■ “Alisten 10 millones de dólares en portafolios”, ordenó Arturo Beltrán Leyva el 21 de enero
Unos 150 sicarios iban a tomar la SIEDO por asalto para rescatar a El Mochomo
■ La presencia de elementos de elite del Ejército influyó para que el plan fuera desechado
■ El pago de sobornos fue inútil para evitar la captura de uno de los principales operadores del cártel
Ampliar la imagen Agentes federales custodian al presunto narcotraficante Luis Ramírez Foto: Marco Peláez
Arturo Beltrán Leyva, el principal de los hermanos que integran el poderoso clan familiar de narcotraficantes mexicanos, dio la orden: “Alisten 10 millones de dólares en portafolios y tengan preparados a 150 de nuestros hombres, porque vamos a rescatar a El Mochomo”.
Era la mañana del 21 de enero de este año. Unas horas antes, durante la madrugada, Alfredo Beltrán, El Mochomo, había sido arrestado por elementos de las fuerzas de elite del Ejército, en un operativo del que se excluyó a la Procuraduría General de la República (PGR).
Los miembros de ese cártel estaban sorprendidos con la noticia. Arturo Beltrán pagaba desde hacía tres años 150 mil dólares mensuales a funcionarios de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) para que lo mantuvieran informado sobre las redadas policiacas en las que se buscara detener a alguno de sus hermanos.
Sin un disparo de por medio, El Mochomo fue capturado en una casa de seguridad cuya dirección sólo era conocida por sus hombres de confianza.
El capo pedía explicaciones
Arturo estaba furioso y ordenó a dos de sus principales operadores, uno de ellos apodado El Grande, que de inmediato fueran a pedir una explicación a Miguel Ángel Colorado, coordinador de investigaciones de la SIEDO, y al capitán Fernando Rivera, director adjunto de inteligencia de la misma subprocuraduría.
Un ex operador de Arturo Beltrán que se convirtió en testigo colaborador de la PGR narró el pasado 28 de julio en la SIEDO que la intención de su jefe era corromper a autoridades para que permitieran que un comando armado pudiera rescatar a El Mochomo.
De su lado, el capitán Fernando Rivera admitió en su declaración ministerial, el pasado 4 de agosto, que “me enteré por los subcomandantes de AFI Roberto García y Milton Cilia de que El Grande estaba planeando el rescate de El Mochomo”.
El plan inicial era que “un grupo de 150 sicarios fuertemente armados” penetrara en las instalaciones de la SIEDO y rescatara a Alfredo.
Durante la tarde del 21 de enero el panorama cambió. El Grande se había reunido en el centro comercial Perisur, de la ciudad de México, con Roberto García y Milton Cilia. Estos jefes policiacos convencieron al sujeto de que Arturo Beltrán debía desistir de su intención de enfrentarse con el Ejército.
Según García y Pérez, ese plan sería un fracaso, pues un batallón de elementos del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes) de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) custodiaba al detenido.
Roberto y Milton vendieron la idea de que lo mejor era esperar a las once de la noche de ese mismo día. En ese momento los militares abandonarían el edificio de la subprocuraduría y sólo quedarían en el inmueble 11 elementos de la Agencia Federal de Investigación (AFI).
“La gente del capitán Fernando Rivera nos dijo que con la entrega de un millón de pesos a cada uno de estos once afis, así como de 3 millones de dólares para el capitán y su gente, nosotros podríamos neutralizar al conjunto de guardia”, reveló el testigo colaborador.
Según este testimonio, los funcionarios garantizaron que, una vez que el comando armado acudiera, “estarían en posibilidad de llegar con una camioneta blindada que rompiera la reja de acceso vehicular, en la parte de atrás de la SIEDO, sin que hubiera bajas”.
El trato fue aceptado. La reunión en Perisur terminó. El siguiente paso era mandar el dinero acordado.
Los narcotraficantes se llevaron un croquis que los jefes de la AFI les hicieron a mano sobre las instalaciones de la SIEDO, en el que especificaron cómo llegar a la celda en la que estaba recluido preventivamente El Mochomo.
Sin embargo, por alguna razón que aún se desconoce y es investigada actualmente en la SIEDO, el intento de rescate no se efectuó.
El 22 de enero Alfredo Beltrán Leyva fue trasladado al penal de máxima seguridad de Puente Grande, en Jalisco.
Las pesquisas de este caso, asentadas en la averiguación previa SIEDO/UETMIO/6668/2008, revelan que El Mochomo fue detenido gracias a labores de inteligencia de la Sedena.
El día en que Alfredo fue capturado traía en un bolsillo de su pantalón un informe oficial de notificación de la Sedena dirigido a Miguel Ángel Colorado, de la SIEDO.
En el documento se hacía de su conocimiento que militares del grupo Gafes realizaban una investigación en varias casas ubicadas en la norteña ciudad de Culiacán, para dar con el paradero de Alfredo.
Aunque Colorado ya había advertido a El Mochomo que los militares le estaban pisando los talones, el capo nunca se percató de un detalle: tenía entre sus hombres de confianza a un militar infiltrado.
Fue un elemento en activo de los gafes el que arriesgó su vida para ganarse la confianza de Alfredo Beltrán.
Luego de varios meses de haberse inmiscuido en las aguas turbias de la mafia, el infiltrado se comunicó la noche del 20 de enero con sus superiores en la Sedena para señalar el lugar en el que pernoctaría El Mochomo.
Un centenar de militares fuertemente armados irrumpieron la madrugada del siguiente día en la casa en que se alojaban Alfredo, su grupo de escoltas y personas que el capo consideraba confiables. No hubo confrontación: todos dormían.