Los silencios y encrucijadas de Pío XII
Una de las leyendas negras contemporáneas más difundidas de la Iglesia católica en la prensa internacional tiene como protagonista al papa Pío XII (1876-1958) a quien acusa de haber hecho nada o muy poco para detener la persecución nazi contra los judíos. El papa Benedicto XVI ha vuelto a encender la polémica al anunciar su intención de beatificarlo y reivindicar así su trayectoria. Hace unos días, el Papa resaltó la aureola del cuestionado papa Pacelli destacando las “no pocas intervenciones cumplidas por el obispo de Roma en modo secreto y silencioso justamente (...) para evitar lo peor y salvar el mayor número posible de judíos”.
La oposición a la beatificación de Pío XII ha sido expresada muchas veces en los últimos años por destacados miembros de la comunidad judía. Entre éstos, se cuenta el actual rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni. A ellos se ha unido en forma sorpresiva el rabino jefe de Haifa, Shear Yashuv Cohen, quien el pasado 6 de octubre fue invitado especial y en pleno sínodo sobre la biblia, ante obispos y cardenales de todo el mundo, sentenció los siguiente: “Nosotros los judíos no podemos olvidar el triste y doloroso hecho de cómo muchos, inclusive grandes líderes religiosos, no levantaron su voz para hacer el esfuerzo de salvar a nuestros hermanos, sino que eligieron permanecer en silencio o ayudarles en secreto”.
Sin embargo, los reproches más importantes no vienen de afuera, sino de los propios medios eclesiásticos católicos, especialmente de los sectores progresistas, mismos que increpan el conservadurismo de Pío XII que llega a los extremos del rancio y rabioso anticomunismo católico que fomentó durante la llamada guerra fría.
En Italia resaltan los ejemplos de opositores e investigadores de la Escuela de Bologna, donde Giuseppe Alberigo fue su cabeza, cuya exaltación de Juan XXIII se equipara con la descalificación de Pío XII. Otro, el mismo día en el que Benedicto XVI defendió las virtudes heroicas de Pío XII al hablar a un grupo de judíos de la Fundación Pave the Way.
El 18 de septiembre, La Civiltà Cattolica –prestigiada revista eclesiástica– publicó un artículo muy crítico del historiador, padre Giovanni Sale, ante las excesivas mesuras diplomáticas con las que Pacelli, como secretario de Estado, reaccionó frente a las leyes raciales antijudías promulgadas en Italia en 1938.
Los cuestionamientos en torno a la actuación omisa y tibia del papa Pacelli frente a la persecución nazi, tienen sus antecedentes en las críticas del pensador católico Emmanuel Mounier, quien en mayo de 1939 reprochó el silencio del Papa en relación a la agresión de Italia a Albania; no obstante, será hasta el 20 de febrero de 1963 con la representación teatral El Vicario, en el Freie Volksbühne de Berlín, cuando las recriminaciones se hacen de manera abierta; dicha obra se llevó a las pantallas cinematográficas en 2002 con el título de Amén, producida por Costa-Gavras.
Hay que destacar la proliferación de numerosos libros e investigaciones que iban más lejos y lo acusaban de antisemita. Decenas de publicaciones como El Papa de Hitler: la historia secreta de Pío XII, de John Cornwell (1999), ponen en tela de juicio la actuación del pontífice.
En contraparte, desde hace años se han multiplicado argumentos, estudios y posicionamientos, apoyados por Roma, que intentan deslindar y reivindicar la conducta del Pío XII. Se exalta desde su participación en la redacción de la encíclica Mit Brennender Sorge, sobre la situación de la Iglesia católica en el reich alemán (1937), firmada por su antecesor, así como su intervención y gestiones secretas para proteger a miles de judíos durante la ocupación nazi en Italia.
Entre las complicidades, los silencios y acciones secretas con el fin de ayudar a los judíos se ha desarrollado una vasta polémica ahora avivada por la intención de Benedicto XVI de beatificarlo. En el discurso que recordó su 50 aniversario luctuoso, justificó su silencio como la vía política más eficaz que tenía el pontífice en una situación en su momento tan delicada. “Se ha escrito y dicho mucho sobre él en estos cinco decenios y no siempre se han enfocado correctamente los diferentes aspectos de su multiforme acción pastoral” (Castelgandolfo, 18/09/08).
Los clarososcuros de Pío XII son propios de la Iglesia católica. Como trasfondo dramático está el ancestral antisemitismo cristiano. Después de centurias de continuas persecuciones en diferentes contextos de la historia, pareciera que los cristianos no han superado el síndrome deicida, es decir, no han perdonado ni olvidado que los judíos asesinaron a Jesús, su dios hecho hombre.
Pío XII simboliza sentimientos encontrados en la relación entre el judaísmo y el cristianismo, que por momentos parece encontrar cauces de diálogo, relación y en otros afloran dilatados rencores. Mientras Juan Pablo II pidió perdón a los judíos e indígenas en vísperas del gran Jubileo 2000, el papa Benedicto XVI hace gala de aparentes regresiones con nuevas provocaciones que abren nuevamente heridas no suficientemente cicatrizadas.
Después de cuestionar al mundo islámico, Ratisbona 2006, reivindicar acríticamente la evangelización cristiana de los indígenas americanos en Aparecida 2007; ahora el pontífice intenta reivindicar a un personaje polémico que condensa encrucijadas. Los silencios de Pío XII son finalmente los silencios del poder eclesiástico que ante la disyuntiva profética de la denuncia preserva la estructura material y la viabilidad de la institución.
Lo mismo que se le reprocha a Pío XII, también podemos aplicarlo a la alta jerarquía mexicana que opacó su voz ante la matanza estudiantil de 1968; la misma actitud desaprobamos a la jerarquía argentina que con su silencio legitimó y se hizo cómplice de la brutal acción represiva militar hacia la indefensa población bajo la justificante llamada la guerra sucia de los años 70. También podemos reprochar lo mismo a muchos obispos chilenos bajo el imperio de complicidades que construyó Augusto Pinochet. No es toda la Iglesia; por fortuna en todos los casos hubo voces y acciones cristianas de verdadera solidaridad que muestran la diversidad que pueden alcanzar las Iglesias; sin embargo, siguiendo el dicho popular “el que calla otorga”, Pío XII guardó silencio.