Usted está aquí: viernes 24 de octubre de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Cambio en el mapa político de la ciudad

■ Persiste el riesgo de perder soberanía

Al filo del mediodía de ayer se daba a conocer una noticia que parecía reformular el mapa político de la ciudad: el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, se ponía del lado de los senadores del PRD que aprobarían las reformas a las leyes sobre la paraestatal Pemex.

Para decirlo de manera fácil: Ebrard abandonaba la lucha de López Obrador y se refugiaba en los brazos del perredé traidor. Por fin, el jefe de Gobierno sucumbía a las presiones, y muy seguramente al interés de aliarse con quienes se consideran dueños de ese partido, para mirar desde la ventana de los supuestos triunfadores un futuro menos riesgoso, dicen algunos, rumbo a 2012.

La declaración, conseguida por los reporteros que lo siguen en su trabajo cotidiano, explicaba que el jefe de Gobierno sería “respetuoso de los acuerdos que se tomen en el Senado”, postura que para muchos sólo estaría marcando una diferencia real entre Ebrard y López Obrador.

Más que confusión, las palabras del jefe de Gobierno servían para iniciar una serie de especulaciones respecto del futuro de todo el movimiento que representa el ala lopezobradorista en la capital, donde ha militado, contra viento y marea, Marcelo Ebrard.

Pero como en toda especulación, pocas cosas resultan ciertas, y los comentarios se inundan de falsedades. En las oficinas del gobierno central de la capital se comentó, una y otra vez, que el triunfo de López Obrador era inobjetable, que se había logrado frenar el afán de Felipe Calderón por entregar el petróleo a manos extranjeras, y que lo demás, lo que ya estaba en la ley, y que sí resulta ambiguo y puede ser utilizado para que Calderón cumpla su promesa a compañías extranjeras como la española Repsol, debe ser observado, día con día, por parte de toda la ciudadanía, incluyendo a los políticos, para impedirlo.

La diferencia era, entonces, cómo aprovechar el triunfo. Y ahí estuvo el detalle. En las oficinas del GDF, y en el mismo PRD de la ciudad, se tenía la certeza de que el movimiento sería levantado el miércoles por la noche, con la seguridad de que el avance político en bien del grupo del ex jefe de Gobierno se constataría el mismo jueves en el Senado.

La consulta a la que convocó López Obrador agarró por sorpresa a casi todos –al parecer sólo dos personas sabían que se tomaría parecer a la gente–, aunque el mismo López Obrador había comentado que él no se mandaba solo, y el resultado de la consulta rompió todos los esquemas previstos.

Por eso, en el primer análisis se habló de aprovechar el triunfo, de no desperdiciarlo, de no permitir que Graco Ramírez se convirtiera en el héroe de la jornada, y menos aún que Acosta Naranjo se permitiera hacer críticas a López Obrador desde el altar de los triunfadores, cuando todo el mundo sabe que ellos estaban listos a entregar el petróleo a quien les mandaran sus verdaderos líderes.

Pero la gente dijo otra cosa. El riesgo de perder la soberanía sobre el hidrocarburo aún persiste, es decir, el triunfo no está completo, pero ni Ebrard ni el PRD en el Distrito Federal piensan en deslindarse de la lucha continua de López Obrador, aunque sí existe una diferencia.

Lo más fácil para López Obrador sería, desde luego, colgarse las medallitas y festinar que una vez más derrotó a Caldrón, pero Andrés Manuel sí tiene miedo al juicio de la gente y de la historia, y sabe que hoy o mañana se descubrirá que en esta reforma se tendió una trampa, un engaño con el que se entregará el recurso energético y el territorio mexicano a las empresas trasnacionales, y si eso sucede antes de 2012, por ejemplo, el PRD o el partido que proponga candidato a la presidencia desde la izquierda electoral no tendrá el favor del votante porque seguramente se sabría defraudado. A eso no le apuesta el ex jefe de Gobierno, sólo que esto no parece políticamente correcto.

Y es verdad, faltó un poquito, doce palabras, pero ese poquito puede ser todo. ¡Aguas!

De pasadita

Qué bonito, mientras en el país se sucede un crimen tras otro, el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, estaba listo a reprimir a quienes lo único que pretendían descabezar era a la injusticia. No cabe duda, ese señor sí que es eficiente.

 
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