Usted está aquí: miércoles 8 de octubre de 2008 Cultura Falleció Helio Orovio, notable musicólogo

■ Autor del Diccionario de la música cubana

Falleció Helio Orovio, notable musicólogo

Gerardo Arreola (Corresponsal)

La Habana, 7 de octubre. Él no lo supo, pero Helio Orovio se despidió de sus lectores con un texto sobre lo que fueron sus pasiones en la vida: el beisbol y la música.

El erudito investigador, autor del Diccionario de la música cubana (biográfico y técnico), la primera obra de sus alcances en la isla, murió el lunes a los 70 años de edad.

Hace apenas dos semanas apareció la más reciente edición de la revista literaria La Gaceta de Cuba, que estuvo dedicada a la música. En su contribución al número, Helio escribió:

“Música y beisbol: las grandes pasiones del cubano. No se puede separar el deporte, sobre todo el colectivo, de la música. En la entraña de la cultura cubana las bolas y los strikes, las redondas y las corcheas, están imbricados de manera que son, para mí, una misma cosa. El ser cultural cubano per se. ¡Cuánta música excelente ha producido ese matrimonio! Antes y ahora.”

Y recordaba, entre muchos ejemplos, la guaracha de Alberto Ruiz (“Pelotero, la bola…/ Báquiri, báquiri, va…”) y el chachachá de Enrique Jorrín (“Cuando Miñoso batea de verdad/ La bola baila hasta el chachachá”).

Helio invirtió décadas en la elaboración de su Diccionario, que Letras Cubanas publicó en 1992 y ha sido consulta obligada en el amplísimo espectro de la música de la isla. Fue autor también de obras antológicas como 300 boleros de oro (Unión, 1991) y de innumerables ensayos y artículos.

En La Habana/ Veracruz, Veracruz/ La Habana. Las dos orillas (Universidad Veracruzana-Universidad de La Habana, 2002) publicó un par de ensayos dedicados a la riquísima historia musical de la capital de Cuba en el siglo XX y a la tradición de los carnavales.

Poeta y músico, le pegó a la tumbadora durante una época, pero prefirió la investigación, obsesionado como estaba por el resultado preciso. Así se volvió un archivo viviente.

Al menor pretexto Helio Orovio desparramaba datos, nombres, cronologías enteras, semblanzas y juicios complejos, construidos con mucho tiempo de trabajo y madurez.

A menudo su auditorio era el de las tertulias espontáneas, que él mismo animaba, en la peña musical de la Unión de Escritores y Artistas. Una banda pueblerina lo despidió en Santiago de las Vegas, el suburbio del sur de La Habana donde vivió.

 
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