Desde el otro lado
■ Una cubetada de lodo
Crisis financiera y campaña electoral parecieran ir de la mano en estos momentos en que se define el perfil de un país que en la última década llegó al límite de sus contradicciones.
Frente a una sociedad cada vez más escéptica en torno a la capacidad de la clase política para encontrar respuestas a sus problemas de salud, educación, medio ambiente, desempleo y paulatino empobrecimiento, la crisis financiera se le presenta como la suma de errores y negligencia de esa clase política. Los magnates financieros con sede en Wall Street evitaron durante 30 años que el Estado actuara para proteger los ahorros de millones de ciudadanos. “¡Al ladrón!”, gritaban cuando alguien llamaba la atención sobre sus excesos especulativos y las inmorales compensaciones que se otorgaban por el manejo de los recursos de otros. Ahora ya se sabe quién es el ladrón y las consecuencias de un Estado que volvió la vista hacia otro lado cada vez que ese ladronzuelo hacía de las suyas. Más de 700 mil millones de dólares tendrán que pagar quienes ya han sido despojados, para evitar perderlo todo en un huracán en el que serían las primeras víctimas.
Difícil se presenta el panorama para quien asuma la conducción del país en unos meses. Más difícil será si no logra poner coto a un sistema financiero que pide a gritos mecanismos reguladores que compensen la irresponsabilidad y el cinismo de quienes han sido sus usufructuarios y benefactores.
La retórica en periodos electorales nunca ha sido buena medicina para resolver los problemas de la sociedad, menos cuando se trata de uno tan grave. Por ello indignó que el candidato John McCain anunciara que suspendía su campaña para auxiliar a sus compañeros en el Congreso a encontrar una solución a la crisis económica, cuando meses antes declaró que su única experiencia en economía era haber repasado un libro de Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal y uno de los responsables del descalabro.
Es difícil entender por qué McCain se infligió una doble estocada; el costo ha sido perder distancia frente al demócrata Barak Obama. La única respuesta es “desesperación”, y no precisamente por la crisis. La razón es que parece que los votantes estadunidenses se niegan a caminar ciegamente al abismo. A nadie sorprendería que la desesperada respuesta del republicano y su compañera de fórmula sea una cubeta llena de lodo.