Usted está aquí: martes 21 de octubre de 2008 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ En 23 meses de continuidad, sólo 35 de cada 100 mexicanos pudieron emplearse en la formalidad

En 2009, a lo largo y ancho del planeta 20 millones de personas corren el riesgo de sumarse al mayor ejército del mundo, el del desempleo, ante la posible cancelación de igual número de plazas laborales como resultado de la crisis económico-financiera que explotó en Estados Unidos, de acuerdo con la advertencia lanzada ayer por la Organización Internacional del Trabajo, la OIT.

Por donde quiera verse la citada es una noticia espeluznante, que a todos en el mundo tiene al borde de un ataque de pánico. Todos, sí, excepto a quienes aún habitamos este heroico país, porque de los 20 millones de empleos que se cancelarían en el planeta, ni uno sólo corresponderá a mexicano alguno, porque el inquilino de Los Pinos ya dijo que “no va a permitir” que se pierdan empleos en el país.

Con lo cumplidor que ha salido y lo exitoso que ha resultado como “Presidente del empleo”, su nuevo compromiso público despreocupa a la mexicanada, la cual ha atestiguado cómo la tasa oficial de desempleo en el país ha crecido a lo largo de sus casi 23 meses de estancia en Los Pinos hasta llegar a 4.25 por ciento en septiembre pasado (2 millones de personas), la proporción más alta no sólo de lo que va de su administración, sino de los últimos cuatro años. Por ello, la bonita frase de “no permitir que se pierdan empleos” ha tranquilizado a esta nerviosa sociedad, que de por sí colecciona promesas de la clase política, como aquella de “nunca más otra crisis” (Calderón dixit).

Dijo ayer el entusiasmado inquilino de Los Pinos que “hoy, a pesar de las circunstancias, seguimos generando empleo nuevo y vamos a seguir generando empleo nuevo… En esta administración, en estos dos primeros años, con todo y los problemas económicos del mundo (es decir, en otras latitudes, porque aquí no pasa nada) estamos generando más de 800 mil nuevos empleos, no sólo no informales, sino formales, registrados en el Seguro Social y con pago de su cuota… Vendrán meses difíciles, sí. Pero tengan la seguridad que una vez que termine esta crisis, o esta circunstancia que, a final de cuentas es coyuntural, México tendrá una economía más fuerte, generará más empleos y podremos ir más aprisa (mensaje de largo plazo para los que sobrevivan).

Qué bueno, pues, que a pesar de una devaluación mayor a 20 por ciento en dos semanas, la “pérdida” de 11 mil millones de dólares en reservas internacionales, la creciente tasa oficial de desempleo abierto y la drástica caída de la de por sí enclenque perspectiva económica, el ánimo del inquilino de Los Pinos se mantenga en buen nivel. El problema, sin embargo, es el de siempre: ¿cómo saldrá del nuevo atolladero en que se metió?, porque si supone que lo logrará con las mismas herramientas hasta ahora utilizadas, entonces no sólo tendría que remontar su propio cuan ostentoso fracaso, sino el de cuando menos sus cuatro antecesores.

Lo anterior, porque según sus propias cifras en sus 23 meses de estancia en Los Pinos sólo 35 de cada 100 mexicanos lograron emplearse en el sector formal de la economía (65 quedaron fuera de la jugada), y ello sin considerar las plazas laborales canceladas en igual lapso, es decir, las mismas que mes tras mes han incrementado tasa oficial de desempleo abierto en el país, cuyo nivel, como se comenta líneas arriba, no sólo es el más elevado desde que se instaló en la residencia oficial, sino de los últimos cuatro años. Entonces, si en tiempos de “paz” no logró lo prometido, habrá que pensar, más allá del discurso, en lo que sucederá en tiempos de “guerra”.

Cuando el de las ideas cortas y la lengua larga, muy larga, se instaló en Los Pinos, en diciembre de 2000, la tasa oficial de desempleo abierto en el país era de 1.9 por ciento de la población económicamente activa; seis años después el mismo indicador llegó a 3.56 por ciento, proporción con la que arrancó (si alguna vez lo ha hecho) el sexenio de la “continuidad”; 23 meses después, dicha tasa llegó a 4.25 por ciento. Entonces, en tiempos de “paz” el indicador oficial que mide el desempleo en esta heroica nación se ha incrementado 124 por ciento entre el “cambio” y la “continuidad”, de tal suerte que, una vez más, no parece muy atinada la nueva frase calderonista, en especial si se sabe que faltan muchas zarandeadas de aquí al final de 2009, cuando menos.

En 1995, cuando el país vivió (hasta ese momento) la peor crisis económico-financiera de su historia “moderna”, la tasa oficial de desempleo abierto llegó a 6.3 por ciento, contra 3.7 por ciento el año previo. El último día de la administración zedillista el mismo indicador se ubicó en 1.9 por ciento. El problema de desempleo no se resolvió, pero cuando menos el indicador se redujo. Lo contrario sucedió durante el salinato: recibió el país con una tasa de 3.5 por ciento y lo entregó, muy a su pesar, con una de 3.7 por ciento. En ambos casos, la medición sólo incorporaba a la población mayor de 12 años que habitaba las principales ciudades del país, de tal suerte que al considerar el desempleo rural el indicador obviamente resultaba mayor.

A partir del año 2002, la medición es a nivel nacional e incluye a la población mayor de 14 años. Desde entonces, la tasa oficial de desempleo abierto no ha dejado de incrementarse, con todo y que en el sexenio foxista un funcionario de la Secretaría del Trabajo, que en el calderonismo repite puesto, llegó a presumir que en México se generaba un empleo “cada 15 segundos”. Pero la “continuidad” va mucho más allá y se compromete a que “no va a permitir” pérdida de empleos en el país. En el mejor de los casos, primero tendría que generarlos, y después evitar su cancelación, para que la bella frase de ocasión tuviera medianamente veracidad.

Las rebanadas del pastel

Lo que sí es contundente y terroríficamente real es la voracidad de la banca que opera en el país. Tal es el caso de HSBC, que distribuyó una nueva “modificación a su contrato” de tarjeta de crédito, por medio de la cual notifica el cobro de cuando menos 16 comisiones para todo aquel que se anime a mantenerse como su cliente. Tales comisiones cubren un amplísimo espectro: desde la “apertura de crédito” hasta la de “pago tardío”, pasando por lo que la imaginación dé. Pero la más bella de todas es la “comisión por no uso”, o lo que es lo mismo, y en plena crisis, van a darle pellizcos a la clientela por no utilizar el plástico. Lo mejor del caso es que la nueva “modificación” no especifica las nuevas tarifas, de tal suerte que las puede modificar las veces que se le pegue la gana, porque la ausente “autoridad” no quiere molestar a los barones del dinero.

 
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