Arnaldo Coen: tiempo que vuelve
El Museo de la Acuarela, ubicado en la calle Salvador Novo 88, barrio de Santa Catarina, en Coyoacán, es un verdadero oasis en la zona sur de la capital; el mantenimiento que guarda en todas sus secciones resulta ejemplar, empezando por la técnica empleada en la iluminación de las salas.
En la dedicada a exposiciones temporales exhibe Arnaldo Coen. Pensé, dada la vocación de ese espacio museístico, que el conjunto se integraría primordialmente de acuarelas, pero con excepción de las miniaturas y de las acuarelas-collage que forman el rubro de las tarjetas postales, no hay otras piezas relevantes en dicha técnica, que él maneja como el que más, aunque para formatos mayores parece preferir el pastel, los crayones o las técnicas mixtas.
La exposición abre con su versión de La joven del arete de perla, de Vermeer de Delft, que conjunta el famoso cuadro de La Haya, ciudad donde Arnaldo ha pasado buenos ratos, con la visión que de ella tuvo Tracy Chevalier en la película del mismo nombre.
La versión de Arnaldo se titula Hoy es ayer y siempre. Es una pieza atractiva en dos planos, puesto que el inferior se encuentra abocinado. Contiene una pequeña esfera que repercute en el prisma lanzado en diagonal en el espacio superior. Eso se debe, según mi interpretación, a que el tema del reflejo, del espejo, del eclipse, de la reiteración, permea la mayor parte de lo que ha hecho a partir de unos años a la fecha.
La exposición es como una bitácora y sigue presidiendo el espíritu de la geometría, que en una ocasión con tanto acierto comentó el escritor Salvador Elizondo. Coen también es un artista literario y musical, herencia de su padre, quien fue filólogo y musicólogo. Lo conocí antes que a él y Arrigo dejó el mundo de los vivos en forma por demás benigna a los 93 años, a principios de 2007.
Guardo la impresión de que varias de las obras que ahora se presentan corresponden a reminiscencias suyas, pues por ejemplo El tiempo suspendido es un ejercicio de repercusión. Vibra el silencio ostenta en el centro un pentagrama en clave de Sol y juega con la idea del eclipse.
Sin embargo, la pieza más ambiciosa, quizá la más relevante de todas las que se incluyeron, sea Instante de ese instante: una falsa espiral de Frazer con efectos Op que al centro acaba por recogerse como un caracol, con lo que se vuelve una espiral real.
Amigo del arte correo, al igual que su colega Manuel Marín, ha establecido contacto mediante pequeñas obras, varias de ellas con timbres y sellos que se exhiben en recuadros. Toma su tiempo disfrutarlas.
En una de ellas está escrito con su muy clara caligrafía ¿Te gusta la obra de Bioy Casares? Observarla me retrotrajo a una conversación que tuvimos a propósito de La invención de Morel, narración dedicada a Jorge Luis Borges, cuya primera edición es de 1940, año del nacimiento de Arnoldo.
Antecede a todo el campo de lo virtual que también Coen retoma en no pocas de sus creaciones, “abre los ojos y penetra en el reflejo”, igual que le sucedió al fugitivo que llegó a ser espectador y actor en la invención de Morel.
Dice: “Sería pérfido suponer –si un día llegaran a faltar las imágenes– que yo las he destruido. Al contrario, mi propósito es salvarlas”.
Coen se escudriña a sí mismo y complementa sus decires con lo que está sellado. “Se le manda el saludo nuestro de cada día, que no dejaré que caiga en la tentación”, anota en una de las tarjetas.
Varias obras alteran la bidimensión, en tanto la composición se prolonga en el marco, estableciendo un juego ya no virtual sino real.
A veces, esta opción resulta conveniente, como sucede en Espacio sin memoria o en De presencia en presencia; en cambio, en otras, la incursión en lo que hace las veces de marco tiende a establecer un contraste entre la finura de la composición interior y la textura algo burda del marco pintado que la circunscribe, como sucede en Entrevista secreta, a un trabajo que no se percibe en toda su delicada dimensión, debido a la manía de significar el concepto mediante el deliberado contraste.
Las obras de pequeño formato no corresponden únicamente a las llamadas tarjetas postales, pues hay también otras que se montaron en recuadros, con el resultado de que no quedaron individualizadas. Son incursiones íntimas, precisas, poéticas y diminutas. Creo que hubieran ganado con otro tipo de montaje.
La exposición está vigente hasta el 2 de noviembre.