A la mitad del foro
■ Los merolicos del mercado
Ampliar la imagen El economista Paul Krugman, en imagen tomada de internet
Los 700 mil millones de dólares del salvamento se convirtieron en 820 mil millones para que los neoconservadores republicanos aprobaran la iniciativa de George W. Bush. Dinero público para pagar la irresponsabilidad de la especulación privada, manipulación de créditos hipotecarios y en los bancos de desarrollo. Para consolarse, los enemigos de la regulación, dogmáticos del mercado homeopático, incluyeron reducciones de impuestos al costo del rescate y recursos para sus proyectos electoreros.
Se evitó el desastre. Pero la economía quedó, dice Paul Krugman, como rehén del Departamento del Tesoro. Su jefe deja la Casa Blanca peor que hipotecada; el país en guerra; una deuda externa impagable; y una recesión tan profunda como la gran depresión de ingrata memoria. Ciento cincuenta mil empleos se perdieron en septiembre, noveno mes consecutivo de disminución de empleos. Los 820 mil millones de dólares son alivio temporal; la recesión no ha tocado fondo. En el Parlamento Europeo aportan el reconocimiento de la realidad: el mercado no alivia los males del mercado, dicen. Los neoconservadores que diseñaron la doctrina Bush abandonaron el naufragio, se refugiaron en los think-tanks de la ultraderecha y en las cátedras universitarias donde se gestó la hegemonía de los republicanos.
Nueve meses de creciente desempleo en el imperio del norte y el secretario del Trabajo del gabinete de Felipe Calderón pide que no cunda el pánico: si regresan los que se fueron al otro lado, el gobierno panista cuenta con los instrumentos y programas para ponerlos a trabajar de inmediato, dice. Se llama Javier Lozano el gesticulador del ábaco roto. Un alma caritativa le recordó que no hay empleo ni para los que aquí seguimos y aclaró que esos instrumentos servirán para algunos, no para los millones que emigraron. ¡Ah! El ingeniero Gerardo Ruiz Mateos, secretario de Economía, acompañó al presidente Calderón a Wall Street y dijo que nada debía inquietarnos: “tomar medidas extraordinarias sería anticiparnos a algo que todavía no pasa”.
Lozano tiene instrumentos para emplear a los que se fueron porque aquí no hay trabajo ni esperanza de encontrarlo. Al ingeniero Ruiz Mateos no le preocupa que se derrumbe la economía global, que la crisis bancaria profundice y prolongue la recesión, que la banca central de las naciones ricas ofrezca apoyo a Estados Unidos de América. Él pontifica: canta las glorias de la ortodoxia zedillista y proclama la fe inquebrantable en el dogma del mercado. Agustín Carstens resistió las sacudidas del temblor, pero tuvo que atender a las voces que se alzaban en San Lázaro: hay que ajustar el presupuesto para hacer frente al impacto de la recesión, de la crisis que abarca a todo el mundo y más a nuestra economía tan dependiente del vecino.
Emilio Gamboa recordó que el Legislativo tiene el poder de la bolsa. Y el secretario de Hacienda anunció que se harán los ajustes necesarios: “Sería realmente iluso decir que, dado el gran grado de integración que tiene México con Estados Unidos, no sufriríamos algunas secuelas de esta gran crisis”, declaró. Y la nave va. Con los dogmáticos del mercado taumaturgo atados al mástil para no escuchar el canto de la intervención del Estado, aunque las voces de las sirenas provengan del santuario del Consenso de Washington, del Capitolio, donde los republicanos fueron mayoría 20 años, de la Casa Blanca, donde ya se oye el réquiem al fundamentalismo religioso y de la plutocracia.
Acá ni llorar es bueno. Los medios difunden el recuento de cadáveres y dedican espacio a las minucias de multas a los partidos políticos como prólogo al inicio formal del proceso electoral federal 2008-2009. Ayer publicó el IFE un pronunciamiento, “un llamado a ciudadanos, instituciones, gobiernos y actores políticos a participar con entusiasmo, civilidad y dentro de la legalidad, en el proceso de organización de esta fiesta cívica”. Hoy eligen gobiernos municipales y diputados locales en Guerrero. Zeferino Torreblanca ha gobernado sin banderías, sin definición ideológica; propone a los partidos formar un pacto de civilidad: “Nos preocupa sobremanera cualquier acción violenta que se esté presentando previo al día de las elecciones”.
Aislado, distanciado de los medios de comunicación, Torreblanca ha buscado equilibrar su tibia militancia perredista y el trato cordial con el presidente Calderón. Vocación institucional, timidez o arrogancia, que contrastan con las extravagantes fantochadas de Félix Salgado Macedonio, alcalde de Acapulco. Las fracturas del PRD dejaron sin posibilidad de triunfo a su candidata, Gloria Sierra. La contienda se reduce a Manuel Añorve, del PRI, y Luis Walton, de Convergencia. Dante Delgado gobernó Veracruz y sabe que Walton es criatura del alemanismo; apuesta al puerto como trampolín para la elección de gobernador. Pero Manuel Añorve podría alzarse con el santo y la limosna. En Chilpancingo, capital del estado, va a ganar Héctor Astudillo.
Y los que invocan el miedo al retorno de los brujos verán aproximarse la recuperación del poder presidencial en 2012 si se cumplen las previsiones de encuestadores que ven al PRI ganador de la mayoría en la Cámara de Diputados y de las elecciones de gobernador en Nuevo León, Sonora y Colima. Querétaro es territorio panista. También San Luis Potosí, pero en el colmo de la insensibilidad política, las huestes de Germán Martínez pretenden postular en la tierra de los Arriaga al correlón Francisco Salazar, secretario del Trabajo de Fox, cómplice de patrones en la tragedia minera de Pasta de Conchos; o al alegre senador Alejandro Zapata Perogordo. Con esas barajas van a dejar que se lleve el monte el diputado Jesús Ramírez Stavros, y que el PRI recupere San Luis. En Sonora hablan de cacicazgos modernos, pero Eduardo Bours no es Yocupicio: el PRI postulará a Ernesto Gándara o a Alfonso Elías Serrano.
El PRD se devora a sí mismo. Hay un mando interino al que nadie hace caso. Jesús Ortega perdía las elecciones y ganaba posiciones. Ahora se ha quedado con el cascarón. Andrés Manuel López Obrador recorre pueblos y rancherías, espera pacientemente que los inscritos en el movimiento sumen 10 millones de mexicanos que sean militantes, activistas para la campaña presidencial de 2012, cuyo candidato será el hoy “presidente legítimo”: si no hay otro mejor posicionado, dice quien fue y es notable operador político. Sabe que necesita un partido con registro y financiamiento público. Por eso desconcierta la tranquilidad con la que dejan al PRD a la deriva.
Se acabó el dogma de las fuerzas del libre mercado capaces de resolver por sí mismas todo problema. Eliminar toda regulación, dejar pasar, dejar hacer, favorecer la especulación sin límites, condujo a la quiebra de los bancos de inversión, de las hipotecarias, del sistema financiero de Estados Unidos; a la profunda recesión que no ha tocado fondo. Favorecer la concentración de la riqueza y dejar sin protección a los pobres. En noviembre hay elecciones presidenciales en el vecino del norte: no aguantamos ocho años más de la política de Bush, dice Barack Obama. Va a ganar.
En México la derecha gobierna porque hemos aguantado cinco lustros de merolicos del libre mercado y nos hemos negado a instituir una política social de Estado. “Es la economía, estúpido.”