Usted está aquí: viernes 24 de octubre de 2008 Cultura El heroico resistente

José Cueli

El heroico resistente

Cuando me hastía el ruido ensordecedor del mundo me gusta volver devotamente a la poesía limpísima e innegociable de Tomás Segovia, poesía de tal manera reveladora, que en cada verso descubre alguna parcela no sospechada del infinito.

Tomás, así le llaman sus amigos, es autor de algunos de los poemas largos más bellos de nuestra lengua como Anagnórisis y Cantata a solas.

“Sentado en este día de la historia” he vuelto a leer, con renovada emoción, su “Ceremonial del moroso”, con el que se abre su libro Fiel imagen. En sus manos de artesano prodigioso, las palabras y los silencios entrelazados se vuelven guijarros dóciles con los que va construyendo la luminosa catedral de su poesía y, al mismo tiempo, los glaucos jardines de su poética.

En este poema encontramos a Tomás de cuerpo entero diciéndonos que es posible ejercitar “la callada labor de la mirada” y extraviarse tercamente “por la región perdida y montaraz del goce”.

En otra parte, nuestro imaginario ya nos había advertido que “un hombre sin deseo es un hombre literal o metafóricamente muerto”.

La poesía nos arropa y, por unos instantes, nos hace olvidar nuestra orfandad de hombres. La poesía nos ayuda a soportar el feroz tumulto de los días porque, cercana a la belleza y al horror del mundo, “de pronto es la abertura de la dicha” y, sin saberlo, se vuelve nuestra salvación.

Frente al lenguaje zafio y mentiroso de los políticos y los publicistas que nos ofrecen cuentas de vidrio a cambio de oro, yo prefiero la voz insobornable y transparente de los poetas. Que atrás queden el ruido y la furia.

Yo me quedo con Tomás Segovia, quien sabe de la brevedad de la vida, “que le ha metido la azarosa mano/ bajo las ropas a la realidad” y que una y mil veces le ha dicho no a todos aquellos que encarnan “la usurpación altiva del sentido”.

“Antes que sea demasiado tarde”... “antes que arrastre todo la torrencial demencia”, Tomás nos invita en su blog a resistir y a reflexionar sobre la pobreza de muchos, sobre la hambruna en Africa, sobre el cambio climático, sobre la salud, sobre la educación, sobre la inmoralidad de los banqueros y los políticos y sobre las luchas del hombre contra el hombre desde que el mundo es mundo.

Ceremonial del moroso es un poema que va naciendo noble y lentamente desde el silencio hasta convertirse en una sonora “Ítaca de voces”.

Nuestro asombro surge precisamente en ese bosque de cosas dichas a medias y a medias retenidas. Al terminar su lectura vuelve a hacerse el silencio, lo mismo que ocurre cuando terminamos de escuchar a Mozart, y, entonces, después de un rato, pienso que en nuestras vidas casi nunca ocurre nada y de repente ocurre un milagro que dura para siempre.

Ésta es palabra del demiurgo Tomás Segovia.

 
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