. En palabras de Krugman “mientras el maniacodepresivo mercado de valores domina los titulares, la historia más importante son las lúgubres noticias que llegan sobre la economía real”.

Las ventas de carros se han reducido drásticamente, lo mismo que las ventas al menudeo, y la producción industrial está descendiendo, lo que ha llevado a que el desempleo esté cerca de 8 por ciento, que a su vez está provocando que la recesión se profundice. De modo que el salvamento financiero será sólo el principio de un proceso que continuará con nuevos planes para rescatar también a la economía no financiera. Estos planes implicarán estímulos fiscales que permitan detener la reacción en cadena de una caída en el gasto privado que lleve a nuevas reducciones del nivel de empleo.

La determinación del tamaño del gasto fiscal adicional para este paquete puede hacerse a partir de una estimación simple: la economía estadunidense produce y gasta 14 billones de dólares al año, es decir, 3.5 billones trimestrales. Si el monto de la ayuda al sector real fuera de 100 mil millones, entregados 40 en el primer trimestre y 20 en los trimestres restantes, implica un efecto al crecimiento del producto de 0.7 puntos porcentuales. Si se estima que la recesión significará que en 2009 el crecimiento sea sólo de 0.1 por ciento y se intentará recuperar el crecimiento de 2.6 logrado en 2007, los recursos requeridos serían de 371 mil millones de dólares.

Estas consideraciones, presentadas ante el Comité sobre Presupuesto de la Cámara de Representantes por Martin Baily de la Brookings Institution (www. brokings.edu/testimony/2008/1020), ponen de relieve que elevar el crecimiento del producto dos puntos y medio cuesta 53 por ciento de lo que se gastará en el rescate financiero. Parece lógico, en consecuencia, incrementar los recursos para mejorar la producción y el empleo, lo que permitiría que la recesión fuera rápida y ligera, aunque ello sólo fuese posible si se redujesen el monto acordado para el rescate financiero.

Krugman ha planteado repetidamente que es el momento de la política fiscal. Un mayor gasto estatal es lo que se requiere y hay que concentrarse en resolver la crisis, no en el déficit presupuestario. Ha señalado también que McCain no estaría dispuesto a hacerlo y que Obama lo podría hacer si escucha a Main Street y no a Wall Street. Los votantes estadunidenses elegirán el próximo martes el tiempo de la recesión y su posible profundidad. Elegirán entre continuar con un modelo caduco o cambiar hacia una nueva etapa económica.

El debate en Estados Unidos debía llamar a reflexión al gobierno panista y al Congreso. Los tres programas que ha presentado Calderón para evitar que la crisis nos afectara son, obviamente, ineficientes para lograr ese cometido. Hace falta destinar recursos importantes a través del gasto público para enfrentar una crisis que tendrá consecuencias desastrosas para los más desfavorecidos, que aumentará los graves problemas de empleo y de inseguridad. Eso sólo es posible si se modifican los criterios de construcción presupuestal.

 
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