La Italia de los libros de abajo
Nuestros best sellers son EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra, de Gloria Muñoz Ramírez (cuatro mil copias vendidas) en el aniversario de la rebelión zapatista; Cambiar el mundo sin tomar el poder, de John Holloway (tres mil ejemplares), una peculiar teoría de la revolución en el nuevo siglo; de Paolo Cacciari (dos mil libros), acerca de la singular teoría según la cual el “crecimiento infinito” de la economía es una locura; Crónicas de la Val di Susa, de Chiara Sasso (dos mil copias), el más importante movimiento comunitario contra las “grandes obras” en Italia. Para un país en el que un ensayo, en promedio, vende mil ejemplares –con las señaladas excepciones de las principales casas editoras y la gran publicidad–, no es mala. También hemos publicado libros de prestigiosos intelectuales (especialmente de Italia, pero no sólo de este país), como los del promotor del movimiento mundial en pro del agua, Riccardo Petrella; del teórico sobre el final de los conceptos de la izquierda del siglo XX, Marco Revelli; del economista atípico e inventor de la primera feria comercial de intercambio equitativo en nuestro país, Tonino Perna.
Y como aceptamos el riesgo de ser una editora ítalo-mexicana, hicimos en los pasados meses las publicaciones del libro La ciudad de Oaxaca, de Gustavo Esteva, y el de Luis Hernández Navarro, Sentido contrario, cuyos resultados en ventas aún no han sido considerados, aunque van bien en nuestra “tienda online”. Y asimismo Carta, un periódico semanal y la web, no para promover campañas como la camiseta “Clandestino” (una forma de declararse públicamente “indocumentado”, en momentos en que el gobierno de Berlusconi ha iniciado la cacería de gitanos, migrantes irregulares, prostitutas y otros grupos sociales peligrosos para la “seguridad”), sino para imprimir y distribuir un gran número de libros.
En efecto, somos una editorial pequeña, que al ritmo de unos 15 títulos al año, puede sostener su equilibrio con una mezcla original, tanto desde el punto de vista de la producción como de la distribución. Además, por supuesto, podemos cultivar un punto de vista muy diferente al de la vieja izquierda política –recientemente hundida en las urnas (ni un solo parlamentario de izquierda)– en lo que yo definiría de manera general como una visión de las cosas “altermundista”, simpatizante zapatista y crítica de la economía.
Podemos hacer todos estos libros, en primer lugar, gracias a la cooperación con una editorial napolitana, Intra Moenia, encabezada por un amigo y compañero, Attilio Wanderlingh, quien de forma por demás generosa ofrece su disposición al trabajo: para las cuestiones gráficas, la producción tipográfica y la inversión inicial. Cooperar y no competir es nuestro principal lema, y con Attilio nosotros lo venimos haciendo hace seis o siete años. Una vez listo, el libro es enviado por medio de Moenia a un circuito escogido de bibliotecas, y en los quioscos figura como anexo del semanario, como propuesta de la “tienda online” (bottega.carta.org, donde todo lo que producimos es presentado y se puede adquirir con tarjeta de crédito), y adicionalmente nos permite ofrecer suscripciones a la revista. Y gracias a este sistema es que llegamos a las cifras que he citado al principio. Es así como nos arreglamos para presentar buenos e interesantes temas a una corriente cultural que en nuestro país tiene la forma de una pirámide: muy amplia en la base, abajo, y muy estrecha en lo alto de la punta.
Durante años, por lo menos desde la mitad de la última década del siglo XX, decenas de miles de personas de mediana condición social y edad emprendieron miles de iniciativas de autoformación, estudiaron los enormes cambios que han tenido lugar en el mundo: la crisis del medio ambiente y del “desarrollo”, justamente en la democracia representativa, desde la apropiación privada de los bienes comunes a la experiencia nueva del autogobierno (de Raúl Zibechi hemos publicado, por ejemplo, el libro dedicado a los movimientos indígenas bolivianos Dispersar el poder), la “guerra infinita”, y así sucesivamente. Pero este movimiento de contracultura –plural, difuso y desordenado– no se ha correspondido con un trabajo en paralelo de la intelectualidad, a menudo demasiado encadenada a los antiguos patrones de la izquierda.
Hay pensadores e investigadores jóvenes, en gran número, pero dispersos y obstaculizados por la caída sustancial de los contenidos de estudio en las universidades italianas, que no dan para más, que carecen de recursos, y que ahora, con Berlusconi, serán como entidades privadas. En una palabra, la escena cultural se parece a Bagdad después de un bombardeo y, de hecho, ha dejado de existir un debate público que trascienda los estrictos confines del “pensamiento único” neoliberal.
Por supuesto, hay muchos pequeños y valientes editores –con varios de ellos hemos cooperado. Carta es quizás lo más sólido, pero la situación es un verdadero desastre, porque somos muy frágiles, tanto como para que en esta semana el gobierno se proponga abolir la ley que da ayudas estatales a las cooperativas de periodistas, como la nuestra. Las editoras independientes están a punto de desaparecer en Italia.
Y, a propósito: ¿hay alguien en la ciudad de México que quiera suscribirse a un semanario modesto, pero no estúpido, pobre, pero interesante, y a sus libros?
*Director de Carta (www.carta.org)
Traducción: Ruben Montedónico