Drogas: presiones inaceptables
La madrugada del domingo 12 de octubre, el consulado de Estados Unidos en Monterrey sufrió un atentado en el que, además de disparos con arma de fuego que rompieron algunos cristales, se arrojó una granada que no estalló. El viernes 17, significativamente desde la ciudad de México, el director de la Oficina Nacional para el Control de Drogas de ese país, John P. Walters, a quien en algunos medios se le denomina el zar antidrogas, usó un lenguaje amenazador en contra de los responsables del ataque y se refirió además a la inconveniencia de legalizar las drogas en México.
El martes 14, de manera sorpresiva e irreflexiva, un grupo de diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal propuso legalizar el consumo de la mariguana, lo cual, al carecer del sustento mínimo que exige el trabajo legislativo, consiguió el inmediato rechazo de distintos sectores políticos y sociales, y dio lugar a expresiones en diferentes tonos –que aún no cesan– en contra de la legalización del consumo de drogas.
El resultado de lo anterior es un ambiente en el que predomina el rechazo social al consumo, así sea desde el vasto territorio de la ignorancia, y la preocupante intervención de un gobierno extranjero en asuntos que son propios de nuestro país, cuando se encuentra en el Senado algo que sí es tangible y posible, que consiste en una propuesta del Poder Ejecutivo para modificar las leyes que permitirían, así sea tímidamente, avanzar en la diferenciación del consumo respecto al tráfico de sustancias ilícitas. Hay que recordar, aunque resulte reiterativo, que esta ley fracasó en el pasado, pues, aun cuando ya había sido aprobada, terminó vetada a nivel presidencial como resultado de presiones externas, entre las que se han señalado las del gobierno de Estados Unidos.
Ahora, debido a que la propuesta proviene de Los Pinos, es difícil esperar que pudiera ser vetada por Felipe Calderón, pues resultaría algo completamente contradictorio y ridículo. Pero las presiones que ya se han hecho presentes, y que quizá se acentúen en las próximas semanas, pueden actuar de manera negativa en el ánimo de los legisladores (que creo es precisamente lo que se busca) para que el resultado sea una ley completamente anodina y restrictiva.
En este ambiente hostil se debe actuar con serenidad y no perder de vista que, más allá de una guerra declarada en contra del narcotráfico (cuyas motivaciones yo no entiendo muy bien), que ha cambiado el rostro del país de manera profunda, existe un problema de salud pública –y agregaría principalmente de conocimiento social– que debe ser atendido y entendido de manera rigurosa.
En una descripción esquemática, la iniciativa busca diferenciar el consumo del tráfico de drogas –lo cual es indispensable para contar con instrumentos legales para combatir el narcomenudeo–, o sea, es un movimiento que un gobierno que actúa racionalmente debe realizar. Dicho en otras palabras, no se puede enviar a la cárcel al criminal y a la “víctima”. Para ello establece una lista de sustancias y las cantidades mínimas que permitan diferenciar a un narcotraficante de un consumidor. Pero, ojo, esto no implica que la ley signifique la “legalización de las drogas”, pues se prevé un castigo.
Aquí es donde surge un debate realmente interesante en nuestra sociedad. La iniciativa plantea que se aplique una sanción al consumo, es decir, que al consumidor se le dé trato de enfermo y que se le envíe a recibir tratamientos de rehabilitación, algo que no es razonable desde el punto de vista médico en todos los casos. Esto permite una discusión importante sobre distintos temas, entre los que destacan: a) los verdaderos significados de las adicciones; b) el estado actual del conocimiento científico sobre los efectos de las sustancias ilegales; c) los usos recreativos de estas sustancias; d) el verdadero impacto del consumo de drogas en la salud pública; e) la relación entre las prohibiciones y la libertad de decisión…
Finalmente, hay un ejemplo que desde hace tiempo quiero introducir: el tráfico legal de drogas. Se trata de una variante del narcotráfico: –no el de cuello blanco, sino el de bata blanca. Se trata de la dependencia a las drogas que produce la industria farmacéutica. Me refiero a fármacos como los antidepresivos o el sildenafil (como el viagra), entre muchos otros, que producen una farmacodependencia semejante a la de las drogas ilegales, que se desarrolla en paralelo y a nadie le importa, y que deja ganancias multimillonarias, equivalentes o superiores a los de los cárteles de las drogas… Vivimos algo realmente contradictorio.
No queda sino esperar que los senadores resistan a las presiones actuales, y las que vendrán, y generen una ley razonable, avanzada y que sea útil para México.