TOROS
■ Predominan el falso respeto y la admiración mojigata en torno al diestro español
Manolete, víctima de algunos allegados y las fuerzas más oscuras del franquismo
■ El Monstruo de Córdoba y su rechazada novia Lupe Sino iban a casarse el 18 de octubre de 1947
Ampliar la imagen El rejoneador Gastón Santos durante la corrida inaugural de la temporada grande en la Plaza México Foto: Notimex
Uno de los rasgos del fascismo es su visión amedrentada y amedrentadora de la realidad, visión que refuerza con su terminante rechazo a la libertad individual y colectiva, esa que pone en tela de juicio los valores aprobados o impuestos por el régimen.
Con relación al rico fenómeno taurino, sicológico y político que significó Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, la España franquista tomó nota sobre todo de dos rasgos fundamentales: la enorme capacidad del también llamado Monstruo de Córdoba para dar un espectáculo emocionante, no divertido, en cada tarde a una población urgida de emociones positivas, así como la disposición del famoso torero a saltarse las trancas de la moralina al uso, hasta convertirse en transgresor ostentoso e inquietante modelo de rebeldía.
A 33 años de la muerte del autollamado caudillo de España por la gracia de Dios, el grueso de la extensa bibliografía manoletista continúa exhibiendo una visión melindrosa y de falso respeto a la memoria del ídolo de los ruedos y, salvo confirmadoras excepciones, evita por sistema identificar y denunciar a los coautores del homicidio imprudencial, por decir lo menos, del mítico cordobés, como si hurgar en torno a su muerte fuera faltar al respeto a su vida.
Además de la sospechosa decisión del doctor Luis Jiménez Guinea, médico de Las Ventas, de aplicarle a Manolete un plasma probadamente infectado que de inmediato le provocó la muerte, y en abierta oposición a los cirujanos Fernando Garrido Arboleda y Julio Corzo López, que habían operado al torero, otros factores y cómplices intervienen en el fatal desenlace:
La desenfadada conducta de Manuel y su novia Lupe Sino, “un pésimo ejemplo para los jóvenes” a los ojos del franquismo y el clero, estorbaba a la moralina emergente del gobierno de Franco que a principios de los años 40 se apropió de Manolete como “el torero del régimen”, al decir de la prensa y propaganda oficiales. Sin embargo, al cabo de unos seis años de gloria torera, a dicho régimen fascista-clerical le convenía más un mártir heroico y popular, no anónimo, al cual convertir en ejemplo de virtudes cristianas y simpatías franquistas.
Asimismo, los taurinos que rodeaban al multimillonario matador: José Flores Camará, su habilidoso apoderado y administrador de dineros, propiedades y cuentas bancarias de Manuel, así como Álvaro Domecq y Díez, amigo reciente y albacea del matador, quienes evitaron por todos los medios que la fortuna de éste quedara en manos de la ignorante doña Angustias, progenitora de Manolo, y mucho menos en las de su novia y futura esposa, Lupe Sino, repudiada por la madre, la cuadrilla y por todos, excepto por quien estaba enamorado de ella.
Por cierto, Manuel en su lecho, antes de recibir el siniestro plasma que ya había cobrado víctimas 10 días antes en la explosión de Cádiz, no podía pedir que Lupe pasara a verlo porque ignoraba que estaba en el cuarto contiguo y que Domecq y Camará se lo habían impedido, en precioso despliegue de crueldad, ambición y deslealtad.
¿Quién fue esta bella mujer y seductora actriz de modestos alcances? ¿Qué tenía su personalidad que lo mismo despertaba pasiones que animadversiones, tanto entre importantones del régimen como entre la cuadrilla y la familia del utilizado Manolete? ¿Qué fue de ella a la muerte de su famoso novio? (Continuará)