Astillero
■ ¿Negociación o lucha?
■ La hora de la verdad
■ Reforma de letra chiquita
Ampliar la imagen CÓNCLAVE. Andrés Manuel López Obrador sale de la casa de José María Pérez Gay, luego de participar en una reunión con intelectuales, dirigentes parlamentarios, asesores e integrantes del Frente Amplio Progresista, en la que analizaron los hechos recientes en torno a la reforma energética Foto: José Carlo González
Las actuales circunstancias económicas y sociales –tensas, confusas, riesgosas– han sido asumidas por los disminuidos pero persistentes apetitos privatizadores del calderonismo y sus aliados partidistas como una plataforma desesperada, desde la cual en estos días pretenderán consumar lo más que les sea posible de su proyecto original de conversión de la riqueza petrolera nacional en negocio de grupos de interés, de elite política profundamente corrompida por la ambición de dinero. El mundo vive un rediseño profundo del que nadie conoce planos ni claves, y la economía mexicana navega, maltrecha, entre la devaluación disimulada, el gandallismo de gigantes empresariales succionadores de reservas en dólares y la amenaza firme del desempleo y la recesión, pero aún así el calderonismo y sus socios legislativos pretenden sacar adelante, al grito corsario de “¡Ahora o nunca!”, una reforma petrolera de letra chiquita que a fin de cuentas abrirá caminos menos escandalosos, pero igualmente peligrosos, a los contratos con empresas extran- jeras buscadoras de tesoritos compartibles y a los cochupos de toda la vida en los que participan líderes sindicales, funcionarios acomedidos, familias políticas distinguidas y beneficiarios de segundo nivel (personajes del mundillo legislativo, por ejemplo) que hubieran ayudado a agarrar la pata para seguir ordeñando en establos particulares la vaca petrolera.
A esta cita con la historia llega en situaciones difíciles el movimiento de resistencia civil pacífica que meses atrás frenó el intento oficial de hacer que se aprobara con rapidez la mencionada reforma petrolera. La movilización ciudadana, sobre todo el empuje de las Adelitas, impidió que las cámaras hubiesen hecho modificaciones legales contra las que hoy sólo procedería la resignación institucional o la rebeldía extrema. Aquellas acciones de protesta pública desembocaron en debates en el Senado que ayudaron a mejor entender el complicado tema normalmente diseccionado sólo por especialistas y que, en términos apabullantes, favorecieron las posiciones contrarias a la privatización. A esos triunfos logrados en el campo de batalla política sucedieron embates gubernamentales de alto nivel para contrarrestarlos y aislarlos. El asesinato del hijo de un connotado empresario deportivo fue convertido en un detonante para instalar como principal preocupación nacional la inseguridad pública y no el asunto de los energéticos y, con el impulso expreso e intenso de los principales medios de comunicación, sobre todo los electrónicos, y con una reconocida e intencional falta de intención política organizativa, se realizó una marcha cuyas principales características fueron el uso del blanco como color distintivo, de veladoras como instrumental místico, de silencio colectivo que las televisoras interpretaron y tradujeron a su contentillo al aire, y de nula pretensión de continuidad y presión, tal vez porque en el núcleo organizador de la marcha estaba una profesional de la lucha “ciudadana” contra la inseguridad, una señora de apellido Morera que ha recibido donativos del jefe real de la estructura policial federal, Genaro García Luna, cuyo coordinador de asesores ha sido precisamente el hijo de la mujer antes mencionada. Luego de esa instalación sentimental de la inseguridad pública como tema casi único a combatir, la agenda nacional ha estado atiborrada de sucesos cada vez más crueles y retadores, de entre los cuales destaca el estallido de granadas en Morelia la noche del 15 de septiembre. Cual si fuese un guión riguroso, el infierno desatado, puntualmente detallado en las pantallas de televisión, ha hecho creer a muchos mexicanos que la lucha central, casi única, debe ser contra el narcotráfico y la “delincuencia organizada”, haciendo a un lado otras peleas “de política”, como la que defiende el petróleo de la voracidad privatizadora.
El complicadísimo entorno llevó incluso al dirigente de la resistencia civil, Andrés Manuel López Obrador, a plantear al impugnado gobierno federal una posibilidad de negociaciones de cuyos términos y resultados reales nada se ha sabido de fondo, aunque sí ha sido posible registrar una modulación del ánimo combatiente del ex candidato presidencial y un movimiento de sombras legislativas que van y vienen, entre reuniones secretas o discretas, afinando, rebajando, sellando, moldeando el bloque de reformas que finalmente están en el camino de su aprobación más o menos plural, presumiblemente con el aval de esos operadores Chuchos que habrían “aterrizado” la oferta lopezobradorista y conseguido “avances” y “logros” por verse (uno de ellos, el anuncio calderonista de que se construirá una nueva refinería).
Para analizar lo que se hubiera conseguido y lo que faltara por hacer, el dirigente tabasqueño ha convocado hoy por la tarde a una reunión en el punto desde el que en otras ocasiones han arrancado las movilizaciones de las Adelitas para cercar el Senado y sumarse al bloqueo de sesiones que pretendían avanzar en las citadas reformas. Esa definición geográfica hace suponer a algunos que estaría en camino una nueva etapa, más ofensiva, de resistencia civil pacífica. Otras voces creen posible que haya un informe de los buenos resultados obtenidos por los negociadores Chuchos (con los que ya hay un arreglo en el PRD para dividirse posiciones y cargos, en desventaja numérica de la corriente de Encinas-López Obrador, con lo que se garantiza la continuidad de las sucias historias políticas y electorales de todos tan conocidas) y que se dé luz verde, con supuestos condicionamientos, vigilancias y advertencias, a la reforma petrolera de letra chiquita que tal vez no vaya a ser tan lesiva como originalmente se planteaba pero que, al menos por lo que hasta ahora se conoce, será una forma de reservar el pastel del negocio petrolero para beneficiarios nacionales, no extranjeros, miembros de una clase política y empresarial que seguirá ganando.
Y, mientras se analiza con seriedad el planteamiento hecho por Víctor Hugo Círigo en la asamblea legislativa del Distrito Federal para que en esta demarcación se legalice el consumo controlado de mota, ¡hasta mañana, en esta columna!