Luchadores en favor de la vida
La imagen que la sociedad tiene del sindicalismo es generalmente negativa; favorece a esta percepción una larga historia corporativa y de corrupción, un sistema de control gubernamental y patronal que pervirtió las instituciones laborales, al considerar que era necesaria la dominación de los trabajadores a quienes no reconoce capacidad de decidir. La figura clásica del dirigente gremial es la de un personaje ajeno a los intereses de sus “representados”. Sus preocupaciones están más centradas en las cuotas sindicales, la permanencia en el poder, la ampliación de su negocio y en responder con eficiencia a sus verdaderos jefes: abogados empresariales, políticos o gobernantes.
A esta degradación sindical se agrega el crecimiento reciente –en zonas industriales y de servicios en varios estados de la República y la ciudad de México– de mafias violentas y gangsteriles que operan en los tribunales de trabajo y en los centros laborales donde pretenden imponer su ley. Ha sido decepcionante confirmar que los gobiernos de la alternancia se han llevado de maravilla con las formas más corruptas de sindicalismo. Al arribar al gobierno Vicente Fox, su representante laboral más distinguido señaló en una reunión que agrupaba a dirigentes de ese sector sindical: “si a no-sotros nos preguntaran qué calificación merecen ustedes como líderes sindicales, les diríamos que 10”. No existe justificación alguna para consentir las actividades de esta delincuencia organizada que trafica con el único patrimonio de los trabajadores. Tienen razón quienes afirman que forman parte de los delincuentes más detestables de nuestra sociedad, por la lesión colectiva que provocan.
Nuestro país reclama otro tipo de sindicalismo, democrático y autónomo frente al patrón y el Estado, que defienda a sus miembros en la perspectiva de una sociedad equitativa y responsable. Este compromiso por el rescate de los sindicatos ha sido asumido por militantes y trabajadores que durante décadas han dado muestras de convicción, valentía y fortaleza al sostener luchas de años, como los ferrocarrileros, electricistas, maestros o los médicos del sector público, o bien al organizar movimientos, frentes y uniones que se han venido construyendo a contracorriente, sobre todo en el mundo de los pequeños centros de trabajo.
Una de las organizaciones que han dado muestra de este compromiso es el Frente Auténtico del Trabajo (FAT), que lleva casi cinco décadas en la organización de los empleados, especialmente de la pequeña y mediana empresa en distintas ramas de la industria. Antonio Villalba Granados, uno de sus militantes más destacados, con 45 años de compromiso, acaba de fallecer. En su última participación, se despidió dirigiéndose a un grupo de trabajadores con las siguientes palabras: “ahora les toca a ustedes agarrar la batuta, a ustedes los jóvenes que están aquí, luchando por su dignidad como lo han hecho otros compañeros durante tantos años”.
Antonio Villalba empezó desde muy joven, como secretario general del sindicato de la Pepsicola en Chihuahua, su estado natal; encabezó a finales de los 70 las primeras luchas de la insurgencia sindical enfrentándose a la represión patronal. De esa batalla siguieron años difíciles para conseguir empleo por estar inscrito en las listas negras del empresariado chihuahuense. Así, decidió incorporarse como organizador profesional en el campo sindical.
En los 70 tocó a Villalba en esa entidad norteña acompañar solidariamente a los electricistas democráticos y asesorar las luchas obreras en la sierra, en la minera La Perla y el aserradero Las Palomas; después vinieron los intentos de organización de los trabajadores de la Junta Local de Aguas y de los obreros de Escobas La Nacional, entre otros. En esa época participó en la organización y fundación del Comité de Defensa Popular. Estuvo con los obreros de Cinsa-Cifunsa en Saltillo, en 1974; los de Spicer, en 1975; en las huelgas de principios de los 80 de numerosos grupos de trabajadores, entre ellos los de Vidriera y Alumex, en el estado de México; Hilsa y Cisa, en León, Guanajuato, y los trabajadores pesqueros y del calzado, en Yucatán.
El sindicalismo democrático se enfrenta a una gigantesca oposición y a un conjunto de reglas del juego que operan en su contra: formar un pequeño sindicato real se convierte en una odisea. Este reto obliga a los militantes sindicales a capacitarse en diversas tareas; así, Villalba, como estratega, formador y asesor sindical, acompañó el nacimiento de importantes sindicatos nacionales, como el SNTIHA, STIMACHS, el 19 de Septiembre y de los trabajadores del transporte y la organización de trabajadores textiles en el corredor industrial Puebla-Tlaxcala. También fue impulsor y promotor del cooperativismo y de diferentes formas de economía social en el campo y la ciudad.
Disciplinado a las reglas de operación del FAT, percibió un salario equivalente al que gana un obrero especializado, sujeto a ritmos de trabajo en los que sábados, domingos o días festivos no contaban, siempre dispuesto a jugársela con los trabajadores que necesitaban apoyo. Como buen sindicalista democrático, era constructor de soluciones, respetuoso de las decisiones de los obreros, otorgando especial importancia a la reflexión, la formación y la acción organizada; consciente de que la lucha sindical no se limita a fronteras nacionales, fue también activo promotor de la solidaridad internacional. Siempre será recordado con la sonrisa amable y la alegría propia de quien se dedica al servicio de los demás.
Antonio Villalba fue un luchador en favor de la vida.